A fines de este pasado 2022, comenzando las vacaciones de Navidad, los dirigentes de nuestra escuela nos invitaron a celebrar el fin de las labores del año. La reunión se dio en un local de juegos para jóvenes de cierta edad, y adultos. El centro del lugar es un enorme y bien abastecido bar.

Además de diversos pasapalos (pasabocas, tapas, refrigerios, botanas) servidos cada cuanto, teníamos la posibilidad de tomarnos dos tragos que nuestra institución pagaría. Llegué algo tarde, ya que el lugar está algo alejado mi casa. Luego de saludar, me dirigí al bar y pedí el trago que tradicionalmente suelo pedir en ocasiones similares: una Cuba libre. El encargado del bar me miró con extrañeza y tuve que pedirle un «*Rum & Coke, with a venezuelan twist…».

Este trago, que entre latinoamericanos conocemos como Cuba libre, es un coctel highball (bebida alcohólica mixta compuesta por una base alcohólica y cierta proporción de una bebida sin alcohol, como una bebida carbonatada). Aparentemente, la combinación fue creada a comienzos del siglo XX en Cuba. Un grupo de soldados estadounidenses fuera de servicio, reunidos en un bar de la Habana vieja, decidieron celebrar mezclando un conocido ron con una bebida a base de cola, recientemente exportada hacia Cuba. «Cuba libre» era el eslogan del movimiento independentista cubano; ese fue el grito de celebración de los soldados en aquel bar. Aquella bebida carbonatada a base de cola, mezclada con ron (producto derivado de la caña de azúcar y muy popular en el Caribe desde tiempos inmemoriales) y un «chorrito» de limón, componían la mezcla, hoy reconocida como una de las bebidas alcohólicas más populares a nivel mundial. Los estadounidenses lo bautizarían como Rum & Coke. ¡Pero una Cuba libre es mucho más que un simple Rum & Coke!

La persona encargada de servir los tragos me preguntó sorprendido como pensaba yo que debía prepararse. Lo tradicional aquí en Estados Unidos es que al servir el tal Rum & Coke se incluya una medida de ron (frecuentemente claro) sobre hielo en un vaso, normalmente largo, algo de la bebida a base de cola, y en el borde del vaso un «trocito» o cuña de limón. Rara vez le agregan «una medida» de limón. Yo aprendí a tomar este trago, con su combinación de ron, bebida carbonatada de cola, un «chorrito» de limón, y dos o tres gotas de esa preparación llamada «Amargo de Angostura». Explicado este procedimiento, el joven del bar se preparó uno también, brindamos y yo me fui a conversar con los compañeros.

Angostura es el nombre de una ciudad venezolana que hoy conocemos como Ciudad Bolívar. El mercenario británico, Richard Longeville Vowell (1795-¿?), quien serviría en las guerras de independencia de la América hispana, en su curiosa e interesante publicación Campaigns and Cruises in Venezuela and New Granada and in the Pacific Ocean from 1817-1830, nos comenta sobre la ciudad de Angostura:

To the west of the city is a lagoon, filled every year by the rising of the river… while the lagoon is full, the place is tolerably healthy… But, when the floods have subsided, and the water begins to diminish by evaporation, this swamp exhales the most pestilential miasmata, from both vegetable and animal putrefaction… The yellow fever, and other contagious diseases, then begin to make their appearance, and annually sweep away hundreds; especially of foreigners.

Alexander von Humboldt (1769-1859), relata como él y su compañero de expedición, Aimé Bonpland (1773-1858), fueron afectados en Angostura por la fiebre atáxica, como también era conocida la fiebre amarilla.

Fuimos atacados los dos, casi el mismo día… En esa época reinaba en Angostura la más grande insalubridad del aire… se me hizo tomar… un menjurje de miel y extracto de quina de Caroní [extracto de «Cortex angosturae» hoy conocida como «Angostura trifoliata», o corteza de Angostura]… la fiebre aumentó en intensidad, pero me abandonó desde el día siguiente…

En 1820, el joven médico y aventurero, Johann Gottlieb Benjamin Siegert Richter (1796-1870) comentaría que, en la ciudad de Angostura, en Venezuela «reinaban o eran endémicas entre otras enfermedades la fiebre amarilla». Comentaba igualmente que en toda la región de la Guayana venezolana era común encontrar tal enfermedad, reconocida por estar siempre acompañada «de fiebres y vómitos negros».

El joven Siegert, hijo de Johan Christoph Ziegert y Ana Regina Richter, nació y pasaría su infancia en Groß Walditz, Schlesien, Löwenberg, en el Reino de Prusia. Esta población es hoy parte de Polonia y se encuentra a relativa poca distancia de Alemania y la República Checa. Una vez finalizados sus estudios secundarios, iría a Berlín donde se graduaría de médico cirujano. Una vez graduado, el joven sería nombrado Cirujano del Real Hospital Prusiano Provincial de Magdeburgo en 1815. Formaría parte del ejercito Prusiano, atendiendo a los heridos que durante la batalla de Waterloo acudieron al rescate de Arthur Wellesley (1769-1852), Duque de Wellington y que derrotarían a Napoleón Bonaparte (1769-1821) y sus tropas en la batalla de Waterloo.

