Con su reciente retrospectiva en la capital estadounidense, los hermanos gemelos autodidactas brasileños, Otavio y Gustavo Pandolfo, autodenominados Os Gêmeos, han completado una intensa y prolífica jornada, refinando el grafiti hasta alcanzar una fase “rococó” en todo tipo de soporte y medio de expresión, desde el mural, pasando por el plano bidimensional, la escultura, el videoarte y las marionetas, hasta llegar a elaborados zootropos en tercera dimensión.

Su obra ligera y etérea es una historia sin fin, como el título de su reciente muestra en el Museo Hirshhorn, con una narrativa principal sobre el escape y el crecimiento que comienza en la oscuridad y termina en impresionantes vórtices de colores brillantes.

En el presente artículo se analiza críticamente su abrumadora avalancha de figuras, episodios y colores, que explota cada espacio de la vasta área de exposición que ocuparon por casi un año en el museo estadounidense, evocando un sueño lúdico que entremezcla la felicidad con la melancolía, confirmando su transición del arte callejero al entorno formal de los museos y galerías.

Mi primer encuentro con el grafiti fue en Nueva York en 1985. Surgido como movimiento cultural en Filadelfia, Estados Unidos, a principios de la década del sesenta 60 del siglo pasado, se popularizó luego viralmente a fines de esa década en la ciudad que visitaba, con los testimonios gráficos en paredes de edificios y trenes subterráneos.

Dibujadas con grafito o pintadas, estas expresiones de la subcultura urbana tuvieron su origen en las inscripciones al aire libre que se hacían durante el Imperio romano en paredes de acceso público con fines críticos o satíricos y que se conocen arqueológicamente como “grafitos”, aludiendo a la incisión con un estilete o punzón sobre tablas.

Al principio, las representaciones gráficas que se hacían furtivamente con recursos como la pintura en aerosol — por el temor de sus autores a ser detenidos infraganti en su práctica ilegal — resultaban ingenuos y chocantes a la vez. Unas veces eran textos con pretensiones poéticas o filosóficas y otras, simplemente imágenes contestarias contra la policía y el orden establecido, pero casi siempre afirmaban la identidad del autor con apodos ligados a un número, como TAKI 183, CLIFF 159 o CHINO 174. Los autores querían dejar huella con cada acto de vandalismo gráfico. En cada representación, había una urgencia por transmitir el mensaje sin olvidar al mensajero.

A mediados de los años 70, muchos vagones del metro estaban tan completamente cubiertos de pinturas de arriba a abajo (conocidas como “obras maestras”) que era imposible ver a través de sus ventanas. Esto alentó una suerte de cruzada de las autoridades y el público, que obligó a los grafiteros a ser más agresivos y territoriales y a reinventarse por temor a la represión policial.

El año anterior a mi visita a Manhattan, la Autoridad de Tránsito de la Ciudad de Nueva York (NYCTA) inició un programa quinquenal para erradicar el grafiti. Los años entre 1985 y 1989 se conocieron como la era de los "grafiteros"1. Pero con el aumento de la seguridad, la cultura del grafiti retrocedió. A mediados de 1986, la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA) y la NYCTA estaban ganando su "guerra contra el grafiti", y el último tren con grafiti fue retirado del servicio en 1989.

Pero el grafiti se reinventó, en especial en los años 90, con la adopción de nuevas técnicas como la aplicación de aerosol con plantillas, y el pegado de carteles y pegatinas. Así, parte del trabajo se hacía en casa o en el taller. Luego, en la calle, se trabajaba más rápido, reduciendo el tiempo en que el artista estaba expuesto a ser detectado por las autoridades. El más conocido representante de esta tendencia es Banksy.

Para entonces, el grafiti, que era uno de los pilares de expresión del hip-hop, había invadido las capitales europeas y latinoamericanas de la mano de una nueva generación, convirtiendo a ciudades como San Pablo, en Brasil, en un modelo a seguir por los grafiteros, que ahora disponían de la Internet para propalar sus mensajes, afirmando un lugar para lo que se reconoce como “arte callejero”.

