El Talmud establece que salvar una vida equivale a salvar un mundo entero. Este fue el caso de Maximiliano María Kolbe, un sacerdote, beato y santo cristiano que, durante tiempos oscuros, infundió fe en el mundo y sacrificó su vida para salvar a un judío. Kolbe fue asesinado hace más de ochenta años y, por ello, ya no puede hacer oír su voz en el presente. Por esta razón, nosotros, quienes aún seguimos aquí, tenemos la responsabilidad de dar voz a aquellos que ya no pueden hacerlo.
Maximiliano Kolbe nació en 1894 en Polonia, en una ciudad llamada Zduńska Wola. Fue bautizado como Rajmund, pero no adoptó su nombre, Maximiliano María Kolbe, sino hasta 1914, cuando se trasladó a Roma. Obtuvo su licenciatura en Filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana y también mostró interés en matemáticas, física, química, diversos idiomas y teología. Kolbe tenía una profunda convicción en la propagación de la fe católica, por lo que fue ordenado sacerdote en 1918 y fundó el movimiento «Milicia de la Inmaculada». Durante su estancia en Roma, Kolbe padeció de diversos males, entre ellos neumonía y la tuberculosis, pese a ello su fe se mantuvo intacta. En 1919, obtuvo permiso de sus superiores para regresar a Polonia, donde se convirtió en profesor en el seminario franciscano de Cracovia. Además, en los años 30, Kolbe pasó un tiempo como misionero en Japón previo a su ultimo regreso a Polonia.
Cuando los nazis invadieron Polonia en 1939, Kolbe era una persona respetada y con influencia en la sociedad, y su condición de sacerdote lo puso en el punto de mira de los nazis. En aquellos terribles tiempos, muchas personas buscaban en la Iglesia guía y esperanza, lo que provocó que los sacerdotes fueran considerados enemigos políticos del régimen del Fürher. Lo cual se tradujo en su arresto el 17 de febrero de 1941, acusado de instigador y agitador de masas, por ello fue encarcelado en Pawiak, Varsovia. Pero el panorama se pondría peor, ya que tres meses después, junto con otros 320 prisioneros, fue trasladado al campo de concentración de Auschwitz. Poco tiempo después y en medio de una selección de prisioneros para ser enviados a la cámara de gas, Kolbe decidió entregar su vida y sacrificarse por un desconocido, en un abrir y cerrar de ojos su vida se apagó, pero, a pesar de ello, su historia ha llegado a ser un ejemplo para miles de personas. A través de su fe inquebrantable y acciones compasivas, Kolbe inspiró a quienes lo rodeaban, incluso en las circunstancias más terribles. Su legado nos recuerda la importancia de mantener nuestra dignidad y humanidad, incluso cuando enfrentamos adversidades.
Al analizar la historia de Maximiliano Kolbe, es interesante notar cómo, a pesar de las diferencias en las creencias religiosas, la bondad y la compasión pueden trascender las divisiones y unir a las personas. Kolbe sacrificó su vida por un judío, y aunque sus creencias eran distintas, este acto heroico es un recordatorio de la capacidad que tenemos todos para hacer el bien y mostrar compasión hacia los demás, independientemente de nuestras diferencias. Su legado y su ejemplo de bondad y sacrificio también pueden inspirarnos a reflexionar sobre nuestra propia capacidad para hacer el bien en el mundo. Todos podemos aprender a ser más compasivos y bondadosos, y a mantener nuestra fe y esperanza incluso en tiempos difíciles.
Finalmente, su legado nos invita a trabajar juntos para construir un futuro más compasivo y justo para todos.
Artículo en coautoría con Sophia Hane Ligator.