Durante el siglo XV, los Incas se consolidaron como el imperio más grande del hemisferio sur al entrar en contacto con diversas sociedades, incluidas las costeras. El Estado Chimú, en la costa norte, controlaba toda la región hasta el límite central, mientras que el Estado Chancay se desplegaba en la costa central. Tanto la cerámica negra Chimú como la característica cerámica blanca Chancay se crearon sobre conceptos de abstracción.

Las aves habitan y representan al Hana Pacha; las serpientes, al Uku Pacha, en tanto que los felinos, al Kay Pacha. Elementos de estos animales –colmillos, garras, plumas, cabezas de serpiente– participaron como distintivos en las representaciones de líderes y divinidades, y si bien en cada cultura asumieron rasgos estéticos propios, la unidad conceptual e ideológica se mantuvo a lo largo de más de tres mil años.

En el estilo Chancay se distingue una tendencia a la síntesis formal en las formas y diseños de sus vasijas de cerámica. En este cántaro, el contorno circular circunscribe un área en la que se ubica un centro marcado por una cruz, que a su vez está delimitada por otro círculo. Como se puede ver, son varios los círculos concéntricos que se expanden en el cuerpo del contenedor para formar un diseño que remite a la expansión centrífuga desde un punto, un centro que es un marcador y que a la vez organiza un espacio. La armonía en el diseño está dada por la simpleza y sobriedad de sus líneas.

Los símbolos tradicionales de la cosmovisión andina se reinterpretan y se representan de formas renovadas. Esta botella presenta una serpiente bicéfala enroscada sobre sí misma a manera de una espiral, en alusión a la constante repetición de ciclos y a la posibilidad de un nuevo inicio de la vida que surge desde el mundo interior. Con perfección se transforma una composición globular en un espacio de cadencia y movimiento.