«Volverán las oscuras golondrinas…» son poemas del abanderado del romanticismo en España, nuestro honesto Bécquer. Son una oda a la fatalidad y el amor perdido. Lo mismo que le ha pasado a Twitter, se ha convertido en algo oscuro, es un grito a la desinformación.

Elon Musk, dicen que es la mayor fortuna del mundo, con un patrimonio que se calcula en más de 300,000 millones de dólares y, sin ningún dolor de cabeza, ha comprado al pajarito azul por más de 41,000 millones de euros. Toda una demostración del libre mercado y de su poder, no solo es muy rico, ahora también es muy influyente. Si compran un yate, pues bien, o un avión, pues también, pero Musk ya es dueño de una red social que canaliza millones de mensajes por minuto. Curiosamente Twitter ha dejado de proponer asistir a ferias artesanales del queso azul para convertirse, desde hace ya algún tiempo, en la perversión del algoritmo, ese que condiciona la opinión pública.

Si mencionamos los procesos electorales, o las acciones de propaganda política, o el espionaje, no solo debemos pensar en Trump, o Putin, la lista es innumerable, aquí en nuestro país, Pedro Sánchez, Santiago Abascal, en China, en Australia y donde quieran. Twitter sirve para lanzar una campaña de prestigio o de apedrear al sujeto, con la misma velocidad, tan rápido se está invitado, como invitan a que salgamos, no es una simple red social, genera percepciones y bulos con la intención de calar en la opinión pública.

Musk la primera semana de abril anunció la adquisición de casi el 10% de las acciones de la red social, cuando cotizaba a 39.31 dólares, lo que disparó los títulos, hasta los casi 50 dólares, con una subida del 27%, en una sola sesión. Y luego, el fundador de Tesla y Space X, dio un paso más, anunció una opa hostil por Twitter a un precio de 54.2 dólares por título. Y con esta oferta el consejo de administración de Twitter dijo amén.

El padre de Tesla además de soltar la calderilla tiene como objetivo inmediato sacar a la compañía de la bolsa estadounidense. En una carta remitida por él a la dirección de la red social, aclaraba a la compañía que Twitter no prosperaría siendo una firma cotizada, el pajarito tiene que ser transformado en una compañía privada, la suya, evidentemente. Los propietarios de la compañía, básicamente fondos de inversión americanos, le han dado a Musk lo que otros colosos no han conseguido durante años, Google, Apple, Amazon, y Facebook (ahora Meta).

El poder que tiene la primigenia mensajería de microblogging es hoy en día una máquina de generar dinero. El dinero puede medirse, sin duda, pero la influencia que tiene «me lo ha dicho un pajarito» es inalcanzable. Dejando de lado la imagen bucólica de los padres soltando esta frase en el oído de sus hijos pequeños, cuando lo dice Twitter, es el pajarito de todos los pajaritos. Solo por este motivo, Musk puede presumir de ser el dueño del medio de comunicación más rápido del planeta. Es también el más influyente de los muchos que existen, contando con todas las cabeceras tradicionales periodísticas. Y lo hace solo con 144 caracteres, en manos de cualquier usuario, con cualquier idea, foto o vídeo. Con cualquier religión, raza o ideología. Donde todos los usuarios son corresponsales de guerra como ocurre ahora con Ucrania.

Twitter es un ejemplo de herramienta idónea para contar una información, pero no podemos olvidar la veracidad. No podemos olvidar esa puerta giratoria, que a mi personalmente me marea, hoy puedes ser el líder de la paz mundial y mañana ser criminalizado en una operación de señalización sin precedentes. Un conglomerado de millones de personas que pueden generar una información que parte de un bulo o de una información veraz. En los últimos años Twitter ha sido tema de debate constante con polémicas como los bots, el fact-checking o la suspensión de cuentas como la de Trump. Como Musk es un genio de la provocación no descarto que invite a volver a Donald Trump a su medio de comunicación.

Musk es un radical en cuanto a la libertad de expresión, pero aun siendo tan rico y poderoso me permitiré añadir que libertad de expresión no significa veracidad de información. En el tema de la libertad de expresión Twitter siempre se ha enfrentado a los problemas que dan las cuentas anónimas y bots. Twitter nunca ha sido una herramienta libre, sana y provechosa para la democracia.

Elon Musk ha puesto sobre la mesa muchos cambios en la red social: la posibilidad de que se puedan editar los tuits enviados, más seguridad en las cuentas para evitar hackeos y suplantaciones de identidad, que se convierta en una plataforma de pago y quitar el perfil gratuito, ir a un sistema de suscripciones, más parecido a Twitter Blue. Y puestos a inventar, está la posibilidad de que la red social se convierta en un espacio en el que se facilite el uso de criptomonedas.

Y todo esto, convierte a una red de mensajería, o red social imperfecta e ineficaz para la información y perfecta para la propaganda. Ya lo era, pero ahora es privada, y como su dueño es Musk y es un inversor en tecnología espacial y el padre de Tesla, el sesgo clasista que supone esto, hará que los usuarios y otras redes sociales quieran estar en el cotarro e imitar el experimento. Seamos serios, si Elon Musk compra Twitter no es para convertir una red social manipulable en Greenpeace, no es para permitir la libertad de expresión, o de expresión editable, es para su satisfacción personal y enriquecimiento. Solo le faltaba su propio medio de comunicación, y claro, lo ha comprado.

¿Ser suscriptor de Twitter va a suponer lo mismo que ser propietario de un Tesla? ¿La veracidad de la información se puede justificar en una red social?