De mis clases de educación artística recuerdo que griegos y romanos escribían nombres, letreros y poemas en paredes de casas y edificios. Algunas de esas pintas eran de corte político o propagandístico, otras insultaban a personajes conocidos o eran simples «gracietas», y algunas eran obscenidades diversas que «decoraban» las calles de las ciudades de la antigua Grecia y del Imperio Romano.

Arqueólogos y epigrafistas llamaron a tales inscripciones grafiti, palabra proveniente del italiano graffiti, plural de graffito, «marca deliberada hecha rayando o grabando una pared». El término se popularizaría en español a través del inglés.

El grafiti moderno, aunque quizás precedido por ciertas obras del pintor y escultor francés Jean Dubuffet (1901-1985), se estima que «nace» en Filadelfia comenzando los 1960. De allí, se expande por Estados Unidos y el mundo.

Esos «grafiteros» se auto llamaban taggers (etiquetadores, marcadores), escribían su nombre, apodo o «emblema» que los identificaba, de manera llamativa, en paredes de su vecindario. Los taggers eran, originalmente, pandilleros interesados en «marcar» el territorio de su banda.

El neologismo graffiti (grafiti) lo acuña el New York Times a principios de los 70. Luego, el escritor, periodista, dramaturgo y activista estadounidense Norman Mailer (1923-2007) lo establece con su ensayo The faith of graffiti de 1974.

Pronto, emblemas pasan a ser dibujos y pinturas, unos más interesantes que otros. Ya no eran solo pandilleros pintando paredes del vecindario, sino jóvenes de diversos orígenes e intereses utilizando también vagones de trenes y del Metro para mostrar sus habilidades. El alcalde de Nueva York, John Lindsay (1921-2000), les declaró la guerra a estos artistas convirtiendo los grafitis en «vandalismo» penalizado. Algunos comienzan a pintar en lienzos y sobre objetos y materiales de fácil transporte. A mediados de los 70, varias galerías compran, exponen y revenden este novedoso arte. En los 80, la persecución policial complica pintar vagones, y los grafiteros «atacan» techos y paredes de casas y edificios.

El grafiti ha sido trampolín a la fama para algunos de sus exponentes. Jean-Michel Basquiat (1960-1988) comenzó escribiendo SAMO© (inventivo acrónimo de «Same old shit» en referencia a la marihuana que consumían durante un «viaje») alrededor de su secundaria en West Village, junto con su amigo Albert «Al» Diaz. Esa inscripción, acompañada de frases crípticas, es vista luego en SoHo y otros lugares de Nueva York. Comenzando los 80 aparece SAMO© IS DEAD en múltiples lugares, finalizando la mancuerna colaborativa (Al Diaz «resucitaría» SAMO© en 2019) y Basquiat entra al círculo de Andy Warhol (1928-1987). Vende por 200 dólares su primera obra a la cantante Deborah «Debbie» Harry, vocalista de Blondie. Hoy, algunos trabajos de Basquiat se estiman en millones de dólares.

El francés Blek le Rat (Xavier Prou), padre del stencil graffiti y el grafitero británico Banksy (de nombre desconocido) han alcanzado fama internacional al producir obras complejas, mostrando críticas sociales y políticas o anécdotas humorísticas. Sus trabajos se cotizan a enormes precios.

Creo que entre los grafiteros más interesantes de los últimos tiempos está el malayo, Akid One (Mohd Zulfadli Ahmad Nawawi), quien comenzó pintando acuarelas en Kota Bharu, Malasia. Al ir a Malaca para estudiar Animación descubrió su pasión por el grafiti. Hoy sus trabajos adornan muros de instituciones, empresas, hoteles y es frecuente invitado a festivales de arte.

En Venezuela también tenemos nuestros grafiteros, algunos inmersos en política, otros criticando formas convencionales, otros satirizando las normativas. Carlos Zerpa, artista de medios mixtos venezolano nos alerta que algunos grafiteros son apenas «pseudo artistas» afines al oficialismo, pagados por el régimen para «ensalzar sus bondades». También nos señala que el pionero del grafiti venezolano fue Lobo. Su «marca», ortópteros que asemejan «saltamontes», pero que «bautizados» como «grillos» «invadieron» Caracas a fines de los 70 y durante los 80. Recalca la periodista Marbella Díaz de Sabatino:

Lobo es… el padre del grafiti… [por ser este] el primero en ser reseñado por… la plástica nacional, como un vehículo visual transmisor de sentimientos y sensaciones del espíritu humano…

El grillo como emblema se le ocurrió luego de una curiosa experiencia en Mucuchíes, estado Mérida. Llegada la noche, se acostó a dormir. En la madrugada se despertó rodeado de cientos de grillos. Consultando con sus amigos, ninguno tuvo una experiencia similar esa noche. Tomó el incidente como una premonición. El artista venezolano, David Hantuch, me comenta que Lobo:

…comenzó trabajando en forma realista a los grillos, pero en algún momento los transformó y animó a manera de caricatura, …plasmaba sus grillos con increíble rapidez en la ejecución y precisión en la proporción.

