Costa mediterránea (España), 2013.

Querida Nabila:

Las pesquisas e intercambios de información sobre cómo crece la desigualdad en todos los países corroboran nuestras sospechas. Tendríamos que ampliar la red y ayudarnos de más gente para lograr dinamitar las principales fuentes de esas grandes fortunas. Investigar los orígenes, denunciar las mentiras de las «offshore», el abuso a los derechos por ausencia de legislación y negligencia, por buscar mayor beneficio amparadas en la explotación del otro o por ruin avaricia.

En otro orden de cosas, te va a sorprender la grabación que te adjunto. No siempre tenemos la oportunidad de encontrar una mina como esta, aunque te darás cuenta de que no es de oro precisamente, sino de un combustible fósil y fuera de temporada. A veces nos asombramos de lo que ocurre en el mundo y desconocemos cómo funcionan estas mentes. Hagamos pues un ejercicio de escucha para ver qué es lo que tenemos que cambiar.

No sé si fui prudente grabándolo en mi teléfono móvil. Desde el inicio sus argumentos me parecieron fuera de todas nuestras lógicas y consideré necesario que los escucharas. Además, si te digo que estaba en esa zona porque me habían invitado a dar una conferencia sobre Derechos Humanos, entenderás mejor las raíces de mi estupor. No tiene desperdicio. Hay que tener estómago para aguantar estas peroratas. Hice un esfuerzo por comprender su procedencia, pero el origen del mal tiene engranajes simples. Alguien así ha carecido de buenos maestros, por lo que sus intentos de entender el mundo nunca pueden superar una lente local que pone la barrera entre nosotros y los otras, entre el aquí y el allá. Encerrados en estos argumentos hay miles de personas y seguirían con vendas en los ojos a cualquier fanático que utilice un discurso xenófobo, que se erija con una solución simple y dañina, como nuestra historia nos mostró tantas veces.

Prefiero que las palabras que leas a continuación hagan el resto, no seguir condicionando tus juicios. Por favor, escucha el audio que te adjunto. También lo he transcrito a «Word» porque tal vez el acento del taxista te resulte difícil. Necesito que me ayudes a saber qué podemos hacer para que no florezcan muchos de estos especímenes en la tierra baldía. La batalla que estás librando desde tu parte del mundo tiene aquí su otra cara. Estamos conectados.

Te mando los mejores deseos para esta etapa. Precisarás fuerza y coraje para hacer frente a esa guerra. Pero ten mucho cuidado, que te queremos mucho.

Un abrazo,

Ramón

Transcripción (costa mediterránea de la provincia de Murcia, 2012. Grabación del taxista que me conducía a mi destino):

«El racista no nace, se hace —dijo como recogiendo algún sentido común. Tendrían que venir a Balsicas todos esos que luego hablan de integración. Es fácil cuando los tienes lejos. En el censo del pueblo somos 3,000 españoles, pero en realidad hay 16,000 musulmanes más. Pagan una asignación de 70 euros mensuales como trabajadores rurales. Después de veinte años cotizando vuelven a Marruecos y cobran nuestro dinero, que allí les rinde mucho más. Se convierten en los ricos del pueblo. Como le digo, uno se hace racista a base de convivir con ellos. No quieren trabajar, viven prostituyendo a las moras y traficando con drogas. ¿En los invernaderos dice? ¡Qué va! Eso ya no existe, la huerta de Europa pasó a la historia, se redujo en un noventa por ciento por culpa de bancos que ya no dan créditos. Vas al supermercado y los tomates y pepinos que compras vienen de Bélgica u Holanda. Es increíble pensar que estás en Murcia. ¡Patético! Pero sigamos con el tema de los moros. Van a construir la tercera mezquita en Balsicas. ¿Me vas a dar lecciones de cuál es la diferencia entre árabes y musulmanes? He vivido en casi todos los países árabes. Hablo ocho idiomas y el árabe es la última lengua que quisiera aprender. No escribo ninguno, bueno, solo el materno. Trabajé durante veinte años en la Shell. Nadie aguanta tanto, muchos mueren en accidentes o en los riesgos esperables en cada país. Nunca viví más de dos semanas en el mismo sitio. Viajaba de un lugar para otro. ¿Que así no podía conocer en profundidad? Le voy a contar cosas que de veras importan».

