Valentina Vacó (Caracas, Venezuela, 1994) es una artista venezolana que desarrolla su obra desde su estudio en Carabanchel, Madrid. Entre el realismo estilizado y la psicodelia, ha construido un lenguaje visual único con un proceso creativo estructurado que, al mismo tiempo, sirve de archivo.
Desde muy joven ha estado en contacto con el arte y siempre tuvo claro que quería dedicarse a ello. Su obra actual es el resultado de cada una de las etapas creativas que ha atravesado, y como resultado ha logrado construir un imaginario personal complejo.
A lo largo de esta conversación, hablamos sobre sus inicios, su formación, su manera de trabajar y la importancia de documentarlo, así como su reconocible estilo.
Soy consciente que desde pequeña has hecho mucha obra. Entiendo que siempre has tenido vocación por la pintura, pero ¿cómo fueron tus inicios?
Creo que comencé a demostrar especial interés por el dibujo cuando tenía dos años. A pesar de que en mi familia no son artistas, les pareció que esa era la mejor forma de mantenerme entretenida y siempre recibí mucho apoyo.
En Caracas había una academia de dibujo y pintura, pero solo aceptaban a niños a partir de los siete años. Mi mamá, de tanto insistir, consiguió que me hicieran una prueba y entré siendo la más pequeña. Este apoyo solo fue creciendo: incluso recuerdo que a veces mi mamá me dejaba no ir al colegio para quedarme en casa pintando.
Fui al mismo taller desde los cuatro años hasta que me fui de Venezuela y sigo en contacto con mi profesora, la artista colombiana Martha De Lavalle Restrepo. Prácticamente crecí con ella.
Siento que el arte siempre ha sido parte de mi lenguaje, lo cual es bonito, porque mi obra ha ido reflejando y evolucionando con cada etapa vital.
Alrededor de los 16 años empecé a sentir la necesidad de crear mis propios personajes y mi mundo. A estos yo les llamaba los “Andróginos”, porque eran unas bailarinas súper largas que tenían un montón de vello púbico y barba. Yo creo que era una manera temprana de cuestionar asuntos sobre la identidad y el género, pero desde la inocencia.
En esta época me uní a un taller de escultura, y allí conocí a un curador de arte que me ofreció hacer mi primera exposición en la Biblioteca Pública Paul Harris de Caracas. Presenté 15 pinturas en combinación con cinco esculturas. Fue un momento muy importante, mi primer solo show.
Siempre tuve muy claro que quería ser artista y que me quería dedicar a pintar.
¿Cómo surgió la decisión de irte a Londres?
Las universidades de arte te piden un portafolio muy específico y muchos requisitos, pero yo me empeñé y siempre fui muy ambiciosa. Yo pensaba que, si ser artista ya es difícil, era fundamental recibir una buena formación para tener una verdadera oportunidad de destacar.
Al graduarme del colegio, me fui de Venezuela a Bélgica para aprender francés y terminar de preparar mi portafolio. En ese momento, todavía no consideraba a Londres entre mis opciones, pero un conocido me sugirió incluir esta ciudad. Gracias al esfuerzo y a un poco de suerte, fui aceptada en todas las universidades a las que apliqué y, finalmente, decidí irme a Central Saint Martins.
¿Y cuándo te fuiste a Barcelona?
En la época en la que me mudé a Londres, ya había desarrollado un estilo muy marcado. Sin embargo, era demasiado joven para quedarme encasillada en un solo lenguaje, aunque, viéndolo en retrospectiva, lo que había construido era sólido.
Al llegar, la universidad tenía un enfoque muy conceptual. Además, hace diez años había un gran rechazo hacia la figuración, y eso fue lo primero con lo que me topé. Sentí cierta resistencia hacia lo que, para mí, representaba mi estilo y mi identidad como artista.
Esto me llevó a una crisis creativa: ya no me sentía cómoda ni con lo que había hecho antes, ni con lo que estaba produciendo en ese momento.