Otro pintor de ortópteros, Salvador Dalí (1904-1989), estaba obsesionado por los saltamontes. Le generaban terror y una fobia patológica. Los asociaba con el temor hacia su padre y aquellos hombres a quienes consideraba rivales. Pero para Lobo, el grillo era un elemento natural luchando contra un medio ambiente de cemento armado y contaminación, una voz de protesta, una crítica social. Algunos de sus grillos aparecían agarrando una bolsa con el signo «$», señalando la corrupción evidente de esos tiempos.

Otros grillos eran más amables. En la Plaza de la Langosta, de la Facultad de Ciencias en la Universidad Central de Venezuela aún podemos ver uno mostrando un tubo de ensayo con una ligera efervescencia, aludiendo de alguna manera al recinto en el cual está pintado.

Ángel José Martínez, «Lobo», «pintor, escultor y artesano destacado como grafitero con contenido social», nació en Caracas en 1954, hijo de Heriberto Fuentes y Josefa Martínez. Pasa su infancia en Puerto Cabello. En 1968, recibe sus primeras nociones de pintura bajo la guía del maestro Ismael Leñez. Tres años más tarde, ingresa al Taller Experimental de Artes de Puerto Cabello. Va a Caracas al Taller Libre de Arte de la Escuela Cristóbal Rojas, donde estudiará entre 1975 y 1981. Antes de partir a la capital del país, expondría Concreto frío de la ciudad en el Museo de Historia de Puerto Cabello.

Comienza en 1978 su postgrado asesorado por los iconos del arte venezolano, Oswaldo Verenzuela (1947-2011), Luis Guevara Moreno (1926-2010) y Oswaldo Subero (1934-2016). En 1982, asiste al Taller Libre de Grabado de la Universidad Simón Bolívar, graduándose de Artista Gráfico al año siguiente. Desde 1979, la imagen del grillo «realizada con gran destreza» ha venido apareciendo en muros, puentes y columnas de Caracas.

En Caracas, paralelamente a sus estudios y exhibiciones, Lobo realiza dibujos, artesanías y esculturas de alambre, latón, y otros materiales, vendiéndolos preferentemente en la plaza de los museos en Los Caobos. Igualmente, deambula por el Ateneo de Caracas, vecino de los museos. En esa zona me lo encontré varias veces y entablamos conversaciones que iban desde nuestras opiniones sobre el arte, pasando por las obras de teatro más recientes, la música que escuchábamos (coincidíamos en nuestro gusto por el rock y el reggae), la problemática social, la situación política, los libros que estábamos leyendo. Me llegó a comentar que lo impresionó la obra de Hermann Hesse (1877-1962) El Lobo Estepario. Cargar siempre consigo dicha novela originó su apodo. Durante algunos de esos encuentros, aproveché para comprarle unas mini esculturas y un dibujo, que estimo enormemente, aún conservo y adornan mi oficina.

Sentía un amor incondicional hacia los niños y, tanto el Museo de Bellas Artes como la Galería de Arte Nacional, siempre lo llamaban para diversas actividades culturales y planes vacacionales, donde impartía talleres de pintura, escultura, y expresión plástica.

El escultor venezolano Julio Cesar Briceño Andrade comenta que:

Recordar a Lobo Grillo es recordar al amigo fraterno, al hombre bondadoso, al ser humanista, al pintor soñador y al político revolucionario. Era un lobo feroz y a la vez un grillo luminoso.

