Para aquellos que no están en contacto directo con el desarrollo computacional podría parecer que la inteligencia artificial ha surgido aparentemente de la nada y se ha integrado en el día a día más rápidamente de lo que se pueda asimilar. Sin embargo, lleva milenios en la mente de los filósofos y más de medio siglo en desarrollo.
Desde los algoritmos que personalizan nuestras interacciones en redes sociales, hasta los asistentes virtuales que responden a nuestras preguntas, la IA está moldeando la forma en que tomamos decisiones y entendemos el mundo. Pronto, influirá también en cómo diseñamos espacios, accedemos a la educación y cuidamos nuestra salud. Esto llevará a que la visión de muchos expertos se vuelva realidad, pero de forma veloz y cambiando la vida cotidiana.
Esta tecnología funciona simulando el proceso de aprendizaje y de toma de decisiones, donde una máquina tiene como objetivo encontrar patrones dentro de grandes cantidades de datos y una vez encontrados realiza tareas específicas bajo las reglas que ha aprendido. Con esto se pueden crear sistemas que emulen a expertos de cada disciplina.
Para el caso de la arquitectura, el desarrollo de IAs específicas han estado presentes durante décadas con la introducción de los algoritmos generacionales para el diseño arquitectónico en la década de los setenta. Los cuales generan múltiples variantes de un diseño, evalúan su rendimiento según ciertos criterios, y luego seleccionan y combinan las mejores características para producir nuevas versiones.
Otros algoritmos notables incluyen los "Autómatas Celulares", que permiten generar formas complejas y simular patrones de crecimiento a través de una red de celdas que evolucionan con el tiempo e interactúan con celdas adyacentes. Utilizado para modelar el crecimiento urbano, patrones de ocupación, y la propagación en estructuras arquitectónicas, ofreciendo nuevas perspectivas en el diseño dinámico.
Asimismo, la "Optimización por Enjambre de Partículas", inspirada en el comportamiento de enjambres naturales, facilita que cada partícula explore un espacio de soluciones compartiendo información para encontrar la mejor opción. Este enfoque se aplica en la optimización de la distribución de espacios en un edificio, la ubicación estratégica de ventanas para maximizar la luz natural, y el diseño de estructuras con el objetivo de reducir el consumo energético.
Además, es importante destacar el uso creciente de los transformers, modelos que han ganado relevancia en los últimos años, especialmente en el procesamiento del lenguaje natural. Estos se utilizan en aplicaciones como los ChatBots y la generación de imágenes a partir de texto. Los transformers tienen la capacidad de comprender el lenguaje natural, interpretar el contexto y generar imágenes o respuestas con gran precisión. Algoritmos de gran ayuda para los arquitectos, permitiéndoles ahorrar tiempo al resumir códigos y normativas de construcción, o generar código de programación sencillo sin necesidad de dominar lenguajes complejos. Asimismo, ofrecen la posibilidad de generar imágenes precisas basadas en una breve descripción o modificar imágenes existentes según las instrucciones de un arquitecto.
Estas tecnologías en conjunto permiten, entre muchas otras habilidades, generar plantas, cortes, y fachadas arquitectónicas a partir de un conjunto de datos de entrada, como estilos arquitectónicos, restricciones del sitio, o preferencias del cliente. Pueden predecir el comportamiento de los ocupantes de un edificio, como los patrones de movimiento o el consumo energético, y generar visualizaciones fotorrealistas de proyectos en el estilo de arquitectos reconocidos en cuestión de segundos. Además, la IA es capaz de detectar anomalías en tiempo real en sitios de construcción, facilitando la supervisión automatizada de obras.
Con el avance exponencial que está experimentando esta tecnología se está creando una nueva era en donde los arquitectos serán testigos de cómo las IAs transformarán la disciplina tanto como lo hizo la introducción del diseño asistido por computadoras, si no es que más. Viendo estos avances, que prometen realizar tareas tradicionalmente atribuidas a los arquitectos, pero con un vasto conocimiento y sin cansarse, surge una pregunta inevitable: ¿podrán estas tecnologías reemplazar a un arquitecto?