Además, habían experimentado una crisis de identidad por el interés de artistas y marchantes en capitalizar sus habilidades y temas, y el éxito de grafiteros devenidos en artistas como Jean-Michel Basquiat y Keith Haring en la escena posmoderna.

Un importante giro adicional tuvo lugar cuando marchantes como Jeffrey Deitch, Roger Gastman y Aaron Rose montaron en el 2011, en el Museo Contemporáneo de los Ángeles, California (MOCA), la exhibición Arte en las calles, el primer evento de gran escala enfocado en la historia del grafiti y el arte callejero. La exhibición incluyó al dúo brasileño Os Gêmeos, en el cual nos enfocaremos en la presente crítica, a Banksy y a Shepard Fairey, entre otras celebridades, batiendo récords de asistencia.

Sin embargo, el cambio en el paradigma del mercado de arte no ha producido necesariamente una rápida adopción por parte de los museos públicos de las figuras que han emergido del contexto del grafiti y el arte callejero.

Por ello, la retrospectiva de Os Gêmeos (“Los gemelos”, en portugués) en la capital estadounidense por casi un año ha marcado un hito en el proceso de reconocimiento del valor artístico de los géneros ya citados, pero también plantea dos grandes interrogantes que contestaremos en la presente crítica.

Primero: ¿El grafiti, en lo particular, y el arte callejero, en general, siguen siendo contraculturales al ser sancionados por instituciones públicas y mostrados en museos?

Segundo: ¿En qué categoría estética debe ubicarse la producción de Os Gêmeos tras su transición del arte callejero al arte público?

Grafiti versus pichação

En términos de tiempo, el movimiento cultural del arte callejero ha llegado a su edad mediana. Muchos de sus pioneros han muerto o se han retirado, y los que se mantienen trabajando activamente con alguna notoriedad son mayores de 50 años.

Es el caso de Os Gêmeos y otros grafiteros de San Pablo, aún en obras que no presentan mensajes políticos de forma explícita ni parecen encarnar la violencia del “antidiscurso”2 del que hablaba Baudrillard, pero que fomentan un diálogo con el dominante entorno urbano modernista que tratan de contrarrestar, restaurando la interacción humana en espacios que se habían convertido en vacíos o no, debido a los planes de desarrollo urbano implementados estratégicamente para afirmar divisiones sociales y ejercer control político.

De hecho, en el caso que nos ocupa, Os Gêmeos exponen lo absurdo de estas estructuras al repoblar los vacíos con personajes fantásticos y coloridos, formando una sociedad alternativa y rompiendo así la funcionalidad del muro como límite a la interacción. Algunos de los grandes nombres del grafiti en San Pablo en los 80, como Alex Vallauri, Mauricio Villaca y Rui Amaral también trabajaron con figuras parecida a las de los cómics o con imaginería fantástica.

Pero, tratando de avanzar la respuesta a nuestra primera gran interrogante, las creaciones de Os Gêmeos y sus colegas en San Pablo funcionan de esta manera cuando se aplican a gran escala en un entorno urbano, de forma espontánea y sin autorización ni sanción oficial de ningún tipo.

Como ha explicado el historiador de arte, Theodore Kuttner,

existe una cierta paradoja en la promoción y difusión de un movimiento contracultural, ya que implica inherentemente subvertirlo, trivializarlo o, en cierta medida, apropiárselo. Sin duda, cuando se encarga o autoriza oficialmente a artistas callejeros para realizar una obra en un muro exterior público o privado, incluso si esta obra es temática y estilísticamente idéntica a las obras creadas ilegalmente, el resultado debe clasificarse como una obra de arte público.3

image host Mural de Os Gêmeos en Lisboa, Portugal.

En otras palabras, cuando cesa la resistencia oficial desde el mismo Estado, como ocurre en Brasil, a movimientos como el grafiti, y se lo sanciona e incluso comisiona para proyectos públicos, la relevancia de la contracultura se disipa.

Debo hacer notar, sin embargo, una importante excepción en el caso brasileño —aunque hay similitudes con otros países— : la existencia de un segundo movimiento callejero más vitriólico y controversial, la pichação (Tagging en inglés, etiquetado o pinchado en español).

