Diversas cifras nos muestran una realidad que hasta hace poco no se abordaba de forma abierta. Sin embargo, esto ha comenzado a cambiar. Se trata de uno de los grandes temas que está afectando la salud de los hombres en distintos contextos y etapas de la vida, y que nos alertan para una realidad frente a la cual es necesario actuar con atención y urgencia.

La importancia de abrir conversaciones y de lograr un envolvimiento mayor de parte de organismos públicos, además de un profundo trabajo a nivel social, podrían ser algunas de las soluciones que permitan a los hombres reconocer un problema latente y frente al cual no todos se sienten cómodos en abordar ni en solicitar ayuda.

En medio de un resurgimiento fuerte y profundamente articulado de la narrativa masculinista en distintas partes del mundo y a través de distintos dispositivos de información, es posible observar y analizar otras derivadas que apuntan a confrontar esas ideas de recuperar una supuesta masculinidad o virilidad perdidas y que son desesperadamente reclamadas por los sectores más conservadores y misóginos. Como respuesta, en distintos puntos del planeta se han trabajado por encontrar respuestas que permitan realizar un trabajo direccionado hacia los hombres y las masculinidades.

En muchos de ellos, uno de los pilares es poner foco en abordar la salud mental de los hombres. Este ámbito, esencial en el bienestar de las personas, muchas veces se ve negado u ocultado en el caso de los hombres, por la narrativa de la masculinidad tradicional. Este discurso, construido para mantener las asimetrías de poder y las posiciones de privilegio de los hombres, prefiere no incluir la salud mental porque, en palabras simples, esto representaría una condición de debilidad en momentos en los cuales se busca reinstalar la imagen del hombre fuerte, estoico, capaz de producir y proveer a como dé lugar. Sin embargo, cada vez hay más consenso – desde distintos campos disciplinares, principalmente en el área de la salud -, en que hoy simplemente la salud mental de los hombres no puede seguir siendo pasada por alto. Y estadísticas que prueban este punto hay por decenas.

A continuación, algunas cifras que nos permiten encuadrar esta reflexión:

  • Primer dato: Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión se presenta como como una de las principales causas de discapacidad en el mundo. Esta enfermedad, que afecta a mujeres y hombres en distintos grados y con diferentes consecuencias, propias de los contextos y las intersecciones que les atraviesan, presenta un desafío adicional cuando la abordamos desde la óptica de los hombres. Muchos de nosotros tenemos dificultades para reconocer que necesitamos ayuda profesional para tratar de nuestra salud mental. Nos cuesta hablar sobre sentimientos como tristeza, miedo o incertidumbre porque abrir esos espacios nos muestra como seres vulnerables, una condición que confronta directamente el ideal masculino tradicional o hegemónico.

  • Segundo dato: De acuerdo con de la American Foundation for Suicide Prevention, los hombres tenemos 3,56 probabilidades de morir por suicidio en comparación con las mujeres. Aquí, esta imposibilidad de indagar en estos espacios más personales y de ofrecer instancias de reflexión en donde los hombres seamos capaces de exponer abiertamente nuestras preocupaciones o frustraciones, lentamente va generando una acumulación de presión interna que muchas veces encuentra salida sólo en atentar contra nuestra propia vida.

  • Tercer dato: Información levantada por Equimundo nos muestra que la masculinidad actual se ve moldeada por la presión, guardar silencio o simplemente “ser un hombre”. En este sentido, el 86% de los hombres – y el 77% de las mujeres – afirman que ser proveedor define la hombría. En este sentido, varones con dificultades económicas, que derivan en ese incumplimiento del supuesto papel que los hombres debemos cumplir, tenemos 16 veces más probabilidades de tener pensamientos suicidas.

  • Cuarto dato: La llamada “caja de la masculinidad”, definida por Equimundo como ese conjunto de características que definen lo que un hombre es o debe ser de acuerdo con las expectativas sociales atribuidas a su género, está creciendo. El 'backlash' masculinista que busca recuperar ese ideal de hombre ‘perdido’ y que promueve discursos e ideas tales como “un hombre debe tener siempre la última palabra”, han aumentado. Varones que nos vemos afectados por los mandatos de esta caja de la masculinidad tenemos 6,3 más probabilidades de experimentar ideas suicidas, según esta misma entidad.

  • Quinto dato: El 7% de la población en América Latina y el Caribe experimenta ansiedad, de acuerdo con los datos entregados por el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Este número supera al promedio mundial. Y si bien la ansiedad y la depresión son 1.8 veces más comunes en mujeres que en hombres (9% de las mujeres presenta ansiedad y el 6% depresión, frente al 5% y 3% de los hombres, respectivamente), vemos que este número sigue siendo relevante, sobre todo cuando, producto de un recelo en reconocer problemas asociados a estas patologías por parte de los hombres, estos indicadores podrían ser incluso mayores.

