Mientras el eje Estados Unidos-OTAN-Unión Europea-medios hegemónicos de comunicación libra una guerra híbrida contra Rusia con epicentro en Ucrania, con la mira puesta en su enemigo principal, China –que le disputa la hegemonía del sistema capitalista−, Washington sigue tejiendo planes políticos y militares para no perder el control de lo que considera su «patio trasero», América Latina y el Caribe.

A dos puntas: mientras en dupla con la OTAN y la Unión Europea desarrolla la guerra híbrida contra Rusia en territorio de Ucrania, Estados Unidos busca controlar los litorales del Golfo de México y el mar Caribe, zona que integran los países centroamericanos, las islas caribeñas, México, Venezuela y Colombia. Para los estrategas de Washington, el límite de Sudamérica no es el canal de Panamá sino la frontera colombo-venezolana.

Frente a las críticas recibidas desde América latina, el 4 abril el casi octogenario presidente estadounidense Joe Biden, aseguró que Washington no dicta los destinos de las naciones sudamericanas: «Solíamos hablar, cuando yo era un chico en la universidad, sobre ¿el patio trasero de EEUU? No es el patio trasero de EEUU. Todo lo que está al sur de las fronteras de México es la parte delantera de América. Somos personas iguales».

«Nosotros no dictamos lo que pasa en estos países, en Sudamérica, pero tenemos que trabajar muy duro en eso», afirmó el mandatario, quien argumentó que se hizo mucho daño en Latinoamérica con la política exterior de la gestión anterior, haciendo referencia al gobierno del ex presidente Donald Trump.

En Latinoamérica no se notan cambios. Biden dijo que una de las medidas que adoptó su Gobierno fue celebrar una cumbre, en diciembre, de las democracias, a la que sin embargo no se invitó a varias naciones de la región. Recordó que durante su gestión como vicepresidente de Barack Obama manifestó su idea sobre la creación de una potencia occidental desde el continente.

«Se ha registrado una reducción en el número de democracias en el mundo y me parece que no hay nada más importante (…) pero hemos tenido grandes dificultades para compensar los errores cometidos en los últimos cuatro años y eso llevará un tiempo», aseveró. Biden no respondió a la pregunta sobre cuándo iba a visitar Latinoamérica.

La preocupación de los estrategas de Washington es que el mundo real, multipolar, donde Estados Unidos debe compartir o pelear la hegemonía con Rusia y China, está haciendo trizas la economía estadounidense, erosionando el dólar y la sacrosanta hiperglobalización de Francis Fukuyama, en un mundo donde el 80 por ciento del comercio se realiza por vía marítima y donde va a escasear los alimentos y la energía.

La negociación para la compra de petróleo venezolano por parte de Estados Unidos sigue abierta, aunque en un parate donde cada parte reafirma alianzas. Los escenarios futuros son inciertos. Van desde un acuerdo, hasta la guerra. Fueron los primeros reacomodos de un escenario internacional de máxima tensión, que no cambiará en el corto plazo.

Más allá del devenir del conflicto en el terreno, en Ucrania, Estados Unidos y Europa tienen que buscar cómo reemplazar las importaciones rusas y todo indica que van a mantener las sanciones a largo plazo. Ahí aparece Venezuela, con la principal reserva mundial probada de petróleo y la octava reserva de gas natural. El presidente Maduro ya dijo que le vendería petróleo a EU, pero enseguida se aclararon los límites: Washington debe al menos aliviar las sanciones, y reconocer a Nicolás Maduro como presidente. Pero el 4 de abril, en rueda de prensa, Biden lo calificó como «más que un dictador».

Mientras, Biden informó a su homólogo colombiano Iván Duque su intención de convertir a Colombia en aliado principal no OTAN, un estatus especial que conlleva privilegios económicos y militares para Colombia y la posibilidad y amenaza de intervenir en cualquier incidente fronterizo con Venezuela.

En Colombia, principal productor mundial de coca, operan ocho bases militares estadounidenses. La presencia en Bogotá de Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos -junto a los altos funcionarios del Pentágono y de la Dirección Nacional Inteligencia, Daniel Erikson y Jon Stainbrook-, había revelado días antes la preocupación de Washington por el anunciado triunfo de la centroizquierda que lidera Gustavo Petro, en las elecciones presidenciales, que pondría en problemas el apoyo recibido por los gobiernos derechistas y ultraderechistas a las políticas y planes de Washington en América Latina.

«Estamos particularmente preocupados por el aumento de la influencia rusa a lo largo de la frontera y el potencial que podría estar alimentando a actores malignos y otros que no solo están activos en Venezuela, sino que tal vez intentan socavar la soberanía e independencia de Colombia», dijo Nuland en Bogotá, que confundió a los indios wayúu de la frontera norte con soldados rusos.

La Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense aprobó en marzo el proyecto de Ley de Asociación Estratégica Ecuador-EEUU 2022, presentado por el demócrata Bob Menéndez, tema que ya habían negociado el presidente Guillermo Lasso y el secretario de Estado Tony Blinken durante la vista de éste a Quito. La iniciativa busca ampliar las capacidades para confrontar la «influencia extranjera maligna»

«La influencia extranjera maligna», originalmente concentrada solo en Rusia, incluye ahora a China, Irán y otros países, señaló el director del FBI, Christopher Wray ante el Comité Judicial del Senado. El FITF (Grupo de Trabajo de Influencia Extranjera) se estableció en 2017 para identificar y contrarrestar las operaciones de esta «influencia», incluida la interferencia electoral. Está dirigido por la División de Contrainteligencia del FBI y compuesto por agentes y analistas de las Divisiones de Contrainteligencia, Cibernética, Contraterrorismo e Investigación Criminal.

Las acciones para el combate a esa «influencia extranjera negativa» están junto a las de la lucha contra las economías ilícitas y la corrupción. El proyecto plantea «brindar asistencia técnica y apoyo» a unidades especializadas dentro de la Fiscalía General de Ecuador, así como a jueces y defensores del pueblo; fortalecer la asistencia bilateral y el apoyo complementario a través de mecanismos anticorrupción multilaterales. Una forma de «legalizar» su injerencia en los asuntos internos del país sudamericano.

Hegemonías

En el horizonte amanece un equilibrio de poderes. Esto, antes de la Guerra Fría, significaba que había varias potencias capitalistas rivales y expansionistas, con veleidades imperiales. Pero ahora no, y eso preocupa a los comandos Norte y Sur del Pentágono, el ministerio de Defensa estadounidense.

En el último quinquenio, el Comando Sur estuvo creando las condiciones para futuras operaciones de las tropas estadounidenses, específicamente sobre dos puntos estratégicos, en la parte sur de Venezuela y en la costa atlántica donde el gobierno de Brasil podría permitir a EU el uso de la base militar Alcántara, ubicada en Maranhão, que por su ubicación cercana al Ecuador se considera una de las mejores zonas del mundo para el lanzamiento rápido de satélites.

Esta base fue suspendida en el año 2003 en el gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva, pero fue retomada por la gestión de Michel Temer, quien asumió la presidencia de Brasil tras el golpe parlamentario de 2016.

Las acciones militares se proyectaron en tres fases. La primera, de carácter comercial de la industria militar, la segunda sobre la organización de movilidad en terreno y la tercera, la más importante, las empresas exhibieron y probaron sus productos y soluciones en situaciones reales en contextos de ayuda humanitaria y de guerra.

A fines de marzo de este año se prendieron las luces de alarma, cuando la generala Laura Richardson recibió al comandante general de las Fuerzas Militares de Colombia, general Luis Navarro. Colombia, país extra-OTAN, principal aliado regional donde EU cuenta con ocho bases militares.

Simultáneamente, el gobierno del ultraderechista Iván Duque ha estado lanzando provocaciones armadas transfronterizas contra los estados venezolanos de Apure y Zulia, a través de grupos civiles irregulares: mercenarios, paramilitares y narcotraficantes.

Un mes antes, a fines de febrero, las fuerzas navales del Comando Sur y la Cuarta Flota de EU realizaron un ejercicio marítimo de entrenamiento de guerra antisubmarina con la Marina colombiana en el mar Caribe, que incluyó al submarino de ataque rápido Virginia USS Minnesota (SSN 783) y al buque de combate litoral Freedom USS Billings (LCS 15).

Para poder desarrollar el jaque mate a la región, EU necesita de México y por eso llamó la atención el papel que el Pentágono quiere hacerle jugar a la Armada de este país en sendos ejercicios militares donde figurará como coanfitrión: Tradewinds, auspiciado por el Comando Sur, y otro de la Iniciativa de Seguridad Marítima Estadounidense (Namsi), en la que participan los comandos Norte y de Operaciones Conjuntas de Canadá.

Ambos ejercicios de capacitación y simulación de guerra se desarrollarán simultáneamente entre el 7 y el 21 de mayo en la zona marítima de Quintana Roo. Tradewinds tiene un enfoque de colaboración multinacional y multidominio (terrestre, aéreo, marítimo, anfibio y escenarios de ciberseguridad) y busca fortalecer la interoperabilidad militar entre las fuerzas navales, terrestres y policiacas de 23 países, entre ellos varios de la OTAN.

