Para mí Gorbachov fue el más importante dirigente soviético de la segunda mitad del siglo XX, no porque en su período de gobierno, desde abril de 1985 hasta diciembre de 1991, se impulsaron políticas y reformas que condujeron paradójicamente a que la Unión Soviética dejara de existir, y con su desintegración el Sistema Mundial Socialista se desbarrancó, sino porque marcó como gran estadista una época histórica y mundial.

Su valoración histórica siempre será una tarea difícil, tanto por lo que al interior de la URSS significó y lo que también repercutió para todo el movimiento comunista mundial.

Su labor internacional, considerando las relaciones internacionales, al frente de la Unión Soviética, tendrá que ser mejor evaluada, en el marco de la superación del período de la Guerra Fría, relacionada con los encuentros que realizó con los líderes políticos mundiales, presidentes y jefes de Estado, con quienes trató problemas álgidos de la realidad mundial y particular de coyunturas específicas, por sus intervenciones en distintos foros y entrevistas, en el análisis de diferentes problemas mundiales, como de la URSS, por sus intervenciones en el seno de los órganos de dirección política de la URSS, del gobierno y del Partido Comunista de la Unión Soviética, especialmente durante la década de 1981 a 1991, entre el XXV y XXVII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.

En estos Congresos trató de introducir cambios fundamentales para la dirección política de la URSS y sobre el papel que debía tener el Partido Comunista en ese proceso, en ese tiempo, si se quería modernizar la Unión Soviética, pero sobre todo poder atender la grave situación socioeconómica que se venía sufriendo en la URSS, desde 1981 en el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo del pueblo soviético.

Del mismo modo, tendrá que ser evaluado por el mundo que surge con la desintegración de la Unión Soviética y del Sistema Mundial Socialista, expresado en el conjunto de países socialistas europeos que desaparecen también y se rearticulan, la mayor parte de ellos, en la organización de la OTAN con todo lo que esta situación significa.

Le tocó enfrentar problemas internos que no eran de fácil comprensión para quienes dirigían la URSS y estaban a la vez al frente el Partido Comunista gobernante. Eran problemas que exigían soluciones, empezando por mejorar el trabajo en todos los niveles del Partido Comunista, de perfeccionar su sistema de trabajo y de llevarlo a la práctica, sin cambiar sus principios doctrinarios, con otros derroteros.

La sociedad soviética acumulaba un descontento social, que pudo expresarse en el tiempo de gobierno de Gorbachov. La pasividad y conformidad del pueblo soviético se agitó, se facilitó una expresión popular por manifestaciones de masas y de protestas populares como no se habían vivido anteriormente. Eran nuevas formas democráticas de expresión que no se acostumbraban en el seno de la sociedad soviética, que se enfrentó a las estructuras intermedias, que traían raíces altamente burocratizadas de trabajo y de dirección política, por lo que el impulso de las reformas que se debían hacer debían a la vez impulsarse desde arriba, desde lo más alto, desde el mismo Gorbachov, tarea que él se propuso con su política de perestroika y de glasnost, lo que no fue bien asimilado mientras fue muy bien combatido por quienes se sentían afectados con los cambios que se proponían, que en mucho acababan también con privilegios políticos y administrativos.

Las políticas reformistas que impulsó no fueron fáciles. Fueron difíciles hasta para quienes desde el principio le apoyaron, porque en mucho estaban arraigados a estilos de vida, de trabajo y a dogmas aprendidos desde la infancia, lo que se evidenció en los diferentes ritmos y velocidades que tuvo Gorbachov en sus reformas de perestroika y glasnost. En ese proceso hubo quienes le sugirieron que hicieran lo de la República Popular China, un solo régimen político con reformas económicas, con dos economías si era necesaria. Gorbachov en ese proceso se dio cuenta que la reforma económica, la Perestroika, no se podía realizar si no había también una reforma política, glasnost.

Lo más grave que enfrentaba en este sentido era la estatización de la vida social, la burocratización de las estructuras estatales y del propio Partido Comunista, lo que redundaba en la incapacidad de atender la satisfacción de las necesidades de la población.

¿A qué aspiraba Gorbachov? Fundamentalmente su lucha y su pensamiento estaba dirigido a lo siguiente:

  1. Liberar a la sociedad soviética, al pueblo, de la sumisión que vivía y de garantizar condiciones que le permitieran a la gente a tomar libremente decisiones de conformidad a sus propios intereses sin presionarlos oficialmente por valores o sentimientos ideológicos, de manera que en este sentido se afectara la economía, la política, la satisfacción de distintas necesidades culturales.
  2. Procurar una sociedad de hombre libres, «una sociedad del hombre del trabajo para el hombre del trabajo», construida sobre los principios «del humanismo, de la democracia y de la justicia social».
  3. Una sociedad basada en la «diversidad de formas de propiedad que garantice a la persona una posición de dominio de sus infinitas posibilidades para desplegar su iniciativa y su capacidad, una sociedad en la que el progreso económico se base en la auto regulación, con un Estado que solo desempeñara un papel coordinador».
  4. Una sociedad que garantice la soberanía del pueblo, la plenitud de los derechos humanos que incluya las mejores conquistas democráticas de la humanidad.
  5. Una sociedad en la que todas las naciones y etnias tengan igualdad real de derechos, que cree condiciones para su desarrollo multiforme para la armonización de las relaciones internacionales «en el marco de una federación o confederación de un tipo totalmente nuevo, que haya asimilado la experiencia positiva y negativa de la convivencia entre las naciones que la comunidad mundial había acumulado a finales del siglo XX».
  6. Un mundo que excluya los medios bélicos.