«A mí no me dieron nada hecho, crecí en una casa de caridad. Con trece años le pedí a un religioso que se iba a Palermo destinado que me llevara con él. Quería salir de España, ver al santo padre en Roma. Allí empecé a colaborar con la petrolera. Tenía solo dieciocho años. Aprendí el oficio rápido y me mandaron a mi primera plataforma. Así recorrí el mundo: durmiendo en barracones. La empresa, después de años de servicios prestados, me dio la oportunidad de empezar una carrera universitaria. Me facilitaron todos los trámites, tomaba los exámenes en el país que me encontrara. Primero estudié ingeniería agrónoma. Soñaba con ser el propietario de una extensión agrícola, pero la única forma de conseguirlo fue trabajando durante muchos años en la plataforma. Veinte años, ya le dije. Unos mueren antes, otros abandonan. En cambio yo, no sé bien por qué, aguanté. Los privilegios de los que me beneficié después dieron sentido a esa vida que pasé ensuciando mis manos con el oro negro. Mientras iba de un lugar a otro pude casarme y tener hijos. Todos ellos crecieron aquí, en el pueblo. Fui muy estricto y exigente con su educación, a mí nadie me regaló nada. Bueno, reconozco que el pequeño salió vago, pero la culpa la tiene la madre, que lo consintió demasiado. Poco pude hacer, estaba por ahí trabajando en lugares de mala muerte. No me arrepiento. Ahora tengo mi explotación ganadera y una veterinaria donde trabaja el mayor. El siguiente estudió endocrinología, y también monté otro negocio unido a la especialidad. Siempre supe cuándo había que comprar y en qué invertir. Le llaman tener olfato».

«Fui como una hormiga: guardé, almacené. No me regalaron nada, ya le dije, era hijo de casa de caridad. Con 18 años era inocente y obediente. Los de Shell me dieron nuevas oportunidades porque yo no protestaba como otros. Obedecía, silenciaba mis quejas, quizás hasta traicioné a algún compañero. Ya lo olvidé. Necesitaba ascender para conseguir mis objetivos y, aunque no era un trabajo fácil, dispongo de una pensión privada y sustanciosa. Me lo gané con el sudor de mi frente, no como estos moros que no quieren trabajar. Quieren que los españoles los mantengamos, premiando lo vagos que son. Y como nosotros somos tan tontos les facilitamos la educación en su lengua, les pagamos sus pensiones, les regalamos los libros de texto. Luego dicen que soy racista. Cómo no lo voy a ser si se ha creado una colonia musulmana en mi propio pueblo. Aquí tenían que venir los políticos a vivir. Luego se les llena la boca hablando de integración, de los derechos de los emigrantes. Los conozco muy bien, he trabajado en más de veinte países árabes, he presenciado todas sus guerras. ¿Que no son solo suyas? Qué sabrá usted con esas manos tan suaves. Seguro que algo leyó en los libros, pero eso no vale para nada. La experiencia es lo que cuenta. La Shell tuvo que ir a buscarnos en más de una ocasión. En Colombia nos secuestraron las FARC durante seis meses. Al final nos canjearon por presos políticos. La segunda vez que nos capturaron, la empresa se evitó las negociaciones con el gobierno. Todavía me están esperando en Colombia para que selle el pasaporte de salida. La propia Shell nos rescató y no hubo heridos. Eso sí, nada legal: se violaron más de cinco principios del derecho internacional. Pero eso importa poco. Todos sabemos quién manda. Y no me vengas con el discursito de si los combustibles fósiles sirven o no. No me creo nada de esa vaina del calentamiento global».

