Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres, Pitágoras.

Nuestra sociedad avanza a pasos agigantados en todos los niveles. Por supuesto que en el tema educacional no iba a ser distinto. Y no me refiero a lo académico, que también, sino a la educación de los hogares, la de casa. No sé si mi apreciación tampoco le ha pasado desapercibida a alguien más, pero necesitaba compartirla para, al menos, desahogarme.

Andaba yo comprando peras hace unos días, cuando de repente, un niño de entre 5 y 7 años me bloqueaba el paso tirado en pleno pasillo del supermercado. Pataleaba, lloraba y gritaba desconsoladamente a saber por qué motivo. Un verdadero espectáculo. Ante mi estupefacción y la del resto de consumidores, busqué con la mirada al progenitor o progenitora del infante y supuse que su madre sería una joven que suspiraba mirándole mientras metía naranjas en una bolsa haciendo caso omiso del teatro del pequeño.

Y yo me pregunto, ¿qué necesidad hay de consentir semejante numerito? No quiero malinterpretaciones de ningún tipo, es decir, no soy un ogro para con los niños ni mucho menos, ni tampoco estoy a favor del azote o la colleja a tiempo que todavía defienden algunos. Soy de la opinión de que con una “mirada láser” de uno de tus padres basta.

Lo que yo vengo a reivindicar aquí es la labor que un padre está obligado a realizar para que sus hijos puedan en un futuro comportarse con respeto y educación y vivir armoniosamente en una sociedad. Cada vez me encuentro con más padres consentidores de todo lo habido y por haber que se excusan en la ya famosísima (y odiosa, por otra parte) frase “Es que son niños”. Sí, señores, son niños, con un leve, levísimo vistazo nos podemos dar cuenta. Y tienen que gritar, jugar, reírse, llorar, patalear y montar algún que otro teatrillo. Pero, por favor, todo tiene un límite infranqueable que hay que matizar.

El ritmo de vida que llevamos es muy atropellado y, si eres padre, todavía más. Todo se puede llegar a entender, pero lo que no entiendo es por qué se traen hijos al mundo si luego realmente nadie se encarga de su educación y su saber estar. Esas personitas el día de mañana tienen que valerse por sí mismas, tienen que tener unos valores y necesitan de una buena base aprendida en casa para luego poder volar. Porque un árbol se puede enderezar a medida que va creciendo, pero una vez adulto ya no hay quien lo ponga recto.

Ser padre conlleva un tiempo, una atención y, sobre todo, una dedicación de por vida, acentuada, eso sí, en los primeros años del pequeño. “Yo quiero una parejita”, “A mí me gustaría quedarme solo con uno”, “Yo quiero tener gemelos” y opiniones por el estilo escuchamos todos entre amigos, familia o compañeros de trabajo. Pero por el mero capricho de ser padre no se puede tener hijos. No. ¿Y sabéis por qué? Porque al igual que tener en tu salón un piano no te hace pianista, tener un hijo no te hace padre.