En mi opinión profesional, como arquitecto desarrollando proyectos urbano-arquitectónicos de manera convencional, habiendo entendido la necesidad de optimizar la práctica profesional, lo cual me llevó a desarrollar estudios académicos cuya conclusión fue la creación de metodologías para integrar la inteligencia artificial en la práctica arquitectónica. Colaborando con importantes estudios de arquitectura internacionales, para desarrollar nuevos algoritmos de diseño generativo, análisis arquitectónico y optimización. He entendido que delegar completamente las tareas del arquitecto, en especial las tareas creativas a la IA es un error.
Aunque la IA posee grandes capacidades, también presenta limitaciones significativas. Está diseñada para realizar tareas específicas con gran eficiencia, pero no es capaz de abordar un proyecto arquitectónico de manera holística. Actualmente, no existe una herramienta que pueda gestionar todas las fases de un proyecto arquitectónico de forma integral. Las tecnologías disponibles pueden ejecutar tareas individuales de manera excelente, pero carecen de la capacidad para integrarse en un proceso completo sin la supervisión y el juicio humano.
Es importante también considerar que estas tecnologías están afectadas por los sesgos de las bases de datos y de los programadores que las crean. Esto puede llevar a que la IA reproduzca soluciones similares para problemas distintos que requieren enfoques únicos. Además, si varios arquitectos utilizan las mismas herramientas de IA, existe el riesgo de una homogenización en los diseños, lo que podría erosionar la diversidad y la innovación en la arquitectura.
Otro elemento para considerar es que la IA al enfocarse en optimizaciones medibles, como el confort térmico o la eficiencia en el uso de la luz natural, podría pasar por alto aspectos cualitativos, como la experiencia sensorial del espacio o las necesidades emocionales y sociales de las personas, ya que no comprende las sutilezas del contexto cultural ni puede empatizar con los habitantes de un espacio. Además de carecer de la capacidad de involucrar a los futuros usuarios en el proceso de diseño de manera activa.
Crear un edificio únicamente con IA podría resultar en un espacio funcional y eficiente, pero carecería de la sensibilidad estética y cultural que un arquitecto humano aporta.
A pesar de estas limitaciones, el no adoptar la IA podría colocar a los arquitectos en una desventaja competitiva. Aquellos que la integren en su práctica podrán ofrecer soluciones más rápidas, económicas y tecnológicamente avanzadas.
También, el no integrarla, podría significar perder la oportunidad de experimentar con nuevas ideas y avanzar en la disciplina de nuevas maneras. Desaprovechando su habilidad de explorar más opciones de diseño en menos tiempo, o perdiéndose de la capacidad analítica de la IA para procesar grandes volúmenes de datos que podrían informar mejor las decisiones arquitectónicas. Se dejarían de lado las simulaciones detalladas del comportamiento de edificios y espacios urbanos a lo largo del tiempo, así como el no contar con optimizaciones precisas, todo esto podría llevar a resultados menos eficientes e innovadores.
Entonces, entendiendo la importancia de integrar esta tecnología en la disciplina del arquitecto, queda la pregunta: ¿qué papel tendrá este en la era de la Inteligencia Artificial?
No es la primera vez que el arquitecto se tiene que adaptar a nuevas eras en la tecnología, la disciplina ha evolucionado en paralelo con la tecnología de su tiempo. Desde el lápiz y el papel hasta el diseño asistido por computadora, cada avance ha redefinido la forma en que los arquitectos conciben y materializan sus ideas. Hoy, la inteligencia artificial se presenta como el próximo gran cambio, capaz de asumir tareas repetitivas y analíticas, liberando a los arquitectos para enfocarse en lo que realmente importa: la creatividad, la innovación y la conexión emocional con los espacios que diseñan.
Con esto se puede visualizar un futuro de sinergia entre la creatividad humana y la eficiencia tecnológica. Donde el arquitecto utilizará la IA para realizar simulaciones complejas en cuestión de segundos, optimizar la eficiencia energética con gran precisión, y analizar grandes cantidades de datos sin esfuerzo, permitiéndole explorar múltiples opciones de diseño y tomar decisiones más informadas. Al mismo tiempo, se liberará de tareas mecánicas, como la generación de planos o la verificación de normativas, lo que le permitirá dedicar más tiempo a comprender profundamente los problemas espaciales, culturales y sociales que sus proyectos deben resolver.
Creando así un arquitecto con la habilidad de integrar las herramientas de Inteligencia Artificial de manera que potencien, en lugar de remplazar, el toque humano.