Imagina que, sin percatarte, estás comiendo diminutos fragmentos de plástico, al momento de beber agua, comer pescado o usar sal en preparación de comidas. Suena preocupante, pero es una realidad cada vez más avalada por estudios científicos. Estas partículas, llamadas microplásticos, están invadiendo sigilosamente nuestra cadena alimentaria; y, llegando hasta nuestro organismo. Aunque no los vemos ni los sentimos, estas moléculas minúsculas están en todas partes: aire, agua, suelos; y, definitivamente en nuestros alimentos. Sin embargo, debemos plantearnos las siguientes interrogantes: ¿Qué tan peligrosos son? ¿Cómo llegaron hasta nuestra mesa? Y, sobre todo, ¿qué podemos hacer para protegernos?

Este artículo intentará guiar en todo lo necesario para conocer desde la definición de los microplásticos hasta la manera de evitarlos. Porque entender el problema, es el primer paso para cambiarlo.

Conociendo a los microplásticos

Son fragmentos de plástico con diámetro menor a 5 milímetros. Se clasifican en primarios (fabricados directamente en ese tamaño, como microesferas exfoliantes) y secundarios (producidos por la degradación de plásticos mayores). Las principales fuentes son:

  • Primaria: exfoliantes, productos de higiene personal, textiles sintéticos, pellets industriales.

  • Secundaria: degradación de bolsas, botellas, redes de pesca, etc.

  • Otras: desgaste de neumáticos, pintura, transporte marítimo.

Su presencia en alimentos y en el agua potable plantea inquietudes, debido a su potencial bioacumulativo y efectos tóxicos de sus aditivos químicos. Esta revisión expone evidencia científica sobre análisis de microplásticos en alimentos; sus posibles efectos en la salud humana; y, las posibles respuestas regulatorias y tecnológicas al problema.

Posibles impactos en la salud

Aún no hay consenso definitivo entre los investigadores sobre los efectos a largo plazo de los microplásticos en el cuerpo humano, pero los estudios ya encienden señales de alerta:

  • Presencia en el cuerpo: detectados en sangre, pulmones y placenta.

  • Inflamación y estrés celular: estudios en animales muestran daños en tejidos y microbiota.

  • Contaminantes adheridos: Ftalatos, BPA y otros químicos tóxicos

A medida que la preocupación crece, la ciencia y las políticas públicas comienzan a actuar:

  • Investigaciones activas: Nuevas técnicas de detección y estudios toxicológicos.

  • Organismos internacionales: OMS, FAO y EFSA piden precaución.

  • Regulación del plástico: Restricciones a plásticos de un solo uso.

  • Tecnologías en desarrollo: Filtros avanzados y materiales alternativos.

Microplásticos en alimentos de Perú y Latinoamérica: evidencia científica regional

Mariscos y pescados

En Perú, un estudio de Vallejos et al. (2021) encontró microplásticos en peces comerciales capturados en la zona de Lima y Callao. El 70% de las 140 especies tenían fragmentos de plástico en su tracto digestivo, incluyendo a la lisa (Mugil cephalus), caballa (Scomber japonicus), lorna (Sciaena deliciosa). Además, investigadores de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) reportaron microplásticos en moluscos y crustáceos en mercados mayoristas de Lima; sus resultados aún no han sido oficialmente publicados.

En Chile, Ory et al. (2018) reportaron la presencia de microplásticos en 13 especies de peces costeros del Pacífico suroriental. Las partículas fueron principalmente fibras plásticas, muchas de las cuales coincidían con materiales usados en redes de pesca.

Sal de mesa

Un estudio de Nascimento et al. (2021) analizó diversas marcas de sal de mesa producidas en Brasil, encontrando entre 50 y 200 partículas por kilogramo, con predominio de fibras sintéticas y fragmentos de polietileno.

Agua Embotellada y consumo urbano

En Lima, un estudio (no publicado oficialmente) realizado por estudiantes de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, encontraron de 500 a 2000 partículas por litro (fibras y fragmentos de microplásticos menores de 100 micras) en muestras de agua embotellada comercial; sugiriendo una fuente directa de exposición para consumidores urbanos.

En México, Cruz et al. (2022) también detectaron microplásticos en muestras de agua embotellada de marcas locales. Se encontraron hasta 3500 partículas por litro (fragmentos y fibras menores a 100 micras).

Frutas, verduras y suelo agrícola

En Colombia, un estudio piloto de Ramírez et al. (2023) evaluó suelos agrícolas tratados con compost urbano en zonas cercanas a Bogotá. Detectaron microplásticos en vegetales (papas y zanahorias) y el suelo; aunque en niveles bajos (1 – 2 partículas por gramo).