Amante de la aventura, con el apoyo de Luis López Méndez (1758-1841), representante de Venezuela en Londres, se embarcaría a Suramérica junto con varios compatriotas prusianos y numerosos ingleses. Iban con la misión de ayudar a Simón Bolívar (1783-1830). En 1820, llegarían a la ciudad de Angostura, frente al Río Orinoco, donde se hallaba el cuartel general del gobierno libertador comandado por Bolívar. Siegert sería encargado del hospital militar de la ciudad, sirviendo como médico, principalmente a la tropa libertadora, pero también a la población civil, una vez liberada Venezuela en 1821. Desde su llegada a Angostura, donde viviría hasta su muerte, se interesaría en la botánica y la química, dedicándose a investigar remedios y plantas locales con la idea elaborar algún remedio que sirviera para tratar algunas enfermedades de la población. Con el tiempo, sus hermanos irían a Venezuela reuniéndose la familia.

De sus investigaciones se originaron varios amargos aromáticos, con la intención de tratar algunos de los males comunes, incluyendo la malaria y la fiebre amarilla. Entre estos destacaría «una preparación rara, un poco amarga, que alivia el estómago de los pacientes enfermos de fatiga y afectados con vómitos, y los nervios de aquellos que no están enfermos». Este tónico en particular comenzaría a venderlo allá por 1824. Lo bautizaría primeramente como «Amargo aromático».

En 1827 Siegert contraería matrimonio con María Pastora del Pilar Araujo y Flores, con quien tiene un hijo. Fundaría también la Farmacia Municipal de Angostura en 1828. Igualmente, fundaría la Medicatura y Hospital Civil de la Ciudad.

Siegert enviuda, pero contrae matrimonio nuevamente en 1830. Esta vez con María Bonifacia Gómez de Saa, con quien tendrá seis hijos. Para 1830 su fábrica se expande y comienza a exportar su producto fuera de Venezuela. Curiosamente, revalida su título en 1838, en la Universidad Central de Venezuela.

Eventualmente, en 1848, Siegert sería designado médico cirujano de los Ejércitos de la República con el grado de coronel por el presidente José Tadeo Monagas (1784-1868). Pero en 1858 se retira del ejército y de sus actividades como médico para dedicarse, junto con sus hijos, a desarrollar la empresa J. G. B. Siegert & Sons, fabricante y comercializadora de su «Amargo de Angostura», el cual alcanzaría fama mundial.

Aunque algunos investigadores comentan, erróneamente, que la formula, absolutamente secreta, tiene como base la planta conocida como Angostura (Angostura trifoliata), tengo entendido, y así lo afirma no solo la empresa, sino versados investigadores, que dicha planta no forma parte de la mezcla. El amargo lleva el nombre de Angostura, como homenaje a la ciudad que acogió al médico prusiano y a otros miembros de su familia. Sabemos que el amargo inventado por Siegert es producto de la mezcla de una veintena de plantas, que aparentemente incluye quina (Cinchona officinalis) y sarrapia (Dipteryx odorata), entre otras, maceradas en alcohol con agregados de genciana (producto que en Europa era utilizado para ayudar a la digestión).

Siegert moriría en 1870 en Ciudad Bolívar. Sin embargo, las guerras caudillistas afectarían a la familia, quienes en 1875 se exiliarían en Trinidad donde reconstruirían la empresa y continuarían produciendo el producto inventado por Siegert. Hoy, dicha empresa fundada produce, además, rones, algunos de excelente calidad. Pero su producto estrella, el reconocido «Amargo de Angostura», ya no parece utilizarse en el tratamiento de ninguna enfermedad, pero es esencial en la preparación de varios cocteles, como base de sopas o vinagretas, y alguno que otro postre.

Volviendo a la historia de nuestra fiesta navideña, al finalizar mi Cuba libre, me dirigí al bar con la intención de pedir una segunda. La dirección de nuestra institución ya había pagado la cuenta general y se disponían a marcharse, de manera que me tocaba pagar por este segundo trago. El amable encargado del bar me reconoció en seguida pidiéndome que le explicara de nuevo la combinación para mi trago, él también se sirvió el suyo. Me disponía a pagar, pero me comentó que no aceptaría mi pago, diciéndome, además, que era cortesía de la casa, ya que acababa de aprender como servir una verdadera Cuba libre… Tan solo me quedó agradecerle con un generoso: «¡salud!».

Notas

Fundación Polar. (1997). Diccionario de Historia de Venezuela. 2.a ed. Vol. 1. Caracas: Fundación Empresas Polar.
González, J. M. (2005). Los Insectos en Venezuela. Caracas: Fundación Bigott.
Leung, A.Y. y Foster, S. (1995). Encyclopedia of Common Natural Ingredients: Used in Food, Drugs, and Cosmetics. 2nd Edition. EE. UU.: Willey-Interscience.
Merino Niño, F. (2010). Historia Natural de las infecciones y epidemias en Venezuela. Caracas: Editorial Ateproca.
Rolf, W. (1991). Los alemanes en Venezuela y sus descendientes. 1870-1914. Caracas: Fundación Cultural Humboldt.
Vowell, R. L. (1831). Campaigns and Cruises, in Venezuela and New Grenada, and in the Pacific Ocean, from 1817–1830. Londres: Longman and Co.