En un anterior artículo, publicado el 9 de diciembre de 2021, decíamos que para ir sembrando hacia un cambio del actual paradigma de «lucha entre opuestos» donde la mentalidad fundamental es de relacionarse como «amigos contra enemigos» eran necesarias dos herramientas que han de aplicarse de manera simultánea para ir generando una nueva forma de democracia que se salga del paradigma actual de los opuestos en lucha para ir desarrollando una diferente cultura relacional que nos lleve hacia un nuevo paradigma «de inclusión mutua en la diversidad» priorizando el bien común ciudadano. Algunos prefieren usar en su lugar el término «dignidad». Pareciera que lo importante en este caso, es que su efecto práctico sea similar. Las mencionadas herramientas son: a) un Programa Nacional de Educación flexible y b) Un nuevo sistema de Cámara Legislativa.

Lo que se desarrolla en estos artículos incluyendo el presente son «ideas fuerza». Para algunos puede aparecer como una visión «ingenua», inaplicable, una especie de «sueño», me referiré brevemente este tema.

Acerca de la ingenuidad de un cambio de paradigma

Tengamos presente la siguiente pregunta:

¿Qué es más «ingenuo», pensar que seguir como estamos actuando y pensando desde nuestro actual paradigma de «lucha entre opuestos a fin de prevalecer» que nos conduce inexorablemente hacia una autodestrucción de la humanidad sea por contaminación ambiental, cambio climático, destrucción del entorno, accidente nuclear, conflictos desatados descontrolados, entre otras variables, es una situación sustentable en el corto o mediano plazo?

¿Preferiremos desechar, por ser «ingenua» la posibilidad de comenzar a sembrar para alimentar el surgimiento de un «nuevo paradigma» que cambie nuestra relación mutua como humanidad sembrando para un proceso que nos conduzca hacia la integración de los opuestos, es decir, a integrar todos los aspectos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea en nuestra noción de ser?

Este video nos ilustra muy cercanamente acerca de qué es más «ingenuo» de manera que antes de que sea muy tarde decidamos acerca de lo que no sólo es racional, sino sustentable en el tiempo, al apoyarse en el desenvolvimiento humano en el más amplio de los sentidos, hacia posibilidades impensadas.

Requerimos una visión sistémica, integral, con valores humanistas de inclusión, de respeto a la diversidad, lo que se traduce en cambiar el modelo relacional, productivo, distributivo de gobernanza que nos rige, para generar un proceso en el tiempo que nos permita «salirnos» en cuanto humanidad del paradigma actual que sólo lleva a la destrucción mutua, al dolor y a un túnel sin salida.

Quienes aún piensan que esforzarnos como humanidad para evitar la autodestrucción de la misma es una «ingenuidad», lo que necesariamente implica un cambio del actual paradigma, es posible que no estén medianamente conscientes acerca de la dramática situación de nuestro mundo.

Posiblemente todo esto requiere de acuerdos nacionales, (¿e internacionales, pero en serio?), desde la institucionalidad vigente hacia un proceso de mejora continua. Se trata de acuerdos hacia procesos de cambio de la cultura vigente que implica creatividad, apertura mental y relacional, para que ese proceso de cambio sea posible.

Programa nacional de educación para desenvolver la consciencia

Profundizaremos en la primera herramienta de las nombradas como parte de un proceso que apunta a alimentar un nuevo paradigma como proceso sustentable para el mundo, que podría comenzar en cada país. Chile quizás podría ser una interesante posibilidad.

Se postula a un programa nacional educacional respetuoso de la diversidad respecto al resto de las materias que forman parte de los programas de estudio del país, de sus regiones, compatible con la libertad de enseñanza, sin conculcar ninguno de los derechos ciudadanos, que entreguen a todos los niños y jóvenes la posibilidad de aprender de manera voluntaria y activa, participativa y creativa, valores humanistas, éticos, de probidad, que los lleven a sustentar, a vivir una cultura ciudadana de alto valor de vida: respeto, inclusión, aprendizaje relacional, reflexión, apertura mental, solidaridad, y así sucesivamente.

Incluye el respeto a las pertenencias, tradiciones, modos de vida, creencias de cualquier tipo, de las familias y de las personas en su mayor sentido. Se trata entre otros aspectos, de respetar los diversos credos, dado que no existe oposición alguna en expandir o desenvolver la consciencia y pertenecer a algún tipo de credo, o de «camino de desenvolvimiento integral o espiritual», siempre y cuando se respete el bien común ciudadano; es decir, el credo que tengan o no cada uno del resto de los ciudadanos/as. Similarmente con las tradiciones y culturas de los pueblos ancestrales de cada país y del planeta.

La formación de profesores y monitores será un tema fundamental con el apoyo de instituciones que puedan dar un aporte de herramientas vinculadas al desenvolvimiento integral humano con una visión laica o neutral respecto a los diversos credos.

Lo que denominamos «consciencia» tiene relación con el grado de conocimiento de nosotros mismos, de nuestro entorno, desde el más cercano hasta el más amplio, del cual nos sentimos parte.

Tomamos nuestra «realidad» según resulta a lo que denominamos «nuestra vida cotidiana» producto de la percepción que vamos teniendo de la misma.

