Una canción cuya letra reivindica la resiliencia y el empoderamiento de la mujer venezolana; que ha sido capaz, dentro de la coyuntura sociopolítica y económica de su país, de enfrentar la adversidad en el exilio y de demostrar su capacidad de reinvención sin perder su gentilicio, llevando con orgullo la marca “Venezuela” en cualquier latitud foránea en la que haga vida.

Es lugar común que la música y las canciones formen parte del patrimonio personal de cada uno de nosotros. Siempre vamos a tener una canción que nos vincula con un período o un hecho importante de nuestra vida. Resulta un conector a momentos de nuestra trayectoria y un bálsamo psicológico en momentos difíciles.

Si este principio lo aplicamos a fenómenos masivos, un buen ejemplo sería pensar en el playlist de cada uno de los migrantes que, por razones políticas, hayan tenido que emigrar en masa de sus respectivos países, como ha sucedido con los migrantes en Siria, Ucrania y Venezuela, entre varios otros.

Muchos de esos migrantes han tenido que pagar un “derecho de piso”, realizando trabajos que en su vida pensaban ejercer, aun teniendo formación académica y experiencia de años, comenzando desde “0” en otras latitudes. Es natural esa fase inicial en caso de emigrar con poco dinero y sin mucha planificación, debido a la situación del país respectivo.

Y en algunos casos –como el venezolano– se han sucedido olas migratorias hacia países vecinos, en donde incluso se han dado travesías desde distintos puntos de Venezuela hasta Santiago de Chile o Buenos Aires por vía terrestre, y no aérea como sería lo natural. Esto, en ocasiones, ha causado serios problemas a la seguridad social de muchos países que no se esperaban ese caudal de oleadas de personas de una misma nacionalidad, que por razones políticas y económicas se vieron en la necesidad de dejar su país.

Es paradójico que, en el caso de Venezuela, de ser un país receptor de muchos migrantes que huían de la guerra civil o de la extrema pobreza en los años 50 hasta finales de los 80, quienes veían en ese país petrolero y caribeño un sinfín de oportunidades que muchos incluso materializaron, se haya convertido desde mediados de la década de 2010 en un país de emigrantes, cuyo cerca de un tercio de su población se vio en la necesidad de migrar y donde el común denominador son las familias venezolanas divididas física y emocionalmente dentro y fuera de su país.

En la Venezuela rica se dio el caso de que, desde el país vecino, Colombia, inmigraban muchas personas para trabajar y tener un mejor nivel de vida económico. Esos ciudadanos iban haciendo vida en su país vecino y, por supuesto, a medida que se arraigaban, iban teniendo descendencia. Es allí uno de los orígenes del término “veneca”, que aludía a los hijos de colombianos nacidos en Venezuela, como una mezcla de ambos gentilicios.

Posteriormente, y después de muchos años, ese término empezó a ser utilizado de forma despectiva para etiquetar a los migrantes venezolanos que en masa iban ocupando nuevos espacios en la dinámica nacional de aquellos países que recibieron oleadas migratorias de venezolanos, alterando incluso la capacidad de respuesta en temas de seguridad social y oportunidades laborales. Por eso, en algunas circunstancias, se le ha dado un sentido discriminatorio a la presencia venezolana, que ha alterado ciertos ámbitos del funcionamiento cotidiano para los nativos de esos países.

Ello también se debe a que, en esa oleada migratoria, como es natural, salieron personas muy honestas y con principios, y un mínimo de gente complicada, aplicándose el dicho “pagan justos por pecadores”. Así, porque esa minoría indeseable ha cometido delitos, es que en ocasiones en algunos países se afirma que hay que tener cuidado en ciertos barrios donde viven venezolanos. Esas conductas dañinas y reprochables han hecho que se meta en un mismo saco a gente muy buena y honesta junto con esa minoría que comete delitos.

Esa situación vino, de mala manera, a rescatar el término “veneco” o “veneca” para referirse a todo aquel procedente de Venezuela.

Es ahí donde este motivo sirvió de inspiración para que la agrupación Rawayana y el rapero Akapellah, ambos oriundos de Venezuela, tomaran el término utilizado de forma peyorativa para reconvertirlo en una connotación positiva, esta vez para enaltecer los valores de la mujer venezolana en el exilio.

Así nace “Veneka”, una canción que, como expresa uno de sus autores, viene a ser “ese equilibrio de esa mujer guerrera y luchadora, pero que no deja de tener ese temple y al mismo tiempo no deja de tener esa preocupación por verse bien”. El ritmo incluye elementos de la música de ambos autores: Rawayana, banda que mezcla funk, reggae, salsa y rock alternativo, y Akapellah, un famoso rapero del movimiento hip hop que promueve visualizar las injusticias sociales y evidenciar el sentir e inseguridades cotidianas de su entorno.

La banda musical Rawayana es originaria de Caracas, surgida en 2007 y conformada por cuatro integrantes que permanecen desde entonces: Beto Montenegro, Tony Casas, Andrés Story y Alejandro Abeijón. A partir de 2010, con su incursión en el Festival de Nuevas Bandas de Caracas, empiezan a ser muy conocidos en la dinámica musical venezolana, combinando letras reflexivas con un mix de géneros que los ha llevado a girar dentro y fuera de Venezuela, alcanzando a obtener el Grammy estadounidense por mejor álbum de rock latino y, a su vez, un Latin Grammy a la mejor canción pop del año.

Esa combinación de banda y rapero crea un sonido de música electrónica asociado a ritmos caribeños y raperos, conocido como “changa”. Además, ambos –banda y rapero– nominados y ganadores del Latin Grammy se unen para crear una canción que se ha convertido en un culto a la exaltación de la mujer venezolana.

Esos valores positivos que, a nivel coloquial en el modismo venezolano, se sintetizan en el término “guáramo”, que denota valentía, coraje, fuerza y temple, son los que divulgan en esta canción compuesta entre ambos: “Veneka”.

Desde que se conoció su existencia, se ha convertido en un hit musical que logró ser galardonado en la edición del Latin Grammy 2025 como la mejor canción en la categoría de Mejor Interpretación de Música Electrónica Latina.

Y hoy en día es un himno para las migrantes venezolanas, que ven en la canción una señal de identidad, de orgullo –me incluyo por ser de allí– y de estandarte de resiliencia, reinvención y empoderamiento, todo junto.