Desde que comenzamos a explorar el mundo en el preescolar, muchos de nosotros hemos encontrado en el dibujo una forma de expresión y creatividad que nos conecta con lo que nos rodea. A lo largo de los años, esta práctica no solo ha sido un pasatiempo, sino también una ventana para imaginar cómo podríamos transformar la realidad si tuviéramos herramientas que nos permitieran interactuar con la naturaleza de una manera más profunda y sinérgica. En este contexto, surge la idea de desarrollar un chip de diseño que no funcione como un sistema tecnológico convencional, sino que opere en armonía con los elementos naturales, permitiéndonos crear no solo con colores, sino con la materia misma.
Imaginemos, por ejemplo, que al dibujar agua no solo representáramos su forma y color, sino que realmente pudiéramos hacerla aparecer. O que, al trazar arena, esta se materializara ante nuestros ojos. Este concepto va más allá de la imaginación: se trata de una fusión entre la tecnología y la naturaleza, donde los límites entre lo digital y lo físico se desdibujan. Además, ¿qué pasaría si pudiéramos integrar hologramas en nuestros dibujos? Con lentes de realidad aumentada, podríamos proyectar imágenes tridimensionales que se integren en el espacio físico, creando una experiencia interactiva sin precedentes.
Como ingenieros químicos, hemos estudiado cómo los láseres pueden utilizarse para crear hologramas en el espacio. Al ionizar estos hologramas, podríamos atraer materia y hacer que se integre en el mundo real. Por ejemplo, podríamos proyectar un dron en nuestro visor y, mediante este proceso, hacer que aparezca físicamente. Una vez que dejemos de usarlo, el dron podría retraerse y volver al sistema interno de los lentes, listo para ser utilizado nuevamente. Esta tecnología no solo es posible, sino que está directamente relacionada con nuestro entendimiento actual del mundo y sus leyes físicas.
Sin embargo, para crear sistemas que funcionen en sinergia con la naturaleza, debemos cuestionar muchas de las teorías y preconcepciones que hemos internalizado. Nuestra percepción del mundo está limitada por nuestra evolución biológica. Por ejemplo, nuestros ojos no son sensibles a la luz ultravioleta, lo que significa que no podemos ver el verdadero color del océano en sus profundidades. En lugar de aparecer como un azul oscuro, debería verse como un violeta oscuro, pero nuestra falta de sensibilidad a este color nos impide percibirlo. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿cuánto más del mundo estamos ignorando debido a nuestras limitaciones sensoriales?
La materia oscura y la energía oscura son ejemplos de fenómenos que, aunque no podemos ver directamente, influyen en el universo. Si pudiéramos sensibilizarnos a estas fuerzas, podríamos percibir un mapa más completo de la realidad, donde, por ejemplo, un cubo representaría la materia oscura junto a la esfera que es nuestro planeta. Estas interacciones entre lo visible y lo invisible nos muestran que nuestro contacto con el mundo es más complejo de lo que creemos.
Para crear tecnologías que realmente funcionen en armonía con la naturaleza, debemos desprendernos de las teorías que limitan nuestra comprensión. Al intentar interactuar con elementos como el oro o la plata, es posible que nunca hayamos logrado un contacto pleno debido a que solo percibimos el 4 % de la luz existente. Esto significa que, metafóricamente, podríamos estar "agarrando el oro por las orejas" en lugar de interactuar con su esencia real. Las cosas no son simplemente la suma de sus características; debemos ser más sabios y dejar espacio para que la realidad se manifieste en su totalidad.
Un ejemplo de esto es la teletransportación. Si quisiéramos crear un puente estable entre un lugar de origen y un destino, necesitaríamos gemas que mantuvieran un equilibrio preciso. Sin embargo, no sabemos exactamente cómo combinar estos elementos en un laboratorio sin que exploten, porque las cosas no siempre se comportan como las hemos aprendido. Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de crear sistemas que permitan la manifestación de los elementos de manera natural, sin forzar su interacción.
Imaginemos un sistema donde podamos dibujar con agua real, utilizando un banco de sustancias que evite la contaminación y permita la formación molecular del agua en el dibujo. Al guardar la creación, el agua se separaría en sus átomos componentes, permitiendo un reciclaje eficiente. Este enfoque no solo sería revolucionario, sino también sostenible. Además, si pudiéramos sincronizar este sistema con nuestras ondas cerebrales, podríamos dibujar con la mente, traduciendo nuestras vibraciones mentales en creaciones tangibles.
La luz blanca, por ejemplo, contiene todos los colores del espectro visible. Si pudiéramos decodificar las frecuencias de cada color, podríamos transmitir información compleja, como la imagen de una casa, a través de la luz. Esta comunicación a través de frecuencias es natural y podría ser la base para crear "materiales emergentes" (pop-up materials) que no solo nos permitan dibujar, sino también dejar mensajes y tesoros de ideas en nuestras creaciones.
En última instancia, este enfoque nos permitiría no solo crear dibujos, sino también hologramas que se integren en el mundo real. Al definir los colores como partículas, podríamos empotrar hologramas en la materia, creando nuevos elementos y expandiendo las posibilidades de lo que podemos diseñar. Cuando dibujamos, muchos de nosotros buscamos hacer algo nuevo, algo que trascienda lo convencional. Con estas herramientas, podríamos llevar nuestra creatividad a un nivel completamente nuevo, donde los crayones y los pinceles sean solo el comienzo de una revolución en el diseño y la creación.
Este proyecto no es solo un sueño; es una invitación a reimaginar cómo interactuamos con la tecnología, la naturaleza y nuestra propia creatividad. Al fusionar lo artesanal con lo científico, podemos crear un futuro donde la innovación no tenga límites.