En Perú, el Instituto del Mar del Perú (IMARPE) detectó contaminación por microplásticos en el río Rímac. Aunque aún no hay estudios concluyentes sobre la transferencia directa a frutas y verduras, si representa una vía potencial. Asimismo, un informe interno del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) advierte la presencia de plásticos degradados en suelos agrícolas del valle del Mantaro (Junín), posiblemente provenientes de compost contaminado y residuos sólidos mal gestionados.

Discusión y necesidad de cambios

Los estudios disponibles, aunque limitados en alcance y número, indican presencia no despreciable de microplásticos en alimentos consumidos en Latinoamérica y Perú, sobre todo en productos de origen marino y agua embotellada. La investigación de Vallejos et al. (2021) muestra un alto porcentaje de peces de consumo frecuente con microplásticos en su tracto digestivo. Esto sugiere una relación directamente con la seguridad alimentaria.

La posible transferencia de microplásticos a frutas y verduras, a través del riego con agua contaminada (como la del río Rímac); también debe ser motivo de preocupación. Esta vía de exposición, que está bien documentada en otros países; representa una hipótesis verosímil en contextos agrícolas locales.

En Perú; un factor determinante, es la falta de estandarización metodológica y desarrollo científico para el correcto análisis de microplásticos en productos alimenticios. Esto limita la posibilidad de tener datos comparables y confiables. Además, la ausencia de normas legales específicas dificulta la vigilancia oficial y adopción de medidas correctivas a nivel de producción, envasado o venta de alimentos; dificultan el control de microplásticos en ellos.

Se puede resumir en tres puntos

  • Falta de legislación específica: no existe una normativa clara sobre niveles máximos de microplásticos permitidos en alimentos.

  • Limitada capacidad de monitoreo: los laboratorios no cuentan con equipamiento sistemático para análisis de micro y nanoplásticos o la caracterización química analítica avanzada.

  • Educación y sensibilización: falta concientización sobre el impacto del plástico en la cadena alimentaria.

Acciones frente al riesgo

Aunque el problema es global, la preocupación persiste y hace hincapié, debido a la posibilidad que los microplásticos actúen como vectores de sustancias químicas tóxicas y patógenos hacia nuestro organismo; por ello, nuestras decisiones personales pueden marcar la diferencia. Aquí se presenta algunas sugerencias o alternativas concretas:

  • Usar vidrio, cerámica, loza o acero inoxidable; productos inertes que no reaccionan al calor como es el caso del plástico.

  • Elegir productos a granel sin envase plástico (ejemplo: evitar comprar azúcar o arroz embolsado, avena, etc.).

  • Reducir consumo de productos procesados contenidos en envase de larga duración.

  • Filtrar el agua con sistemas de carbón activado u ósmosis inversa, en la medida posible, no consumir agua embotellada.

  • Lavar frutas y verduras con vinagre o ácido cítrico natural (gotitas de limón) para eliminar residuos superficiales de pesticidas.

Una amenaza invisible que sí podemos enfrentar

Los microplásticos han pasado de ser un problema ambiental a un desafío para la salud pública. Aunque todavía hay muchas preguntas abiertas, ya sabemos lo suficiente como para actuar. La solución no depende solo de los gobiernos o las industrias; empieza por nosotros, con hábitos más conscientes como los descritos anteriormente, consumo responsable e interés por informarnos y compartir. Cada decisión que tomamos es una oportunidad para cambiar el rumbo.

En resumen, podemos indicar estos puntos resaltantes del presente artículo desarrollado:

  1. Existe evidencia concreta de la presencia de microplásticos en peces comerciales y agua embotellada en Perú, lo que confirma su entrada a la cadena alimentaria.

  2. La exposición humana a través de alimentos es probable; aún se requiere investigación sobre otros productos: vegetales, mariscos y alimentos procesados.

  3. Los microplásticos pueden representar un riesgo para la salud, especialmente si logran traspasar barreras digestivas y bioacumularse (los estudios toxicológicos en humanos todavía son escasos).

  4. Es urgente fortalecer la investigación científica, dotando a laboratorios públicos y universitarios de métodos avanzados para muestreo y análisis de microplásticos en alimentos.

  5. Se recomienda el desarrollo de políticas públicas enfocadas en reducción de plásticos de un solo uso, mejoras en gestión de residuos y normativas específicas para control de microplásticos en el sistema agroalimentario.