En la expresión de las calles, el tagging o pichação consiste en escribir una firma única y estilizada (la etiqueta) con el nombre, la inicial o el logotipo de un artista en una superficie pública. Es la forma más básica y común de grafiti, y sirve como marca de reconocimiento, una forma de ganar respeto, cuestionar la propiedad o incluso como guía para que otros artistas encuentren obras de mayor tamaño.

Por más de tres décadas, la pichação se apoderó por completo del paisaje urbano de San Pablo, impregnándolo en extensiones inimaginables. Su extrema proliferación, con su intenso rechazo a cualquier floritura estética o color, tuvo el efecto de hacer que el grafiti pareciera inofensivo en comparación, a pesar de que muchos grafiteros (incluido Os Gêmeos) incorporaron la pichação en sus obras. Los medios, en este caso, fueron los responsables de mover la atención pública y política en favor del grafiti y en contra de la subversiva pichação en la escena visual urbana brasileña.

Como han dejado claro los artistas e investigadores Tristan Manco y Caleb Neelon en su libro Graffiti Brasil, el contraste entre la percepción pública del grafito y la pichação ha sido el factor medular en el encargo y la concesión de permisos para murales realizados por los grafiteros en San Pablo.

Escribiendo en el 2005, los autores citados consignaron que la presencia constante de pichação en todos los muros públicos, especialmente en los más prominentes, facilitó el proceso de concesión de permisos a otros grafiteros menos polémicos. En San Pablo, en particular, los muros nunca permanecían limpios más de unas pocas semanas, y los administradores de propiedades a menudo buscaban la manera de comisionar un mural con la esperanza de que esto mantenga el muro a su cargo libre de pichação.4

Entonces, el grafiti se convierte gradualmente en una capa de protección estética alternativa contra el ataque del pichação, aunque su efectividad se vio anulada cuando los pichadores comenzaron a atacar los murales de grafiti específicamente por esta razón, incluso varios murales realizados por Os Gêmeos.5

Como resultado de estos "ataques vándalicos", la distinción entre la escena del grafiti que algunos investigadores definen como "domesticada" y la obstinada antiestética de la pichação se solidificó aún más en el discurso público, como se refleja en las palabras de Celita Procopio de Carvalho, presidenta del consejo directivo de la Fundación Armando Álvares Penteado, patrocinadora en su sala de la exposición Vertigem de Os Gêmeos, que tuvo lugar en el 2009.

En su introducción al catálogo, afirma: “Asimismo, el grafiti y el grafitero ya no se perciben de la misma manera. Ya no se les etiqueta como vándalos, estatus que compartían hasta hace muy poco con los grafiteros, y hoy sus imágenes componen el paisaje urbano”.6

Es en el 2009 cuando Os Gêmeos y otros grafiteros de su línea más oficial se consolidan en el mercado internacional, mientras el grafiti se separa intencionalmente en la esfera pública y política brasileña del tagger o pichador, afirmando dos formas diferentes de intervención callejera.

Entonces tiene lugar la paradoja de que el éxito comercial y aprobación oficial de los gemelos brasileños los ha hecho distanciarse de la fuente de su popularidad. Aunque iconográfica o estilísticamente encarnen una “estética callejera”7, de la que habla el historiador del arte Peter Bengtsen, se vuelven creadores de productos de comerciales que están de alguna manera asociados con el mundo del arte callejero mediante el empleo de temas clisé, lo que altera la autenticidad de su obra.

A diferencia de las obras artísticas, como ha enfatizado el filósofo Nicholas Riggle, las creaciones callejeras “están en gran medida desconectadas del mundo del arte porque su importancia depende de que estén fuera de ese mundo”.8

Sin embargo, para los efectos de la presente crítica, cuando un artista callejero produce una obra por encargo en un contexto público, esa obra se convierte en parte del discurso público y en objeto de reflexión, crítica y debate. Así que, independientemente de si uno todavía considera o no los resultados de estas obras como “arte callejero”, este tipo de proyectos autorizados todavía tienden a generar una forma de discurso en la esfera pública que puede utilizarse para comprender mejor la relación entre el arte callejero y la cultura dominante. Por ello, no es una osadía afirmar que las exposiciones en museos pueden ser la sentencia de muerte para el arte callejero.