Era un artista irreverente, rebelde ante la opresión. El músico y asesor de telecomunicaciones e informática, Edgar Alexander Arcano, originario de Puerto Cabello, me comenta una anécdota que le contó Lobo. Dentro de un proyecto cultural Venezuela-Cuba, Lobo visitaba Cuba como escenógrafo del grupo venezolano Adrenalina Caribe. Estos tocaban en un conocido local de la Habana Vieja, pero estaban alojados en otro lugar de la ciudad. En la madrugada, regresando de una presentación pasaban por el malecón. Lobo vio una pared limpia. Siempre pintura en mano, paró el vehículo en el que viajaba, se bajó, pintó un grillo con un comentario que decía algo así como «cubano, ven a vivir la libertad en Venezuela». Al día siguiente, en el lobby del hotel, preparándose para regresar a Venezuela, el grupo vio llegar en una limosina a Fidel Castro (1926-2016). Sus guardaespaldas flanquearon a Lobo llevándolo ante Fidel quien, luego de una larga perorata y un serio regaño por intentar «calentarle la cabeza» a los cubanos, ordenó su inmediata expulsión del país.

Comentan también que alguna vez, Lobo fue sorprendido pintando un enorme grillo en Miraflores durante la presidencia de Luis Herrera Campins (1925-2007). Lobo fue detenido, interrogado y liberado. El presidente encontró el asunto muy ocurrente. Tanto, que lo visitó en el Salón Michelena donde Lobo presentaba una de sus típicas protestas. La prensa de la capital le dedicó algo de espacio al incidente. Edgar me confirma la anécdota y Marbella Diaz la detalla en obituario realizado a un año de la partida del artista.

Mi amigo Iván Hernández Rojas, teatrero y artista de performance, lo conoció y llegó a visitarlo en su casa-taller en Los Chorros:

…le conocí someramente como todos mis compañeros compinches de la escuela de teatro por allá en los 80s, tenía su casa taller en una singular creación aparentemente [del arquitecto] Fruto Vivas en una Torre tanque del INOS [Instituto Nacional de Obras Sanitarias]… su hogar psicodélico, hippie, lo atravesaba un árbol de aguacate altísimo, rasgo distintivo de dicha casa. En algunas ramas mochas, en el primero y segundo nivel estaban talladas formas de hongos y creo recordar una pirámide… todo muy de moda entonces como reminiscencias de los 60-70.

Otro amigo recuerda haber ido a dicha casa «un par de veces a fiestas muy greñudas y fumadísimas».

Lobo participó extensamente en exposiciones colectivas. Internacionalmente destaca en Nuevas proposiciones 4 y Nuevas proposiciones 5 de 1980 y 1981, presentadas en España, Francia, Italia y en la Sala de Exposiciones del Ministerio de Educación en Caracas.

En 1981 expone Apocalipsis en Caracas en la Galería Viva México y Nueva ola-New Wave en Fundacomún, ambas en Caracas. Al año siguiente repite en la Viva México con Profecías del desastre (parte II).

Interviene en las exposiciones colectivas Indagación de la imagen. Venezuela, 1680-1980, en la Galería de Arte Nacional en 1981, Nuevos dibujantes, Sala CANTV en 1982, y Autorretrato en el Espacio Alterno de la Galería de Arte Nacional en 1983.

En 1984, junto a Claudio Perna (1938-1997), presenta Supergrillo cerometros a 900 metros del nivel del mar en la Casa Guipuzcoana de La Guayra. Con la artista gráfica conceptual Nansi Montilva, organiza el Museo de la Cola en 1985; conjunto de obras colocadas a lo largo de la autopista Francisco Fajardo. Los automovilistas admiraban dichas obras mientras se mantenían frente al volante en el lento transitar de las horas «pico».

Finaliza su periplo caraqueño regresando a la ciudad de su infancia en 1985. Se dedica a enseñar y realizar trabajo comunitario usando como base la Casa de la Cultura de Puerto Cabello. Asegurando que ha vuelto definitivamente, presenta Bendito el artista que regresa en el Museo de Antropología e Historia de la ciudad.

Instala el Museo Vial José Antonio Martín (célebre poeta porteño), en Puerto Cabello, en 1988. Lo invita de nuevo la Viva México y también la Tienda Clave de Arte, de Caracas, para exponer Enemigos naturales y Carros envenenados. Pintura-escultura, respectivamente. En la Viva México abre con una piñata-grillo la cual es «tumbada» por los niños de quienes asisten al día inaugural. El mismo año la periodista y escritora Margarita Vollbracht (1921-1995) publica el libro San Esteban en Mayo, dedicado al Parque Nacional San Esteban. Lobo ilustra la obra.

