Siempre he creído en la existencia de extraterrestres y en su visita a nuestro planeta. Ha sido una afición y creencia que he llevado en silencio y anonimato. De niño y adolescente, los domingos, al terminar los programas de análisis de la jornada del futbol mexicano, sintonizaba en el canal Galavisión el programa Tercer Milenio con Jaime Maussan para ver los últimos videos y fotografías de Objeto Volador no Identificado (OVNI) o Fenómeno Aéreo No Identificado (FANI). En las calles me gustaba ir a puestos de periódico a ver revistas especializadas en platillos voladores, con la vergüenza y discreción con que otras personas buscaban pornografía.

La posibilidad de otras vidas inteligentes y sus respectivas culturas, con una diversidad de cuerpos y formas biológicas; la política y conflictos de nuevos pueblos, y la maravillosa tecnología que los traería a la Tierra es fascinante y estimula la imaginación. Y si le añadimos el posible encubrimiento del gobierno, agencia de Hombres de Negro (humanos o extraterrestres) persiguiendo a quienes investigan y la asimilación de tecnología que no es de nuestro planeta. Extraterrestres que abducen, otros violan, otros buscan educar o entender… El fenómeno OVNI, de ser real, es el evento más importante en la historia de este planeta y nuestra especie.

Hace unos días en una audiencia pública ante el Congreso de los Estados Unidos de América unos exoficiales del Pentágono denunciaron bajo juramento que el gobierno americano oculta evidencia sobre naves y restos biológicos de origen «no humano». Ryan Graves y David Fravor, dos exaviadores de la Marina; y David Grusch, veterano de combate y exoficial de la oficina de inteligencia del Pentágono declararon en una audiencia del Subcomité de Seguridad Nacional en la Frontera y Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, llamada: «Fenómenos anómalos no identificados (FANI, por sus siglas en inglés): implicaciones para la seguridad nacional, la seguridad pública y la transparencia gubernamental».

Aprovechemos las declaraciones de Ryan Graves, David Fravor y David Grusch para hablar, con seriedad, sobre la posibilidad e implicaciones de visitantes extraterrestres al planeta tierra.

En primer lugar; ¿es viable la existencia de vida en otros planetas? ¿En su caso, es posible su visita a nuestro planeta?

La existencia de vida en otros planetas es una posibilidad entre dos tensiones. Por un lado, la inmensidad del espacio y lugares donde es posible que se haya desarrollado vida; 100 000 000 000 galaxias conocidas cada una con entre 100 000 000 000 y 1 000 000 000 000 estrellas, se estima que ⅕ de estas estrellas tiene al menos un planeta donde podría darse la vida. Si en la Vía Láctea, nuestra galaxia solo el 0.1% de esos planetas tuviera vida estamos hablando de 1 000 000 de planetas habitados. Si tomamos en cuenta que la estrella más vieja de nuestra galaxia es de 13 miles de millones de años y la Tierra donde sabes que hay vida tiene unos 4 mil millones de años, las posibilidades de vida en algún momento de nuestra galaxia son casi infinitas.

Pero ¿dónde están?, ¿por qué no los hemos detectado? Esta es la paradoja de Fermi. Es aquí donde entra la segunda tensión para la posibilidad de la vida en otro planeta: las condiciones para que esta se dé son muchísimas, volviéndola casi un milagro cuántico (expresión del Dr. Manhattan). En lo macro, se necesita que el planeta donde se desarrolle la vida esté libre de la violencia del universo: colisiones entre cuerpos celestes, explosiones de supernovas, radiación y alteraciones gravitatorias. El universo es una bestia feroz y agresiva. Por lo tanto, para que se dé la vida sería necesario: una galaxia que se encuentre medianamente aislada del resto (sí las galaxias colisionan entre ellas, el terror), sistemas solares en zonas de baja densidad de estrellas (como el nuestro que está en un «suburbio» de la Vía Láctea y no en el centro o en uno de sus «brazos»). Además, el planeta dentro del sistema solar necesita protección contra asteroides y otros objetos celestes para que no se estrellen contra el planeta destruyendo los procesos biológicos; pregunten a los dinosaurios (nuestro planeta Tierra tiene en Saturno, Júpiter y la Luna, muy eficientes guardaespaldas contra la basura espacial).