A su vez, Namsi responde a los acuerdos realizados en el marco de la Alianza para la Prosperidad y la Seguridad de América del Norte (ASPAN, 2008), y su fase operacional, la Iniciativa Mérida, para combatir el terrorismo, el crimen organizado y la piratería.

Enclavada en el mar Mediterráneo de EU, por su cercanía la zona marítima de Quintana Roo abarca los megaproyectos del Tren Maya y el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, esos espacios son asiento de la riqueza petrolera del sureste mexicano y de sus selvas tropicales.

Al consolidarse como aliado subordinado de la estrategia militar continental del Pentágono −y funcionar como bisagra de sus comandos Norte y Sur en un área de gran importancia geopolítica, por ser la vía de conexión entre las rutas marítimas de los océanos Atlántico y Pacífico−, en momentos de rediseño de las hegemonías, México podría quedar involucrado en una situación de guerra real. Miremos Ucrania, señala el análisis Carlos Fazio.

Brasil y EU estrecharon y reafirmaron sus acuerdos militares a finales del año 2021 con un ejercicio conjunto, realizado en el estado de Sao Paulo desde el 6 de diciembre. En los primeros días de 2022, EU realizó diversas acciones en Centroamérica con su vieja estrategia de «ayuda humanitaria» en contextos de «crisis naturales».

El ejercicio militar, ejecutado junto a las fuerzas armadas de Brasil en diciembre del 2021, el lamado Southern Vanguard 22, fue dirigido y patrocinado por el Comando Sur de EU, una unidad compuesta por más de 1.200 militares y civiles encargada de las operaciones militares estadounidenses en Latinoamérica y el Caribe. Es uno de los diez comandos de combate unificado pertenecientes al Departamento de Defensa.

El ejercicio tuvo un alcance a nivel operativo y táctico diseñado para aumentar la interoperabilidad entre EU y las fuerzas armadas del Cono Sur sudamericano (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay). «Nuestro objetivo es continuar este ejercicio al menos hasta el año 2028», dijo el general William Thigpen, comandante general del Ejército Sur.

Generala

Los latinoamericanos ven con preocupación creciente el protagonismo de la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, quien en marzo dijo ante el Senado que China es el competidor estratégico a largo plazo de EU y continúa su marcha implacable para expandir su influencia económica, diplomática, tecnológica, informativa y militar en América Latina y el Caribe, desafiando la influencia de EU en todos esos dominios.

A los estrategas estadounidenses les preocupa que China esté invirtiendo cerca de 35 mil millones de dólares en infraestructura y producción energética en Argentina, Colombia, Cuba, Jamaica, Panamá y Perú. Por eso Richardson pidió mayor inversión para la cooperación subregional en tres áreas claves: la capacitación y capacidad de ejércitos y cuerpos de seguridad para la protección de fronteras y la seguridad interna; la exportación de formación de otros países en América Latina, y para operaciones de «mantenimiento de paz».

La generala dijo que Rusia está aumentando sus relaciones y compromisos en el «patio trasero» de EU, y creó cierto temor al relatar que el vicecanciller ruso había señalado que no podía afirmar ni excluir si Rusia enviaría activos militares a Cuba o Venezuela. Son obviamente los viejos objetivos del Comando Sur, y Richardson asegura que ambos países ofrecen a Rusia un punto de apoyo.

Para ganarse el favor de los senadores, generalmente poco informados, repitió la propaganda del Comando Sur difundida por los medios hegemónicos regionales y mundiales, de que el gobierno de Nicolás Maduro participa en actividades de narcotráfico y alberga dentro de sus fronteras a grupos terroristas regionales.

En medio del eventual inicio de una nueva guerra fría y la amenaza permanente de una tercera guerra mundial se ve cómo la injerencia de la OTAN en Latinoamérica, con la cabeza de playa en Colombia, fue aumentando a medida que los términos iniciales del acuerdo eran ampliados en 2021 para el entrenamiento militar, la interoperabilidad y la seguridad marítima, mientras Colombia ofrecía su experiencia en «contrainsurgencia» y desminado, lo que permitió que en el país prosperen las empresas privadas militares y de mercenarios.

A buenos entendedores, pocas palabras bastan: «si fuéramos inteligentes, tenemos la oportunidad de hacer un hemisferio occidental unido. No unido, un hemisferio democrático. Y nos estábamos moviendo en la dirección correcta en la administración pasada, en la administración Obama-Biden», dijo en un deja-vu el propio presidente estadounidense, en rueda de prensa el 4 abril.

¿Somos un hemisferio? ¿Seremos inteligentes? ¿Seremos democráticos el estilo estadounidense?