Estos cinco datos, sumados a otros que han sido levantados a la luz de informes, planes, programas y estudios en distintos países, nos alertan sobre esta realidad a la cual es necesario poner atención. A lo largo de la historia, hemos ido perpetuando una narrativa en la cual el cuidado de la salud de la mental pareciera ser un tema prohibido para los hombres. O aún peor, hemos querido instalar que las conductas violentas podrían ser una forma ‘adecuada’ para lidiar con los problemas que enfrentamos los hombres en distintos ámbitos de la vida. Sin embargo, a la luz de las cifras conocidas, sabemos que esto no es así y que la salud mental aún cuenta con elevadas cuotas de prejuicios y estereotipos que nos impiden hablar abiertamente y, como consecuencia, actuar en concordancia.

El énfasis de la sociedad en el estoicismo y la contención emocional hace que muchos hombres se sientan aislados e incapaces de expresar sus verdaderos sentimientos.

(Explican Dr Mifrah Sherwani y Ateeq Syed, quienes son Global Shaper del Foro Económico Mundial)

La presión para ajustarse a las normas masculinas tradicionales puede inhibir conexiones emocionales auténticas y contribuir a la sensación de aislamiento. Además, las expectativas sociales en cuanto a las relaciones pueden añadir un estrés adicional, sobre todo para aquellos que buscan proyectar éxito en sus relaciones románticas o familiares.

(Sherwani y Syed)

Es claro que los problemas asociados a la salud mental no son exclusivos de los hombres, como bien lo muestran las cifras del PNUD. Y este texto tampoco busca desconocer una realidad que también ha afectado e impacta tan negativamente a las mujeres. El desafío se vuelve mayor cuando nos enfrentamos a una barrera social que nos impide entrar en esos espacios más íntimos y ofrecer soluciones que apunten a sacar el peso impuesto socialmente a y por los hombres. Son estos mandatos de las masculinidades tradicionales o patriarcales, los que crean una resistencia frente a la cual los esfuerzos deben ser mayores.

¿Qué pensar, cómo actuar?

En su reflexión, Sherwani y Syed se refieren a lo que consideran puntos esenciales para abordar la conversación sobre la importancia de la salud mental en los hombres. Uno de ellos tiene que ver con “normalizar la búsqueda de ayuda”, la que, en sus palabras, se logra a través del fomento de una comunicación abierta y en donde la educación pública también puede jugar un papel clave al hablar abiertamente sobre por qué es relevante poner foco en la salud mental masculina.

Otra de las recomendaciones tiene que ver con “reimaginar la masculinidad”. Esto quiere decir que es importante la socialización de modelos que estén alineados con el cuidado, con la vulnerabilidad, con la empatía y la expresión de emociones. Esto, sin duda, podría contribuir a eliminar los estigmas que existen actualmente y abrir espacios para seguir hablando sin tabús sobre este tema.

De la misma forma, ambos profesionales apuntan a la “intervención temprana y a la accesibilidad de recursos” que permitan, por ejemplo, realizar detecciones tempranas de patologías asociadas a problemas de salud mental. Cuando esos tratamientos se encuentran disponibles y socializados correctamente, es altamente probable que los hombres decidan hacer uso de ellos.

Un cuarto punto se relaciona con “abrazar la interconexión”, entendida como una correcta comprensión de las experiencias de los hombres y su salud mental. En este punto es importante considerar la interseccionalidad de esos hombres para diseñar planes, programas o políticas públicas que estén alineadas con las realidades particulares de cada hombre, lo que traerá como consecuencia respuestas mejor adaptadas a esas experiencias de vida.

En una reflexión complementaria, ambos profesionales enfatizan:

Promover la concientización sobre la salud mental masculina es una cuestión mundial que requiere colaboración. Podemos construir una sociedad en la que todos estén motivados para dar prioridad a su bienestar mental, eliminando las barreras a la atención, reconociendo los retos a los que se enfrentan los hombres y promoviendo modelos masculinos sanos.

Esto es relevante porque de esta manera es posible desmontar las narrativas de las masculinidades tradicionales y abrir espacios a otras referencias en las cuales se dé valor a otros atributos o comportamientos.

En este punto cobra valor el ejemplo dado por el presidente de Chile, Gabriel Boric, quien ha sido un activo promotor de la importancia de la salud mental. En diversos discursos, entrevistas y declaraciones, ha dicho que incluso él, cuando desempeñaba funciones de Diputado, se internó voluntariamente en un hospital psiquiátrico porque vio que era necesario recibir atención oportuna para tratar un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que lo afectaba. Esto contribuyó a relevar la importancia que este tema merece y que ha sido acompañado con el Proyecto de Ley Integral de Salud Mental, además de otras iniciativas en esta materia.

La salud mental de los hombres debe recibir la consideración y la asistencia que merece. La única forma de conseguirlo es cooperando y demostrando una dedicación inquebrantable.

(Sherwani y Syed)

Y esta dedicación implica un trabajo integral, consciente y con sentido, que además de abordar las necesidades personales, sea capaz de evidenciar la relación que estos problemas pueden tener en términos de sociedad. Hoy, la sociedad cada vez huye menos de este problema y esto, sin duda, es un avance.