Lo que hace que Os Gêmeos lucieran vívidos y en plena forma en la retrospectiva del Hirshhorn se debe primero que todo a su gradual reinvención como artistas públicos, ya no grafiteros (ahora el mercado lo exhibe como escultores, pintores y narradores) y, segundo, a la imaginería que desarrollaron primero como dibujantes en su niñez y luego refinaron cuando la trasladaron a murales hasta alcanzar un “fase rococó”, valga la analogía, con base en figuras humanoides caricaturescas, representadas en una paleta de colores estridentemente espeluznante que recuerda más un programa de televisión infantil alucinante que algo que pueda ocurrir realmente en la calle.

Debo aclarar que, si bien la exuberancia de elementos en sus cargadas composiciones ha llevado a algunos a tildarlos de “barrocos”, en general su obra carece de la parsimonia casi matemática de dicho movimiento.

Históricamente, el arte barroco presenta colores más oscuros y temas religiosos, su decadencia llamada fase rococó se caracteriza por la dominancia de los colores pasteles, oro y marfil, y temas más seculares y ligeros temáticamente. Esto es patente en los gemelos, aún en instalaciones como su altar animista dedicado a la cosmogonía de Tritrez.

No olvidemos tampoco como trabajan y refinan las superficies y elaboran los detalles ornamentados, a veces con líneas serpenteantes, pero siempre con una sensación de movimiento y dramatismo decadente.

Pese a sus alusiones casi folclóricas a la vida del grafitero paulino, es el mundo fantástico que han creado en el espacio público externo — ahora redimensionado en el espacio público interno de un museo — lo que gravita en su favor, aunque como asegura el crítico Max Lakin, sus imágenes

insinúan una cosmología densa que nunca se aclara del todo. Sus personajes, de rasgos aplanados y ojos que se pierden en los límites de sus rostros amarillentos, flotan en campos insondables de arte óptico…insinuando un surrealismo contemporáneo sin caer jamás en lo verdaderamente siniestro. Sus avatares se atan fuegos artificiales a la espalda y emergen de conchas gigantescas, más parecido a Tex Avery que a Marcel Duchamp”.9

Ritual de oficialización

Los gemelos han sido el rostro del grafiti brasileño durante más de cuatro décadas. Su gradual aceptación en el mundo del arte es evidente con la exposición que por casi un año mantuvieron en el Museo Hirshhorn y que se transformó en una suerte de ritual de oficialización “artística”.

Curada por Marina Isgro con el apoyo de C.J. Greenhill Caldera, OSGEMEOS: Endless Story (La historia sin fin) ha sido señalada como la primera muestra de los gemelos brasileños en un museo estadounidense y la mayor exposición de su obra en los Estados Unidos.

Es una muestra diseñada a lo largo de diez salas, que abarcan desde sus murales públicos, pasando por sus obras tempranas, sus personajes emblemáticos, su mundo Tritrez, su tributo a la música y la cultura hip-hop mediante diversas instalaciones y su enorme zootropo, culminando con sus grafitis y colaboraciones con otros artistas. No obstante, cada galería es diferente.

image host Sin título, 2014. Zootropo hecho a mano instalado en el Museo y Jardín de Esculturas Hirshhorn. Foto: AKEZ.

Al principio, una falange de vitrinas rebosa de bocetos, tiras cómicas y parafernalia de grafiti, todo ello revelando los métodos de trabajo de los gemelos y sus impresionantes habilidades de dibujo. A medida que uno se adentra, se percibe una colaboración creativa que prospera con la expansión: hacia el cine, la escultura y las instalaciones artísticas, y la creación de mundos de fantasía futuristas.

La retrospectiva ocupó la tercera planta del Hirshhorn para guiar a los espectadores a través de su historia. Junto con pinturas, esculturas e instalaciones realizadas para espacios museísticos y documentación de sus grafitis y murales al aire libre, los brasileños compartieron cientos de dibujos poco vistos que ilustran su desarrollo creativo a lo largo de los últimos 40 años.