En 1989, el Instituto Nacional de Canalizaciones acoge su exposición Mitos, Ritos y Leyendas. Ese noviembre presenta en el Teatro Municipal de Puerto Cabello la exhibición Puerto Cabello Limpio-Vota Grillo-Lobo Alcalde, la cual, antes de comenzar, lo hace protagonista de una anécdota junto al amigo José Alfredo Sabatino Pizzolante, quien, aunque soy caraqueño de nacimiento, me honra al considerarme «coterráneo» por ser mi abuelo Pedro y mi abuela Isabel, así como sus hijos (mi padre y sus hermanos/as), nativos de la amable e histórica ciudad de Puerto Cabello.

Me cuenta José (y también lo narra en su proyecto histórico «Memorabilia Porteña» en Twitter y Facebook):

Lobo, de manera inconsulta pintó un grillo en la pared del Teatro Municipal de Puerto Cabello. Esto desató nuestro airado reclamo y una agria discusión entre ambos. La razón es que el teatro estaba recién reinaugurado, y a mí me molestó enormemente y le reclamé en público. Se había organizado una exposición de él allí y se le ocurrió pintarlo con la hora de la muestra. En aquel momento, yo era director de la orquesta juvenil y asesor musical del teatro, además de trompetista. Al día siguiente el Lobo se desquitó con un grafiti frente al malecón, en el que pintó un burro tocando trompeta (instrumento que yo ejecutaba), preguntándose en otra parte: Quién es el burro, a lo que respondía: Pepe Grillo (para mayores señas el suscrito). Al final mandé a borrar el grafiti, el Lobo y yo nos reconciliamos y la anécdota quedó. Años más tarde ambos nos reíamos del episodio, pues fuimos vecinos y él era muy amigo de mis hermanos… ¡El puerto, sin duda, era un lugar de panas y mucha camaradería!

Aunque no era músico propiamente, tocaba la batería y era compositor. Igualmente, Lobo ideó la creación de un grupo musical que tocara versiones modernas de éxitos latinoamericanos. Así nace El detalle está ahí [parodiando a «ahí está el detalle» de Mario Moreno «Cantinflas» (1911-1993)], popularizando en reggae Yo no he visto a Linda, de Daniel Santos (1916-1992). También inspiró la creación del grupo de corta vida, Cuatro Filos, en referencia a cierta variedad de plátanos del llano venezolano.

Lobo nos dejaría el 29 de noviembre del 2009, en plena actividad artística y educativa. En homenaje «… a la vida y obra de Ángel José ‘Lobo’ Martínez y sus grillos», el Instituto Autónomo Municipal para la Cultura de Puerto Cabello, inauguraría en noviembre de 2013 su Primer Salón Nacional de Arte. Presentan 75 piezas de Lobo junto a obras de artistas de Puerto Cabello, Barquisimeto, Cojedes, Maracay y Valencia. Cada tanto tiempo, entrando a la urbanización La Belisa en Puerto Cabello, uno de sus grillos es retocado por los vecinos, manteniendo viva la memoria del artista.

Quiero finalizar recordando las palabras del artista e investigador Francisco Da Antonio quien alguna vez escribiría:

Ángel Martínez «Lobo» es …un grabador nato cuyo trabajo, calidad técnica y belleza formal lo confirman como una de las figuras más promisorias de la gráfica en Venezuela. [El]… es… un creativo completo: un artista que además de pintor… deviene muralista, …performancista integral [e] imaginero por no decir escultor, arquitecto de una fauna de alambre y a veces también de papier-maché, jardín zoológico y espectáculo insólito cuyo esplendor humilde desafía las pretensiones patafísicas y protorrevolucionarias de la retórica parroquial.

Notas

Anónimo. (2014). Homenaje a Ángel José «Lobo» Martínez y sus grillos. Inaugurado Primer Salón Nacional de Arte en las instalaciones de la Casa de la Cultura.
Da Antonio, F. (1982). Ángel Martínez (Lobo), otra vez (catálogo de exposición). Caracas: Galería Viva México.
Díaz de Sabatino, M. (2010). Réquiem para un artista consumado, Ángel Martínez «Lobo». Diario La Costa. Puerto Cabello. 29 de noviembre, 10-11.
Galería de Arte Nacional. (2005). Diccionario biográfico de las artes visuales en Venezuela. Caracas: Fundación Galería de Arte Nacional.
Monserrat, V. J. (2011). Los artrópodos en la obra de Dalí. Boletín de la Sociedad Entomológica Aragonesa. (49): 413‒434.
Rodríguez, P. (2019). Retocan Grafiti de Lobo a diez años de su partida.
Sabatino Pizzolante, J. A. Memorabilia Porteña.