«En realidad, no creo en nada: soy ateo de todo signo, ni religión ni partido político. He visto de cerca la crueldad humana, vivido en los agujeros más profundos de la tierra. Como te dije, siempre oliendo a petróleo, siempre con tiznajos negros. Tú seguramente, cuando has viajado, lo has hecho en avión y hospedándote en hoteles de cinco estrellas. Así es fácil mirar a la vida con una lente transparente: todo parece sencillo, los juicios encajan en cualquier lógica. Pero no valen para este mundo contradictorio, no sirven para analizar la realidad. Insisto: te convendría cambiar de amistades. Si sigues así no aprenderás nada que realmente merezca la pena. Se lo digo también a mis hijos, especialmente al pequeño, un vago sin brújula. A su edad yo ya sabía latín… En esos mundos en los que usted vive no puede enterarse de nada. Venga a Balsicas a vivir, pase una temporada en este desierto, conviva con la comunidad musulmana si le dejan. No les interesa hablar español, solo quieren tener seguridad para sus tres mujeres y sus doce hijos.

«Vivimos en un manicomio. El mundo es un manicomio, por eso desconfío de todo. Cada uno va a la suya y todos están locos. Mejor ponerte a salvo, estar bien preparado. ¿Que no tenemos proyecto? Perdona, como lo vamos a tener si somos un país de extremismos. Tenía un maestro que siempre nos lo decía. No existe proyecto posible: Madrid contra Barcelona, derecha contra izquierda. Esto lo arreglaba yo con otra guerra civil. Este país necesita una guerra cada cincuenta años. ¿Que no hizo falta la del 36? Guillotina les daba yo a algunos cientos de miles. Los he visto en todos los continentes. Violencia gratuita. Violencia por violencia. No me gustaría estar en un naufragio ni en alguna situación límite. Sale lo peor de cada ser humano. Para qué creer ni deber nada. Mire por la ventana, ¿qué ve?: invernaderos vacíos, tierra seca, resorts hechos para jugar al golf en lugares poco propicios, todos abandonados, dejados de la mano del cielo. Aquí está todo muerto, nada se mueve. No sé con quien se junta usted. Aquí la juventud no tiene futuro, todos tienen que salir. Cada día llevo a jóvenes que se van al aeropuerto o a la estación. El páramo es lo único que va ganando terreno, la tierra baldía. La colonia musulmana se siente como en casa. La mayoría vienen de las zonas más secas: tienen espacio para construir sus mezquitas, para pasar a gusto el Ramadán. ¡Que no, que no!, insisto que no vinieron a trabajar. No les gusta trabajar, vinieron a vivir de las drogas y a prostituir a sus moras. Bueno, si quiere, llámelo tráfico de mujeres. Para mí es prostitución de las moras. ¿Que yo generalizo? Venga, venga usted a pasar el próximo verano aquí. No creo que pueda aguantar más de una semana».

«Viví mucho tiempo en Italia, todavía tengo una casa en Roma. Hablo ocho lenguas, aunque no las escribo, ya le dije. Creo que no me ha entendido. No vienen por el trabajo, vienen porque pagando unos setenta euros al mes viven después en Marruecos como príncipes con la pensión española. Salir del euro y cerrar las fronteras: eso es lo que yo haría. Todo se lo quedan los bancos alemanes. Será que tiene que ser así. Yo no intento cambiar nada, ni creo que pueda. Trabajábamos para el turismo español, y ya no existe, se extinguió, está muerto. ¿No le he dicho?, los resorts que se construyeron en los últimos años son ahora propiedad de los bancos. Algunos pisos se han alquilado a gentuza: moros, gitanos… Si viene un señor inglés lo echan para atrás. Así no invierte. Viendo el panorama yo tampoco lo haría. Insisto: cambie de amigos, esos de las oenegés o de organismos internacionales no le valen para nada. Por favor, espero que no trabaje en eso porque si lo hace es que no sabe nada de la vida. Venga a Balsicas a vivir y verá».

Bueno, en este punto llegué a mi destino y el monólogo tocó a su fin. A propósito de la Shell y sus pecados, te añado algunos datos que creo de interés recogidos del blog de Helena en los últimos días:

«Algunas grandes multinacionales de combustibles fósiles están intentando negociar. A principios de junio, BP Group, BP, Eny, Royal Dutch Shell, Satoil y Total difundieron un escrito en el que reconocían que el cambio climático era un problema».

«Cuarenta gobiernos siguen subvencionando las energías fósiles. Alrededor del 13% de las emisiones de CO2 del mundo están subvencionadas. Ello supone más de 500,000 millones de dólares. Las energías no renovables reciben cuatro veces más subsidios que las renovables».