En el vestíbulo, al que se llega por una escalera mecánica, pintaron dos de sus personajes más representativos: uno con su estilo de los años 90 en la pared de entrada y otro con su estilo actual en la pared de salida.

Las primeras palabras que acudieron a mi mente al ingresar al espacio circular del museo donde habitó la muestra fueron “cursi y repetitiva”. Y, sin embargo, uno no puede negar que tiene un encanto exuberante que invita a un relajante escapismo.

Su transición de las calles al museo y las galerías ha sido impulsada por una ambición muy personal, según ha confesado Gustavo uno de los gemelos en una entrevista reciente:

Para personas como nosotros, que no fuimos a la escuela de arte, que somos autodidactas, es un espacio (el circuito artístico formal) difícil de penetrar. Obtener este tipo de reconocimiento, poder vivir de tu trabajo como artista, es realmente gratificante. Todo artista debe ser valorado y reconocido.10

A diferencia de Basquiat, que rompió definitivamente con el mundo del grafiti urbano y hasta declaró muerto su acróstico SAMO para transformarse en el “artista” que el mercado le prometió, Os Gêmeos siguen colaborando con los grafiteros mediante exhibiciones y proyectos conjuntos.

Una historia no tan breve

Nacidos en 1974, los gemelos Pandolfo crecieron en Cambuci, San Pablo. Aún no tenían 10 años cuando entraron en contacto con la cultura hip-hop. Bajo la influencia de su hermano mayor, Arnaldo, se dedicaron al dibujo y sus padres pronto los inscribieron en un curso gratuito de arte.

Wild Style, una famosa película sobre hip-hop, fue una influencia temprana importante, y para 1986 se habían transformado en jóvenes B-boys (un DJ local los apodó luego OSGEMEOS) que frecuentaban la estación de metro de São Bento en San Pablo, bailando breakdance, rapeando y haciendo grafitis.

En 1993 conocieron y entablaron amistad con Barry McGee, el grafitero estadounidense conocido por su ingeniosa y socialmente comprometida imaginería figurativa, quien se encontraba de viaje en Brasil. Empezaron a colaborar con él y se hicieron amigos para siempre.

Para la década del 2000, los gemelos Pandolfo ya realizaban grandes murales en muros de la ciudad y vagones de metro, mientras exponían paralelamente en galerías comerciales. En el 2004, en vísperas de los Juegos Olímpicos de Verano, fueron invitados a realizar dos murales en la ciudad anfitriona, Atenas.

Al año siguiente realizaron su primer mural neoyorquino frente a una estación de metro de Coney Island, y posteriormente realizaron un mural en el centro de Manhattan, en el mismo lugar (la intersección de la calle Houston y el Bowery) que un famoso mural de Keith Haring. Estaban estableciendo un linaje en el movimiento urbano globalizado.

Para la década de 2010, sus obras se volvieron cada vez más ambiciosas, tanto en escala como en complejidad. Se hicieron conocidos por pintar figuras a las que llamaban "Gigantes": figuras enormes de piel amarilla, rostros anchos y cómicamente expresivos, piernas delgadas y ropas coloridas inspiradas en parte en la vestimenta tradicional brasileña.

Cuando el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston les dedicó una exposición individual en 2012, la exposición se complementó con un mural a gran escala encargado: un niño con pijama estampado agachado en un espacio que armonizaba perfectamente con la silueta del edificio. Una explosión de color y estampados en el grisáceo centro de Boston transformó por completo el paisaje urbano. Afortunadamente, la presentación en el Hirshhorn incluyó un montaje de fotografías ampliadas de este y otros murales conocidos.

Por supuesto, la aceptación institucional en forma de murales por encargo es algo que los brasileños han buscado como en su momento otros grafiteros y autores callejeros.

Sin embargo, dentro de la comunidad del grafiti, el éxito en el mundo del arte, en forma de muestras retrospectivas o monográficas en museos, además de la representación por parte de marchantes en galerías comerciales, causan un daño irreparable a su credibilidad en la calle. Pero Os Gêmeos parecen estar cómodos con su fama y creciente afluencia.

