La comunicación no verbal es ese lenguaje que nunca se calla. Es ese matiz que cambia totalmente la interpretación de nuestras conversaciones. No es lo mismo decir «te voy a dar lo tuyo» con una expresión relajada en el rostro, las palmas de las manos a la vista y un documento entre ellas que decirlo con la mandíbula apretada, el ceño fruncido y un dedo índice acusador apuntándonos como una pistola.

Algo más sutil, pero igualmente diferente, es decir «me lo miraré con cariño» sonriendo y cogiendo el documento firmemente con ambas manos, con el cuerpo totalmente orientado a la otra persona que decirlo los pies orientados en otra dirección, la mirada en otra parte y dando parcialmente la espalda.

No es lo que comunicamos sino cómo lo comunicamos lo que tiene un impacto significativo en nuestro interlocutor.

Lo mismo pasa con nuestra voz, el tono, el volumen, las pausas, la intensidad cambia totalmente el significado de nuestras conversaciones.

Hace mucho que quería hablar de este tema no solo porque, seguramente como muchos, he tenido un jefe que me gritaba, sino porque he empezado a reflexionar sobre algún programa de televisión como «Master Chef» y «Maestro de la costura», programas que por cierto me encantan. Pero no puedo parar de observar que los jueces de ambos reality gritan constantemente.

¿Qué tiene que dar consejos sobre las pruebas? Gritan fuerte. ¿Toca pegarles la bronca a los concursantes? Gritan más fuerte. ¿Qué tienen que explicar algo? Evidentemente, gritan.

Me pregunto si eso es solo es un paripé, siendo un concurso de televisión que necesita audiencia, o si legitima a los jefes gritar a sus empleados al normalizar en televisión un abuso que se ve continuamente en muchas empresas, sobre todo en el mundo de la moda y la hostelería en donde pareciera que el grito es el tono normal de cada conversación.

La mayoría del tiempo, los jefes se encuentran bajo mucha presión y actúan de distintas maneras para liberarla, pero esto no significa que deben pagarlas con sus empleados.

Este tipo de actitud puede derivar en un problema grave puesto que no solo degrada al trabajador, sino que va contra la misma empresa ya que obstaculiza su productividad y puede convertirse en un abuso si se reitera de manera constante.

Mi consejo como profesional es que, cuando esto pasa, la primera cosa que hay que hacer es no perder la calma; sé que es difícil pero no podemos entrar en su espiral de ira. Tener una cara tranquila y no perder los nervios.

Para generar un rapport, intenta hablar con un tono bajo y despacio, esto permitirá que tu jefe te preste más atención. Pídele sencillamente que no te grite; puedes decirle «cuando alguien me grita de esa forma, me imposibilita concentrarme». Asimismo, hazle ver que es una falta de respeto hacia ti hablarte de esa forma y que eso no se debe consentir en ningún momento.

Parafrasea lo que te está diciendo, se trata de repetir «te he entendido bien, estás diciendo que tenemos que…». Seguramente al demostrar que le escuchaste bajará su volumen. Además, es una forma de hacerle ver que no hace falta gritar para hacerse entender.

Si esto va a más no dudes en dirigirte a recursos humanos, o directamente con él para negociar un trato justo hacia tu persona.

Según una estadística la mayoría de la insatisfacción en el trabajo se debe a la mala relación que tenemos con nuestro jefe. De hecho, hay quien dice que un empleado no deja el trabajo, sino que huyen de sus jefes.