Hace unos días, fui a merendar con una amiga y le contaba que me di cuenta de que llegó el momento de dejar morir un deseo al que no le dí mucha importancia en estos años pero que parece que estaba más presente de lo que me imaginaba. Le explicaba con números y plazos, que el casarme antes de los 30 ya me parecía muy complicado, ya que en este momento no estoy saliendo con nadie. Es así que dejándolo morir le pude poner nombre a ese deseo: «matrimonio joven» y todo el imaginario que lo acompaña. Conocer a alguien, crecer, convertirme en una persona adulta junto a esa pareja y finalmente casarme con no más de 25 años para vivir la próxima etapa juntos. Ahora sé que la posibilidad de casarme, si algún día quiero, está pero no va a ser parecida a mi deseo.

Cuando me di cuenta de eso me dolió y me movilizó porque como conté antes, no es algo a lo que le haya dado tanta importancia, entonces comencé a preguntarme, ¿realmente es algo que deseaba? ¿O es solo porque mis amigos se están casando? ¿Es lo socialmente aceptable?¿Por qué siento que tengo que dejar morir esto? ¿Qué me pasa ahora con el matrimonio?

Este tipo de preguntas acerca del matrimonio, empezaron a rondar por mi cabeza en los tiempos libres y con ellas una frase. En el año 2020 en Argentina se aprobó la ley 27.610 que regula el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo y la atención post-aborto de todas las personas con capacidad de gestar. Durante las marchas previas a la sanción de la ley, el grupo que acompañaba esta propuesta, instauró, por medio de carteles y fotos en las redes sociales: «la maternidad será deseada o no será». Tengo diversas opiniones respecto a este enunciado, que pueden quedar para otro momento, pero debido a las diversas ideas que genera en mí, quedó grabada. Y hoy me hacía preguntarme, ¿yo deseo ser madre? Por lo menos para desear eso tengo un poco más de tiempo, hasta los treinta o treinta y cinco. Si es que pienso hacerlo de manera «natural».

Pensaba, bueno, el matrimonio «ya fue», pero ¿los hijos? Ya que si sigo el modelo tradicional es el deseo que sigue. Estudio, me caso, me recibo, bebés… en ese orden. Y la realidad es que cada vez que alguien me interpela sobre este tema mi respuesta es la misma. La verdad, no tengo idea, no me parece una mala idea, sé que ahora no quisiera tener hijos, ni tampoco ser madre, pero tampoco podría decir cuando, si es que alguna vez lo voy a querer. Me doy cuenta que es así cada vez que se me «atrasa» el período y me asusto, convirtiéndome en una persona más creyente para pedir que no suceda. Hay mujeres que desean maternar aunque sea sin una pareja, ese no es mi caso.

Entonces empecé a preguntarle a las madres más cercanas que tengo alrededor: hermanas, amigas… No es una muestra significativa, pero la mayoría de las respuestas se movían en dos ejes. Las que directamente no querían, pero bueno, sucedió por algún descuido. Y las que me respondían que sí era uno de sus planes, pero no en el momento en el que sucedió. Hablaba con ellas para ver si hay algún factor que despierte esas «ganas», pero no lo encontré.

Luego comencé a investigar sobre la naturaleza de los deseos y quedé más confundida. Porque según algunos psicólogos el deseo es una contradicción, en algunas ocasiones deseamos cosas que no queremos y muchas veces ni siquiera sabemos en realidad lo que deseamos, solo podemos ser testigos de algunos «síntomas». Algunos lo piensan como una relación con un objeto y otros con la falta. Algunos dicen que son varios y otros que solo existe uno. ¿Cómo puedo desear algo si ni siquiera puedo definir el deseo? Sumado al problema de las definiciones también está el problema de los modos: podemos desear lo mismo, pero de diferente manera. Podemos desear parir pero no criar o viceversa. Por este lado tampoco pude aclarar el asunto.

Así que seguí investigando sobre mujeres y la concepción, llegando al libro Decididas de M.F. Freijo. Allí encontré algunos datos interesantes, por ejemplo, en un estudio denominado Tracking women´s decision-making for sexual and reproductive health and reproductive rights. Los indicadores muestran que, aunque parezca que las mujeres tienen cada vez más autonomía sobre el uso de métodos anticonceptivos, solo 3 de cada 4 mujeres pueden decidir sobre el cuidado de la salud o decir no al sexo. En el 28 % de los países dónde el aborto es legal por alguna causa, se necesita consentimiento del esposo para realizar la práctica (algo que no sucede con la vasectomía). Según un informe de la CEPAL, el 30% de las jóvenes de América Latina ha sido madre antes de cumplir los 20 años. Esto, entre otros datos, refleja la realidad en la que me muevo. Falta de información y acceso, respecto a planificación familiar, educación sexual y métodos anticonceptivos.Y no nos olvidemos de la cultura empapada de la tradición judeo-cristiana en la que el aborto es un pecado. Si no tenemos la suficiente información, ni acceso a métodos para prevenir embarazos, enfermedades, y cada vez que abortamos sentimos culpa o vergüenza; ¿Qué tanto podemos elegir?¿Qué tan libres somos a la hora de desear?

Estos datos me hicieron sentir más acompañada, ya que no me siento tan loca al compartirle a mis amigas ahora mis dudas sobre la anticoncepción, mis luchas con la obra social para acceder a los distintos métodos, las citas que «salieron mal» porque me cruce con varones que no se quería cuidar o se sacaron el preservativo sin consentimiento. Una de mis frases preferidas de Florencia es «Si no hay deseo, no hay decisión. Si no hay información, no hay elección». Es la respuesta a la que me llevó este camino de preguntas. Pero hay una que me quedará y se las comparto para que la pensemos juntos: ¿La maternidad será,de verdad, deseada?

Maternar

Madre hay una sola dicen,
pero yo tengo como diez.
Madre no es la que te parió,
sino la que te cuidó.
Pero yo cuido y nadie me llama mamá.
Bueno, a veces mis estudiantes,
pero solo es un acto fallido.
No se si maternar, es algo que quiero.
Es un «llamado».
Algo que debo.
O simplemente sucede.
No me queda claro, si puedo elegir.
O si son los deseos los que me eligen a mi.
Hoy no me puedo dejar de preguntar:
¿La maternidad será deseada?
¿O no será?