Exuberancia como categoría

Gran parte de la imaginería de Os Gêmeos está impulsada, como suele ocurrir con los mundos de fantasía, por la nostalgia. Una galería está dedicada a "Tritrez", un mundo místico inventado por los gemelos, un lugar donde "no hay nada de qué preocuparse" y "todo está en armonía".

Empezaron a hablar a sus padres sobre este mundo cuando tenían cinco años aproximadamente, describiéndolo como si fuera el cielo. De hecho, sienten que vivieron allí antes de nacer y dicen que volverán allí algún día, cuando mueran. Sus creencias sustentan una suerte de animismo metafísico, algo común en Brasil, aunque no lo llaman religión, porque se relaciona con sus orígenes: explica de dónde vinieron, su turbulenta llegada como bebés prematuros, un mundo mágico que querían replicar y compartir con los demás.

En una de las salas con aspecto de santuario, que incluye diseños geométricos y esculturas totémicas, se han colgado coloridas pinturas sobre papel pintado estampado, al estilo de las exposiciones de vacas de Andy Warhol. La instalación, según el texto sobre el mural, combina “geometría mística y sagrada, referencias a películas de los años 70 y 80 como La Montaña Sagrada (1973) y Flash Gordon (1980), y el estilo afrofuturista de grupos de hip-hop como Soulsonic Force de Afrika Bambaataa, ofreciendo una visión cálida y acogedora de la espiritualidad moderna”.11

No debe extrañar, entonces, que sus pinturas estén inspiradas a veces por paisajes y gentes brasileñas, otras por extraterrestres y viajes interplanetarios. Su esencia es la ternura (en formas expresivas), combinada con un diseño llamativo y patrones audaces. Para lograr una fiel representación de sus temas de inspiración combinan imágenes dibujadas y pintadas en acrílico y aerosol con franjas de lentejuelas brillantes.

La exposición recién concluida incluyó todo tipo de esculturas e instalaciones, incluyendo una exhibición de decenas de altavoces antiguos, un zootropo (los dispositivos protocinemáticos que crean una ilusión de movimiento con un cilindro giratorio e iluminación estroboscópica) y La habitación de la luna, una instalación poética de un dormitorio bañado por la luz de la luna.

Gran parte de la segunda mitad de la muestra estaba dedicada a una celebración nostálgica de la cultura del grafiti de los años 70 y 80 del siglo pasado. Una serie de pinturas muestra personajes de ese mundo, a menudo con la cara cubierta (para protegerse de los vapores de pintura y preservar el anonimato), pintando los trenes del metro de Nueva York por la noche.

image host Tritrez, 2014. Pintura en aerosol y lentejuelas sobre madera. Os Gêmeos. Museo Hirshhorn, Washington, D.C. Foto AKEZ.

Para Os Gêmeos, lo importante en esta fase estratégica de su carrera hacia el mundo del arte formal no son las viejas categorías de sincero y fascinante o ameno y estridente, sino la exuberancia como evidencia su retrospectiva.

Fase rococó callejero

La tónica en su obra en general es fantástica y épica, ligera y etérea, como un sueño de felicidad con un trasfondo de melancolía. En su proceso creativo han adquirido una destreza que hace que cada obra luzca exquisitamente pulida y detallada, ofreciendo un espectáculo de técnica natural que invita a contemplarlas largamente.

Las delicadas líneas negras que recorren muchas de sus imágenes evocan una llovizna de carbón con base en su oficio en la pintura con aerosol y otras técnicas mixtas. El color prismático de muchas de sus composiciones en gran formato tiene un grado de saturación inusual en el grafiti.

Sus enormes murales ciertamente captan la atención y la imaginación, destacándose por sí solos en paisajes urbanos. Pero cuando sus obras de arte más pequeñas se limitan a un museo, como en este caso, las imágenes comienzan a resultar repetitivas, aunque parezca provenir de un cuento de hadas. Claro, las personas y las cosas a menudo levitan o están apiladas de forma imposible, y el entorno es un poco irreal: húmedo y seco a la vez, o duro y esponjoso.

