Todos en algún momento nos hemos sentido muy tristes y melancólicos, quizás debido a algún suceso dentro de nuestra vida como lo es una separación, una perdida, etc.; pero lo normal es que estos sentimientos sean algo pasajero y poco a poco nosotros solos los vayamos superando. Sin embargo, cuando nos sentimos muy tristes y sin ganas de hacer nada por un largo tiempo y nuestra vida diaria se ve afectada, así como nuestro entorno y nuestra relación con los demás, ya es una depresión.

La depresión es una enfermedad y así se debe tratar. No solo afecta a la mente, sino que el cuerpo, el humor y el comportamiento también se ven afectados. Desafortunadamente, las mujeres somos más proclives a padecerla que los hombres en una proporción de 2 a 1 según estudios, debido a diversos factores físicos y sociales (genéticos, hormonales, biológicos, maltrato, discriminación, personalidad, etc.). De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión afecta a más de 350 millones de personas de entre 18 y 65 años en el mundo. La depresión es una de las causas más frecuentes de suicidio y es causante de un 54% de ausentismo laboral y alrededor del 70% de accidentes. Es una afección que desafortunadamente va en aumento y constituye un severo problema de salud pública. Solo la décima parte recibe tratamiento y, de este grupo, apenas un uno por ciento se atiende con un médico especialista. La mayoría de las personas que padecen depresión no buscan ayuda médica: algunos por vergüenza, otros más por desconocimiento o dificultades para el trasladarse al servicio médico, entre otras situaciones.

Para identificar si estamos sufriendo de depresión, la CIE10 (Clasificación Internacional de Enfermedades - capitulo 5 de trastornos mentales y del comportamiento) da un listado de síntomas. Si presentamos más de tres de ellos por tiempo prolongado estamos sufriendo de depresión y tenemos que buscar ayuda profesional para evitar que se vuelva un problema más grave:

  • Estado de ánimo depresivo, de duración no inferior a dos semanas.
  • Situación no atribuible al empleo de sustancias psicoactivas o a la presencia de algún trastorno mental orgánico.
  • Disminución o desaparición del interés y la capacidad de disfrute por las cosas que anteriormente resultaban placenteras.
  • Ausencia de respuestas emocionales ante eventos que, generalmente, suelen desencadenar reacciones.
  • Alteraciones del sueño: es especialmente frecuente la incapacidad de conciliar el sueño (insomnio de conciliación), la de mantenerlo durante más de dos horas consecutivas (insomnio de mantenimiento) o despertarse al menos dos horas antes de la hora prevista.
  • Empeoramiento progresivo durante el día del humor depresivo.
  • Aparición de lentitud en las funciones motoras o agitación.
  • Disminución o aumento marcado del apetito.
  • Disminución o aumento del peso corporal por descontrol alimentario (aumento o descenso marcado del apetito) de al menos un 5% en el último mes evaluado.
  • Disminución marcada o ausencia de apetito sexual.
  • Pérdida de la autoestima y de la confianza en uno mismo. Sentimiento de inferioridad no justificado prolongado en el tiempo.
  • Auto-reproches constantes y desproporcionados con sentimiento de culpa excesiva e inadecuada.
  • Pensamientos de muerte o suicidio recurrentes, incluyendo tentativas.
  • Disminución de la capacidad de concentración y pensamiento. Suele acompañarse de falta de decisión.

Cuando una persona esta deprimida, es muy importante que reciba ayuda de una institución especializada o de un profesional. La gravedad, frecuencia, y duración de los síntomas varían según la persona y su enfermedad, explica el National Institute of Mental Health (NIMH). Existen diferentes alternativas para el tratamiento de la depresión como psicoterapias y medicamentos antidepresivos entre otros. El tratamiento debe llevarse con profesionales de la salud, psiquiatras o psicólogos. Lo ideal sería buscar ayuda en las primeras etapas, ya que si la depresión avanza puede llevar a situaciones muy graves como el suicidio.

Hay celebridades que después de episodios fuertes de depresión han hablado sobre el tema y nos ayudan a darnos cuenta del sufrimiento que implica a los que lo padecen. Por ejemplo la actriz Ashley Judd declaró en su libro All That Is Bitter & Sweet que pensó en suicidarse más de una vez y, además, que pasó algún tiempo internada en una clínica para superar una difícil depresión, Kirsten Dunst es otra actriz que acepto haber ingresado a la clínica de rehabilitación Cirque Lodge en Utah, para recibir tratamiento por depresión. Ellas buscaron ayuda, pero todos conocemos el triste desenlace de Marilyn Monroe y Kurt Cobain, quienes sufrieron depresiones tan fuertes que los llevaron al suicidio. Si tú padeces depresión, no esperes a que desaparezca sola: busca ayuda y no dejes que esta empeore.

Living With a Black Dog by World Health Organization (WHO)