La basura es entendida como un conjunto de residuos que se desechan ya que son considerados como inservibles, no funcionales. Hace unos años, los objetos que se producían se pensaban que fueran objetos que tuvieran larga duración, en la actualidad, todos los objetos que consumimos, desde una olla para la casa, hasta un par de medias, tiene un tiempo de “vida útil”, este tiempo de “vida útil” le sirve a las marcas, ya que si es consumido, se debe seguir produciendo.

Con el crecimiento de la sociedad, vino consigo el crecimiento de las industrias, de las grandes industrias, tanto de moda, tecnología, gastronomía, cultura, entre otras. Este crecimiento trajo consigo un consumo que también tiene que ver con las relaciones sociales de poder, de estatus.

Bourdieu sostiene que los gustos no son simplemente elecciones personales o estéticas, sino formas de marcar diferencias de clase, elegir qué usar y también qué desechar, es parte de una lucha simbólica de legitimidad.

La moda como un artefacto de doble sentido

la moda como un sistema dinámico que impone novedades y descarta rápidamente lo anterior, produce basura en un doble sentido: material (ropa, objetos, “estilos que pasan de moda”) y lo simbólico (lo que queda afuera del “buen gusto” o de lo socialmente aceptable). Lo que ayer era deseado, hoy ya es “viejo”, por tanto la moda no es un excedente industrial: es también una forma de exclusión social disfrazada de elección estética.

El consumo de lo que está “de moda” se ha convertido en uno de los principales enemigos de la estabilidad ecológica. No solo impacta directamente en la tierra y el agua debido a la enorme cantidad de basura que se desecha a diario, sino también por las distintas formas de producir esos objetos tan anhelados. En muchos países, además las leyes laborales son lo suficientemente laxas como para sostener un sistema de producción intensivo que no solo contamina sino que también vulnera los derechos básicos de quienes trabajan allí.

Una sociedad ignorante

En la cotidianidad actual, la sociedad no solo consume el último teléfono, la ropa de temporada o el auto más reciente de modelo, sino que también en el día a día, consume a través de la industria alimenticia una gran cantidad de envases, papeles y plásticos, sumados a la basura orgánica que generan los desechos de comida.

Entonces, en el consumo regular a partir de nuestros hábitos, se genera una gran cantidad de basura por persona en el mundo, cabe aclarar que siempre depende de cada lugar, pero la cantidad oscila aproximadamente entre 1 kilo y 1,5 por persona. Existe además de esto, una gran ignorancia de qué sucede con nuestros desechos.

Claro que existen las empresas que se encargan de ir a buscar los desechos a nuestras casas, así mismo limpiar las calles de manera regular, vaciar los tachos de basura comunal, pero ¿realmente sabemos qué pasa con esa cantidad de basura desmedida que generamos? Aunque la respuesta es un poco desoladora, ya que no tenemos idea de que sucede con nuestros residuos, existe la cuestión de una sociedad poco educada al respecto.

Rol de las políticas públicas y privadas

En la actualidad, las políticas públicas y privadas han ido evolucionando en los últimos años, con un enfoque hacia la sustentabilidad, la economía circular y la reducción de residuos.

Muchos países están trabajando para mejorar esta problemática, centrando sus herramientas en la sensibilización del tema, el fortalecimiento de las capacidades municipales, y la implementación de incentivos económicos para la industria privada.

Algunas políticas privadas influyen en el cumplimiento de regulaciones, como la formalización de los recicladores, su educación, así como también la obtención de certificaciones de compostabilidad para plásticos y la implementación de planes de manejo de los residuos. En Europa, existen sistemas que se centran en el depósito y el retorno, incentivando a las empresas a recuperar los envases y reduciendo así la generación de residuos.

Existen alianzas entre lo privado y lo público que, en muchos casos dependen de incentivos estatales para el rediseño de nuevos proyectos o productos con algún porcentaje de material reciclado.

Existen numerosos desafíos que dificultan el logro de los resultados necesarios para ver mejoras en esta problemática. Entre los principales obstáculos se encuentran la insuficiencia de infraestructura para reciclaje y descomposición adecuados, una educación ambiental deficiente y la carencia de voluntad política, lo que impide avances significativos.

Pequeños pasos pueden hacer grandes cambios

La moda circular, el uso de productos hechos con materiales reciclables, y las campañas de concientización que se centran en la prevención, reutilización y reciclaje pueden generar cambios que, aunque pequeños al principio, resultarán muy potentes a largo plazo.

El rol individual es clave para iniciar un cambio a pequeña escala. Necesitamos empoderar a la población con herramientas para la separación de residuos y fomentar la confianza de que los pequeños hábitos pueden generar grandes transformaciones. Nuestro planeta exige que su gente sea, como mínimo consciente de la basura que produce a diario, y que conozca las posibles formas de evitarla.