Según la neurociencia y de acuerdo a todas las visiones de la espiritualidad universal, como seres humanos vivimos «una ilusión», ya que vemos el mundo a través de nuestros limitados sentidos con percepciones que interpreta nuestra mente. Sin embargo, en la práctica, no podemos actuar en este mundo «como si todo fuese una ilusión» ya que necesitamos un centro de estabilidad mental y conductual. Desde ese centro de estabilidad interior le damos sentido existencial a nuestra vida.

Desde esa perspectiva, «suponemos» que podemos «elegir», dentro de las limitaciones y potencialidades que tenemos como seres humanos acerca de nuestros valores de vida y sus consecuencias en nuestra existencia y al modo como le damos sentido a nuestras vidas. Ese es nuestro «libre albedrío». Más, desde el desenvolvimiento de nuestra consciencia dependen nuestras elecciones en la vida.

Nuestra conducta está ligada a lo que llegamos a «razonar», a entender y a comprender con nuestra mente, a vivenciarlo con nuestras emociones y sentires, más el proceso cognitivo y relacional. También incluye la evaluación de las consecuencias de nuestras acciones, emociones y pensamientos.

De la trascendencia

Las herramientas para expandir o desenvolver la consciencia, implican aprender a vivir y desenvolver la trascendencia.

Trascender es «ir más allá del uno mismo», está relacionado a la esencia del bien común ciudadano, a aprender a servir. Aprender vivencialmente que servir, entregar, atender, pensar qué puedo aportar en lugar de que puedo exigir para mí, es fuente de plenitud, de sentido existencial.

Trascender para nuestros efectos, tiene la significación de aprender a vivir con base en valores de vida que nos llevan a una actitud de respeto a la diversidad, de tener presente que en cuanto seres humanos somos «seres sociales», dependientes unos de otros, que hemos heredado los diversos conocimientos, tecnologías, valores esenciales de humanidad que se han ido desarrollando en los últimos miles de años. De allí que en lugar de «exigir», la plenitud existencial humana se orienta al qué y cómo aportar. Ello desde el entorno más cercano y familiar, pasando por los amigos, vecinos, hasta llegar a nuestra relación con el universo.

Al tener presente las características evidentes acerca de nosotros en cuanto seres humanos antes señalada y de que el mundo en que vivimos es una ilusión tanto desde la neurociencia como desde la espiritualidad universal, nos lleva a darnos cuenta que nadie es dueño de «la verdad», que cada cual ha de ser dueño de su propia vida para darle un sentido existencial.

Surge así la necesidad de trabajar en ir adquiriendo rasgos de humildad al opinar, al relacionarnos, al conceptuarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Y en tratar de estar alertas con nuestras actitudes que nos impiden ser empáticos y abiertos mentalmente. La consecuencia práctica respecto a nuestras opiniones es a no identificarnos con las mismas, de manera que estemos abiertos a una permanente mirada de revisión con actitud mental abierta.

Trasciendo cuando reconozco que mi vida, mis intereses, mis acciones no terminan en mí mismo, sino que afectan a mi entorno, a los seres que me rodean y a aquellos con que me relaciono. Que también pueden afectar a mis vecinos, a mi comuna, a mi país y al planeta en su conjunto.

También la trascendencia tiene relación con la mística, nacida del amor, con todo lo que existe como manifestación en el universo ante lo cual nuestros conocimientos aún tienen mucho que investigar, descubrir y crear. También con el silencio, con la contemplación, con la emoción profunda ante lo que nos conmueve.

La mística también es una «apertura» mental, emocional, investigativa, de actitud, que, si bien puede ser estimulada por los diversos credos y religiones, no es exclusiva de estas.

Cuando la visión mística, que suele ser parte de las diversas religiones o credos se desvincula de ellos, nos conduce a concebir lo trascendente más allá de nuestras posibles creencias. Nos conduce a darnos cuenta que los valores humanos de inclusión, colaboración, trabajo en equipo, solidaridad, apertura mental, respeto a lo diverso, entre tantos valores de vida fundamentales para una nueva cultura planetaria son parte de una realidad que nuestra manera alienante de vivir la ha inhibido.

La mística suele estar vinculada al desenvolvimiento del amor en el más amplio de los sentidos, tal y como lo señala el recientemente fallecido biólogo chileno Humberto Maturana.

Lo místico vinculado a lo trascendente puede conectar a lo que algunos denominan «lo divino» como posibilidad, una captación íntima producto de la contemplación que es parte de la vivencia de cada cual. Más también esa mística, conecta con la «unidad» junto a la «diversidad manifestada» lo que también conduce a los valores vinculados al servir, al aportar, a vivir valores esenciales de ser humano.

Lo que acá denomino «místico» nos conduce a mantener una visión «universalizada» (más allá de los diversos credos), como aporte al cambio de consciencia que lleva necesariamente a ampliar nuestra relación incorporando el respeto mutuo independientemente a las particulares pertenencias, credos, o visiones del mundo de cada cual.

Un Programa Nacional de Educación flexible, apuntan a una visión respetuosa de la diversidad en que los distintos credos nada tienen que temer.

Este otro video, nos conecta con actitudes que están vinculadas a manifestaciones de la trascendencia como parte de la vivencia humana. Es una adaptación del libro homónimo de Javier Melloni, Sed de ser, nos invita a sumergirnos en nuestra naturaleza más profunda para saciar el anhelo de plenitud tan humano y universal que nos caracteriza. Sugiero darse unos minutos e impregnarse de este hermoso mensaje.