Además de ello, se necesita que el planeta con vida esté en una zona específica del sistema estelar, ni muy cerca porque se quema ni muy lejos porque se congela. Hasta donde sabemos también se necesita que el planeta tenga un movimiento rotatorio y un eje planetario que permita que no solo una zona del planeta se caliente mientras otra se hiela. Si no fuera todo esto suficiente no cualquier estrella puede albergar vida como la conocemos; se necesita una estrella de segunda o tercera generación, donde sus planetas tengan elementos más complejos como nitrógeno, oxígeno, carbono, que se generan en las explosiones de las estrellas de primera y segunda generación.

Por último, otra vez hasta donde sabemos (pues no podemos hablar de lo que no sabemos), se necesita que en el planeta abunde un elemento como el carbono que permita la diversidad de reacciones que permite la química orgánica. Y no hay que olvidar que la evidencia que tenemos nos dice que no todas las fuentes de vida evolucionan para ser inteligentes, ni todas las culturas generan la tecnología que permite la investigación y mucho menos la exploración espacial.

Esta segunda tensión reduce la posibilidad de vida en otros planetas. La interacción de ambas tensiones hace que no sea posible afirmar si existe o no existe vida en otro planeta. Todos deberíamos ser agnósticos alienígenas.

Por el bien del texto, supongamos que sí hay planetas con vida, vida inteligente con la tecnología para explorar el espacio. ¿Qué probabilidad hay que vengan a nuestro planeta? Muy poca, pues el universo introduce tres dificultades más: las grandes distancias, medidas en miles o millones de años luz (un año luz es una unidad de longitud utilizada para medir distancias astronómicas que equivale aproximadamente a 9.46 × 1012 km (9 460 730 472 580.8 km). Si esto fuera poco el universo está en constante expansión, por lo que las distancias son cada vez mayores. Por último, no solo la distancia es un problema sino la dilatación temporal, nos dice la física de la relatividad que no existe un tiempo universal sobre el cual todos los eventos transcurren, sino que, debido a la gravedad, cada cuerpo tiene un tiempo, un «reloj», distinto: por lo que el ahora que vivimos no es el mismo ahora que el que vive una civilización extraterrestre en otro planeta o en una nave espacial.

Con todo lo anterior, si tenemos visita de extraterrestres en nuestro planeta hay tres opciones:

  1. Tienen tecnología suficiente para viajar más rápido que la luz (lo cual sabemos que es imposible para seres con materia) o distorsionar de algún modo el continuo espacio-tiempo o que viajen por hoyos de gusano (cuya existencia es solo, para nosotros, teórica).
  2. Sean seres de otra dimensión o universo paralelo.
  3. Los extraterrestres son originarios de planetas o cuerpos celestes cercanos. Los mejores para esto son: Marte (en alguna región no explorada por los terrícolas), Venus (si y solo si viven por encima de las nubes radiactivas del planeta, estilo Bespin en Star Wars) o los satélites de Júpiter (sobre todo aquellos con agua y fuentes de calor interna).

En lo personal, pienso que la mayor probabilidad es que nuestros visitantes sean nuestros vecinos del sistema solar.

Cambiando de enfoque, los reportes de visitas y avistamientos extraterrestres tienen su propia historia. Si bien hay algunos reportes o indicios de visita extraterrestre a lo largo de la historia, algunos afirman que las leyendas y mitos del pasado son interpretaciones de los hombres antiguos a visitas extraterrestres (buena idea para literatura, pésima para explicar el pasado), la historia de OVNI y FANI inicia en los desiertos de Nevada y Nuevo México en la década de 1940. Desde entonces las observaciones de estos fenómenos y sus evidencias se han incrementado. Y si bien se presentan en todo el mundo, la mayoría de estos eventos se dan en los Estados Unidos de América.

Para un escéptico todo esto se explica muy fácil. Cada vez hay más personas con cámaras viendo hacia el cielo y la voluntad de creer.

Para los que creemos en la veracidad de algunos de estos fenómenos (I want to believe) hay otra explicación: el incremento de este fenómeno, en tiempo y geografía coincide con el inicio de la era atómica, con el desarrollo de tecnología humana para liberar la energía con la fisión nuclear. Quizás nuestros vecinos del sistema solar detectaron la energía nuclear que los humanos logramos generar, por lo que vinieron a ver qué estaba pasando en el planeta azul. Algunos al venir sufrieron un accidente el 2 de julio de 1947 cerca del pueblo de Roswell, Nuevo México. De ese accidente, y otro en las llanuras de San Agustín del mismo día, serían parte de las evidencias físicas y biológicas de las que hablaron Ryan Graves, David Fravor y David Grusch.