De camino a mi restaurante de ramen de confianza siempre me quedo embobada con su escaparate. Y es que cada una de las réplicas de platos que tienen ahí expuestos, es una obra de arte en sí misma. Me llamó la atención la primera vez que lo vi y me sigue llamando cada vez que vuelvo. Esa reproducción tan cuidada, tan apetecible, tan perfecta, que solo se delata por el excesivo glow de los ingredientes. He de confesar que fue precisamente esto (el Shokuhin sampuru) lo que me llevó hace casi tres años a entrar ahí. «¡Qué buena pinta!»- pensé. «Probémoslo».

¿Qué es el Sampuru?

El Sampuru es una técnica japonesa que surgió en 1917 en Gujo Hachiman (un pueblo a unas 3 horas de Tokio), y que se utiliza en la industria alimentaria para representar productos de forma atractiva. Proviene de la palabra inglesa sample, que significa muestra y se trata de una réplica a escala de un producto real, que se utiliza para mostrar cómo se ve este cuando se sirve o se presenta.

En los restaurantes japoneses, los Sampuru se colocan en la ventana o en una vitrina para que los clientes puedan ver cómo se ve un plato antes de pedirlo. En Japón era común en la década de los años 20, puesto que no se estilaba el uso de menús por aquel entonces, y también resulta especialmente útil para los turistas que no hablan el idioma o no están familiarizados con los nombres de los platos. En este sentido, lo único que tienes que hacer es señalar el modelo que más te haya entrado por los ojos y esperar con ansias para degustarlo en su formato real. Eso sí, además del sabor, como te comentaba, lo que echarás en falta en esas muestras de comida hiperrealistas es el delicioso olor a comida recién hecha, ya que los materiales con los que está hecho el sampuru dista mucho de los ingredientes reales.

La técnica del Sampuru

Los Sampuru se hacen a mano y se fabrican con una mezcla especial de resinas y ceras que se moldean y se pintan para que parezcan lo más realistas posibles. Algo curioso es que esta fake food de plástico, según un artículo del periodista Kim Wall, «puede llegar a costar 10 o 20 veces más que los platos que anuncia», por lo que, considerándolo como una inversión en publicidad de la carta del local, la verdad es que resulta rentable.

Los fabricantes de Sampuru suelen trabajar con fotografías de los productos para garantizar que cada detalle, desde el tamaño y la forma, hasta el color y la textura, se reproduzca con la mayor precisión. Al final, se trata de una forma de arte que requiere destreza, habilidad y mucha paciencia.

De alguna manera, me recuerda a los profesionales de la fotografía gastronómica que hacen réplicas de comida para cadenas de fast food famosas, que a priori parecen muy apetecibles pero que en realidad ni siquiera son comestibles. Precisamente lo mismo ocurre con el Sampuru, que ha sido criticado por su falta de autenticidad.

¿Una fake food con falsas expectativas?

Aunque las réplicas son muy detalladas, los Sampuru no son reales y no reflejan con precisión el sabor, la textura y muchas veces el aspecto del plato real. Las críticas incluso argumentan que es casi como una forma de engañar al cliente, ya que puede dar a entender que se está obteniendo exactamente lo que se ve en la réplica y no siempre es así.

Esto me hace pensar en el clásico trend «lo que pedí vs. lo que recibí». Un producto aparentemente perfecto que parece una cosa, pero es otra. Algo que, cuando te llega, no cumple con tus expectativas, pues no es para nada lo que esperabas y solo te queda devolverlo y puntuar el artículo con una mísera estrella.

Entonces, ¿con la comida y el sampuru nos pasa lo mismo? ¿Juegan nuestras expectativas un papel fundamental en nuestra experiencia gastronómica a la hora de degustar ese plato que tan buena pinta tenía en la foto, en el sampuru o incluso en nuestra imaginación? ¿Es un emplatado perfecto sinónimo de buen gusto y buen sabor? Y, por otro lado, ¿están fomentando movimientos como el #FoodPorn que comamos más por los ojos?

Una corriente totalmente opuesta es la de los restaurantes que apuestan por una carta o menú sin fotografías. Buscan sorprender al comensal en el momento de servir los platos, haciendo que la única visión que tengas de este sea la de tu imaginación al leer cada uno de los ingredientes que contiene. ¿Es esto una forma de jugar con nuestra mente y nuestra experiencia gastronómica para no condicionarla antes de tiempo? Al final, cada restaurante opta por una estrategia propia, también dependiendo del producto que ofrece y la percepción que quiere hacer vivir a sus clientes.

Los Sampurus, en este caso, tienen la misma función que las fotografías de las cartas: atraer de forma visual sin pensar tanto en lo que lleva el plato sino en cómo luce. Seguro que muchas veces has pedido algo porque era simplemente bonito, sin darle más vueltas a lo que llevaba. Se trata de un movimiento extendido sobre todo entre el público joven, que está acostumbrado a compartir en sus redes los momentos más aesthetic. Y aquí el Sampuru, sin duda, sale ganando.

Como herramienta de marketing, su potencial es indiscutible y sigue revolucionando a día de hoy las espectaculares vitrinas en las que se expone, haciéndole la boca agua a todo aquel que, como yo, se queda embobado mirándolas. Y es que por muy falsa que sea esta comida, las ganas que te dan de comer son muy reales.