En la mitología, Aquiles es uno de los más grandes guerreros de la Ilíada, también es famoso por ser el más bello y veloz de los guerreros griegos.

La Ilíada es el relato más famoso de las hazañas de Aquiles en la Guerra de Troya, su autor, Homero, se centra sobre todo en las últimas semanas de la guerra y en el carácter del héroe.

La mayor tragedia de las guerras que siembran la muerte y la desolación y aniquilan muchas vidas inocentes, es que a menudo, el detonante suele ser una rivalidad entre los poderosos, o un enfrentamiento personal de odio y soberbia que desencadenan la destrucción y la muerte de muchas víctimas que no tienen ninguna culpa.

En los últimos episodios de la Ilíada se narra la retirada de Aquiles del campo de batalla por una ofensa que dice haber recibido de Agamenón, rey de los griegos, Aquiles se negó a luchar junto a estos. Sin embargo, queriendo conservar su gloria, cuando los troyanos capitaneados por Héctor, estaban a punto de destruir al ejército griego, Aquiles accede que su compañero más querido, Patroclo, llevase a sus guerreros a la batalla, pero él continuó negándose a luchar, Patroclo que llevaba puesto el yelmo de Aquiles murió a manos de Héctor.

Al enterarse Aquiles de la muerte de su amigo del corazón, roto de dolor regresó al campo de batalla y ciego de odio y de venganza dio muerte a muchos hombres en busca de Héctor, se cuenta que incluso luchó contra Escamandro, el dios fluvial, que encolerizó porque se estaban pudriendo sus aguas con todos los cadáveres que arrojaban.

La personalidad de Aquiles es colérica y vengativa, cuando da muerte a Héctor clavándole una lanza en el cuello, no se contenta con quitarle la vida, sino que su ira y un odio exacerbado le llevan a una cruel resolución: la de atar el cuerpo de Héctor a su carro y arrastrarlo despiadadamente durante nueve días por el campo de batalla. aquí vemos un ejemplo de un hombre vengativo y malvado hasta la saciedad, que representa la culminación del odio más feroz hacia su víctima.

Esta cólera, indomable y soberbia que hace famoso a Aquiles, sufre un proceso de humanización al final de su vida, cuando el padre de Héctor, el rey Príamo, llega suplicante ante sus pies para pedir el cuerpo sin vida de su hijo, en ese momento su arrogancia y su furia se doblegan, y en el fondo de sus entrañas se conmueve al ver el dolor profundo y lacerante de un padre, el rey de los troyanos, todo un hombre poderoso y temido, que deja a un lado toda su grandeza y majestuosidad, para comportarse como un humilde padre roto por el dolor de perder a un hijo.

Es en estos momentos en que el rey Príamo aparece frente a él, como un hombre humillado y desesperado que suplica que le sea entregado el cuerpo de su hijo para darle sepultura, cuando la furia de Aquiles se contiene y afloran en el héroe unos sentimientos nuevos, de piedad y misericordia frente a la tragedia.

Es cuando Aquiles doblega su cólera cuando realmente crece como persona y alcanza toda su plenitud como héroe, ya que era absurdo que dominara todo un ejército, pero no tuviera dominio sobre él mismo.

Aquiles accede entregar el cuerpo de Héctor a su padre y este gesto de compasión le hace todavía ser más grandioso.

Aquiles

Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquileo.
(Homero, La Ilíada)

¡Aquiles, el de los pies alados!
Invencible, valeroso, audaz.
El más temido por su cólera y furor.

Enarbolaste la espada justiciera
en cuyo acero reverberaba el sol,
ardiente como piélago de fuego,
afilada, recia, feroz.

Tu legendaria cólera, de ti se apoderó,
tu figura se creció altiva y arrogante,
henchida de venganza, imponente, atroz.

Quedaste fascinado por ráfagas de luna,
atraído por remotos manantiales,
confundido por fugaces espejismos,
donde saciar tu sed y tu desolación.

¡Aquiles, el de los pies ligeros!
Guerrero del odio y del amor,
tus pasos levantaban huracanes
con olor a sangre y destrucción.

Volviste al campo de batalla,
ciego de furia, ahogado de rencor.

La sombra de tu espada sembró el pánico,
y por primera vez en su azarosa vida,
el valeroso Héctor presintió el ocaso,
el brillo del acero afloró en sus pupilas,
sus ojos se anegaron de estupor.

¡La muerte inexorable llegó rauda!

Él se detuvo y la esperó de frente.
como quien se entrega a una cruel pasión,
sin poder evitar ni el infortunio, ni el dolor,
en silencio, sin mediar palabras.

¡La tragedia enmudeció a su corazón!
Redobles rítmicos de tambores,
como lluvias, como latidos, como pétalos,
anunciaron la muerte de Héctor
sobrecogiendo todos los corazones,
su latir suspendido dio testimonio
del más oscuro de los lamentos.

El valeroso Héctor, frío y lívido,
sin vida y sin aliento,
mortalmente herido
en el campo de batalla.

¡La memoria de Patroclo
por fin quedó vengada!