Pero tanto el metro de Nueva York como las favelas de San Pablo están presentes en el casi millar de obras exhibidas, y las figuras visten prendas con estampados brillantes que parecen verdaderamente brasileñas. No faltan peces con escamas de muchos colores. A menudo llevan algo en la boca, como los portadores de buena suerte que se supone que son: pequeñas chozas radiantes, personas o cabezas, figuras completas.

Como ha escrito la crítica Roberta Smith, su obra califica dentro del

realismo mágico con un toque de crudeza. Si bien la avalancha de figuras, episodios y colores resulta al principio abrumadora, una lectura superficial de izquierda a derecha sugiere algunas posibilidades narrativas. Básicamente … es una historia de escape y crecimiento que comienza en la oscuridad y, tras seguir algunos consejos de la Biblia, El Bosco y M. C. Escher, termina en un impresionante vórtice de brillante color.12

Estas obras, ingeniosamente compuestas, celebran una actividad que muchos aborrecen. Pero están tan suavizadas y cargadas de nostalgia (el hip-hop y el grafiti alcanzaron la edad adulta) que parecen completamente inocuas.

Por ello, vale la pena considerar si su estética tiene futuro. O como pregunta el crítico Sebastian Smee,

¿la indudable originalidad de su obra se convertirá en nostalgia, una nostalgia que puede tener un gran atractivo ahora mismo, pero que está destinada a marchitarse y desvanecerse? ¿Su logro representa algo más que un ejemplo notable de la aceptación de la cultura del grafiti en el mundo artístico? ¿Sus patrones frenéticos y alegres son simplemente una tapadera para la ternura y el kitsch de los recuerdos color de rosa?”.13

La obra de Os Gêmeos es indudablemente imaginativa y caprichosa, como adentrarse en un sueño o en un universo alternativo reconfortante. Si bien abarcan una amplia gama de medios, poseen un estilo preciso y refinado que ha transitado inexorablemente del grafiti callejero al arte formal de exposición.

Su futuro como artistas no callejeros, como parte de las respuestas a las interrogantes ya citadas, depende ahora de que encuentren una manera de conectar con el presente más que evadirlo sin abandonar su fortaleza creativa en el lienzo interminable de los espacios públicos urbanos.

Notas

1 Graffiti in Its Own Words. Dimitri Ehrlich and Gregor Ehrlich. New York. June 22, 2006.
2 Baudrillard, J. (1993) Symbolic Exchange and Death. London: Sage.
3 Kuttner, Theodore. 2015. OSGEMEOS and the Institutionalization of Street Art: Cyclical Narratives. Universidad der Hamburgo, Alemania.
4 Manco, T. (2005) Lost Art; Neelson, Caleb. Graffiti Brasil. London: Thames & Hudson. P.46
5 Sjöstrand, T. (2012) São Paulo: City of pixação. UP, Vol. 45, P.31.
6 Procopio de Carvalho, C. (2009) In: R. Silva (Ed.), Catalogue: Os Gemeos – Vertigem. São Paulo: Fundação Armando Al- vares Penteado.
7 Bengtsen, P. (2014). The Street Art World. Lund: Almendros de Granada Press. Pp. 60 y 76.
8 Riggle, N. (2010) Street Art: The Transfiguration of the Com- monplaces. The Journal of Aesthetics and Art Criticism. Vol. 68, No. 3: pp. 243-257.
9 Lakin, Max (18 de julio, 2024). Beyond Outlaw: New Paths for Aging Taggers. New York Times.
10 Langlois, Jill. (27 junio, 2024). OSGEMEOS sacudió Brasil. ¿Podrán los Gemelos del Grafiti conquistar Nueva York? New York Times.
11 Isgro, Marina (2024). OSGEMEOS: endless story. Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington D.C., U.S.A. Rizzoli/Electa. P.7
12 Smith, Roberta (3 de Agosto, 2009). A World Springs to Life on an Urban Wall. New York Times.
13 Smee, Sebastian (31 de octubre, 2024). OSGEMEOS put on a vibrant show of street art at the Hirshhorn. Washington Post, U.S.A.