Estas pinturas cusqueñas, realizadas entre los siglos XVII y XVIII, representan escenas que ilustran el dogma católico a través de un lenguaje alegórico. Utilizando símbolos complejos y cargados de significado, los artistas buscaban comunicar conceptos teológicos de manera accesible a un público diverso, en un contexto donde la evangelización era una prioridad para la Iglesia.

Las obras se centran especialmente en la figura de Cristo como redentor de la humanidad. A través de composiciones narrativas y visualmente impactantes, se exalta su sacrificio y su papel central en la salvación, de acuerdo con la doctrina católica. Estas imágenes eran fundamentales para enseñar los principios de la fe a las poblaciones indígenas y mestizas, muchas veces en espacios como iglesias, conventos o colegios.

Además, estas representaciones también destacan el rol de la monarquía hispana como defensora y promotora de la fe católica. En muchas pinturas se incluye la figura de los reyes o símbolos del poder real, reafirmando la idea del monarca como brazo terrenal de la voluntad divina y garante de la expansión del cristianismo en sus territorios. Esta fusión entre religión y poder político era central en el arte virreinal del mundo andino.