Mis amigos artistas y yo estamos un poco mosqueados. El otro día un amigo artista gráfico, muy bueno en lo suyo, me decía que estaba casi deprimido pensando en el futuro de la inteligencia artificial y su uso en las creaciones gráficas. No es para menos. Las noticias no son muy prometedoras para los creadores artísticos sea la faceta que sea. Un ejemplo de lo que os digo es la fotografía creada, en parte, haciendo uso de inteligencia artificial que ha resultado ser la ganadora de la última edición de los Sony World Photography Awards. El fotógrafo Boris Eldagsen, ganador del premio renunciaba al mismo tras haberse hecho público. El muy intrépido explicaba su motivación: tratar de averiguar si los concursos de fotografía están preparados para la IA.

¡Claro que no lo están!

¿Y quién lo está?

«Necesitamos un debate abierto», decía el artista, «en el mundo de la fotografía sobre lo que queremos considerar fotografía y lo que no». Y concluía con una afirmación «las imágenes de IA y la fotografía no deberían competir en premios como este. Son cosas diferentes».

En el mundo de la música estamos igual. Universal junto con Spotify y otros grandes distribuidores están poniendo trabas y preparan una denuncia conjunta contra esta nueva industria de la IA. No quieren que sus competidores tecnológicos sigan alimentando sus algoritmos de inteligencia artificial con los éxitos que hay en sus plataformas musicales.

¿Cuánto tardará la inteligencia artificial de estas empresas en crear la nueva canción del verano o un éxito multiventas? ¿Cuántas canciones tendrán que escanear, desmenuzar y analizar hasta ser capaces de crear la mejor de todas las canciones creadas hasta ahora?

Lo tienen fácil si pensamos en le reggaetón. Más allá de la broma fácil, si os ponéis a pensar, el público se está acostumbrando a un ritmo cada vez más apabullador y reutilizado, a voces cada vez más deshumanizadas (auto tune a tope) y eso allana claramente el camino para tener un superéxito creado 100% por un music-bot muy bien entrenado, que haya «escuchado» todas las canciones que ni tú ni tus amigos juntos podrán escuchar en miles de vidas una detrás de otra.

Pero tranquilos, que los escritores tampoco nos salvamos. Hoy ChatGPT sigue aprendiendo y todavía comete errores, pero a más de un profesor de secundaria ya se la ha colado. Los adolescentes tienen una forma fácil de hacer la tarea y por lo menos confundir a los pobres profesores, pero no sé cuánto faltará para que llegue a las librerías el primer best-seller-bot.

Voy a jugar el mismo juego que con la música. Seguro que se habrán enterado de algunas publicaciones de dudosa calidad literaria que han sido un éxito de ventas. No voy a analizar el hecho. Más de uno conocerá a «creadores de contenido» que triunfan en le mundo de las letras más por su popularidad que por la calidad literaria de sus textos. No lo juzgo, el lector es el que manda en esto; es, a final de cuentas, una industria, nos guste o no a algunos. Bueno, imaginaros lo que puede hacer en esa industria la irrupción del mega productor de libros que no se cansa nunca de crear historias huecas, pero que enganchan…

El best-seller-bot sería capaz de crear todo tipo de historias bobas, siempre que tuvieran eso adictivo que engancha y obliga al lector a pasar de página por más que sepa que al final del libro no se quedará con nada. Que era un entretenimiento vacío en el que no necesitaba pensar, solo disfrutar de banalidades que le gustan cada vez más porque se va volviendo poco a poco como los personajes que hay en sus historias: triunfadores, rudos, clarísimamente definidos, exitosos y para nada impredecibles. Un best-seller-bot para hacer ese tipo de historias no creo que necesite «leer» mucha literatura ni muy variada. Eso ya está inventado Hay editoriales y algunos autores que están asociados a una maquinaria formada por lo que llamamos «negros» en el mundo de las letras. Pero hasta esos «negros» cobran por su trabajo y se cansan de hacer lo que hacen y algunos hasta terminan publicando bajo su sombre un día… Con el best-seller-bot las editoriales no correrán ni siquiera ese riesgo.

Hay otros que dicen que no hay que estar preocupados, que como ya sucediera en otras ocasiones en la historia del arte, nuevas tendencias que parecen disruptivas, con el tiempo se transforman en comunes y terminan siendo asimiladas. No lo descarto y tampoco quiero ser agorero, pero en este caso hay una diferencia sustancial: el creador delega parte de la acción de crear a una tecnología. En realidad, pasa a ser cocreador junto con la tecnología que usa y eso sí que es novedoso y llamativo. ¿Estamos preparados para crear asistidos o asistiendo a un ente inanimado que tiene capacidad de decisión (basada en algoritmos que aprenden por sí mismos sin un control estricto)?

Por mi parte voy a probar estas tecnologías y espero contaros en sucesivos artículos mi experiencia. ¿Estoy jugando con fuego? Sí. La humanidad lo ha hecho desde que lo descubrió; desde que pasó de caminar en cuatro patas a usar las manos para hacer herramientas. Se llamaba evolución, ahora ya no sé si estamos más allá de eso y estamos por cruzar otra línea mucho más difusa de la que puede que no podamos volver… Aunque de aquella tampoco volvimos (ni queremos volver a ser esos proto humanos, ¿no?).

El futuro es hoy, la IA está aquí, el arte ya no será el que es, ya no lo es.

La pregunta ya no es qué creamos, la pregunta es ¿cuánto está hecho con IA y cuánto con nuestra propia creatividad? Hablaremos de porcentajes, de proporciones, de salud mental y de calidad de los algoritmos.

El futuro es hoy, el arte ya no es el que era.