Para Gorbachov estos planteamientos resumían en esencia lo que él valoraba y creía respecto al socialismo. El modelo socialista impuesto por Stalin era lo que seguía existiendo, de muchas formas, en la Unión Soviética, lo que para él era deshumanizado y no tenía nada que ver con el socialismo.

Para Gorbachov se estaba en la necesidad de avanzar hacia una sociedad más profunda de democracia en la cual todos los caminos conduzcan a una nueva civilización en la que tengan cabida las ideas socialistas. Para Gorbachov la antinomia «socialismo-capitalismo», «vigente desde la segunda mitad del siglo XX ha caducado» y, la alternativa frente a esto «es una sociedad que se desliza hacia la catástrofe o hacia una sociedad de esperanza y salvación», que para lograrla solo se puede hacer hallando soluciones «radicalmente nuevas para el bien del hombre», asimilando lo más valioso de todas las sociedades existentes.

Para Gorbachov la política de transparencia se impuso con dificultad, y con trabas de las viejas estructuras, pero logró que las masas soviéticas despertaran de «su letargo», permitiendo y estimulando la reflexión, a la orientación de nuevas ideas, consignas y programas, a «valorar las nuevas personas que surgieron en la lucha política».

Procuró que las reformas que impulsó se pudieran hacer por la vía pacífica y democrática y no por solución armada.

Gorbachov reconoció que sus reformas en las etapas y objetivos que debieron llevarse a cabo no se lograron, con lo cual no pudo acabar con las viejas formas de vida política existentes y con las viejas formas burocráticas de administración de la economía y de la sociedad en su conjunto.

Para él lo peor que le sucedió fue no haber podido plantear y resolver de mejor forma el problema de las nacionalidades. Gorbachov al respecto señaló:

Cuando cayeron las cadenas de la coacción se despertó la conciencia nacional. Con la afluencia del oxígeno de la libertad se avivaron con fuerte llama todos los problemas nacionales pendientes. Mientras nos dejábamos llevar por las falsas ilusiones de que en nuestro país ya se había logrado la amistad inquebrantable entre los pueblos, seguíamos creyendo que los principales problemas de las relaciones entre las nacionalidades de la URSS ya estaban resueltos. No puedo dejar de decir que en los años de poder soviético se produjeron enormes cambios de signo progresivo en la vida de muchos pueblos, algunos de los cuales estuvieron sumidos hasta 1917 en lo más profundo de la Edad Media. Pero, por desgracia, la orientación general de su ulterior desarrollo implicaba la desaparición de hecho de las diferencias nacionales, lo que en la práctica significaba pisotear los derechos naturales de los pueblos. Al infravalorar el potencial del resurgimiento de los nacionalismos, al que dio un potente impulso la democratización de la sociedad, retrasamos la transformación de nuestro Estado super centralizado, y en esencia unitario, en una federación auténtica. De ello se aprovecharon fuerzas interesadas que especularon sobre ese resurgimiento. Como resultado, los procesos nacionales adquirieron en una serie de lugares un carácter destructor... La fórmula que encontramos de reformar la Unión Soviética atendía al deseo de independencia de las repúblicas, conservando la integridad de un Estado común en el que las funciones del centro cambiaran sustancialmente… La firma del Tratado fue malograda por los golpistas en agosto de 1991. De todos los daños que causaron a nuestro país este fue quizá el más imperdonable.

Para Gorbachov la lección más importante es que «el tránsito del totalitarismo a la democracia en cualquiera de sus variantes requiere la creación de un bloque de fuerzas políticas y sociales capaz de garantizar un apoyo real y creciente al curso de las reformas» que se quieren impulsar.

Luchó Gorbachov para evitar que su Partido Comunista «no cayera en manos destructoras», pero las reformas que se impulsaron fueron demasiado tarde y «las fuerzas del PCUS indisolublemente ligadas a pasado no se contentaron con obstaculizar el camino de las transformaciones. En agosto de 1991 respaldaron a los que se lanzaron a la aventura de hundir la perestroika», mientras «las fuerzas democráticas en el interior del partido maduraron muy lentamente en su nueva condición».

Su lección final: «para asentar un orden democrático firme, dijo Gorbachov, se requiere un consenso nacional cívico. En ello, a fin de cuentas, está la clave del éxito y la promesa de a eficacia en la política de las transformaciones».