Decidí mudarme a Barcelona con la idea de continuar estudiando Bellas Artes. Pero antes quería tomarme una especie de año sabático, así que pensé que debía aprender algo durante ese tiempo. Me apunté a la carrera de fotografía y me encantó. Al final, nunca llegué a aplicar a Bellas Artes en Barcelona.
Tenía la ventaja de llegar con una formación previa. En Central Saint Martins aprendí mucho sobre el desarrollo de ideas, una herramienta que ahora es clave en mi proceso creativo. Por otro lado, la carrera de fotografía me ayudó enormemente a mejorar en la composición de imágenes y en la comprensión de la luz.
Lo que hago hoy en día es el resultado de todas esas etapas. Mi trabajo parte, en gran medida, de la fotografía, así que mi proceso comienza revisando mi archivo fotográfico en busca de inspiración. Luego hago pruebas de color y, a partir de ahí, desarrollo la idea. Es un proceso bastante estructurado. En mis cuadernos hay referencias, cosas que me inspiran, ideas, pruebas, dibujos, reflexiones y las piezas finales.
Cuando terminé la carrera, estaba completamente segura de que me iba a dedicar a la fotografía. Pero una pareja londinense que me había conocido en mi primera etapa como pintora me encargó una obra, así que volví a Londres por dos meses para realizarla. Al volver a pintar, reconecté con esa identidad, y desde entonces, ahí sigo.
El material que utilizas actualmente no es óleo, ¿verdad?
No es óleo, pero no lo descarto. Poco antes de la pandemia, había viajado a Venezuela para visitar a mi familia. Durante los ocho meses que estuve allí, dediqué mi tiempo a redescubrir mi voz a través de la pintura. Comencé con el óleo, la técnica que mejor dominaba, e hice una gran cantidad de obras. Pero al terminar la pandemia, decidí volver a España para dedicarme por completo a la pintura.
Descubrí las tintas acrílicas y comencé a utilizarlas porque me permitían trabajar con rapidez, sin tener que esperar mucho tiempo a que la pintura se secara, a diferencia del óleo. Esto me permitió superponer capas y, aun así, conservar una superficie completamente lisa, lo que facilita el aspecto más intuitivo de mi pintura, que requiere espontaneidad y agilidad.
En Madrid llevo alrededor de cuatro años profundizando cada vez más en esta técnica y en esta forma de expresión. La conjunción de todas las exploraciones que venía desarrollando terminó convirtiéndose en un estilo de pintura semi-realista con aires de psicodelia.
Estás desarrollando un estilo muy característico. ¿Cómo lo describirías?
Mi obra empezó siendo muy autorreferencial. Estaba muy centrada en el autorretrato, pero siento que esa fase se ha ido diluyendo. En los últimos dos años he entrado en una etapa más espiritual. Lo curioso es que no fue una decisión consciente, sino algo en lo que me he ido encontrando, y de lo que me di cuenta al observar un patrón en las obras que producía.
Empecé a trabajar con tintas acrílicas porque son extremadamente fluidas y, a partir de ahí, desarrollé un trazo que utilizo en todo lo que implique movimiento, ya que tiene una energía muy vibrante. Además, siempre me han atraído los colores llamativos. Me gusta jugar con combinaciones que se repelen entre sí. Eso genera un fuerte dinamismo visual y una especie de distorsión.
Tengo la sensación de que lo psicodélico en mi pintura está muy influenciado por el arte cinético, una referencia profundamente venezolana. Haber estado expuesta a ese tipo de arte toda la vida, supongo que me llevó naturalmente a tener ese acercamiento al color. Incluso en el Colegio San Ignacio, donde estudié, había un Cruz-Diez hasta en el paso de cebra.
Hace un tiempo, investigando sobre el arte psicodélico, me llamó la atención descubrir que muchas de sus influencias coinciden con las mías. Por eso siento que he llegado a ese estilo casi por accidente. Además, se trata de un tipo de arte profundamente emocional, que busca transmitir mucho a través del color —y ese es justamente uno de los recursos que utilizo en mi obra para hablar de emociones intensas, ritos de paso, el envejecimiento y la transición entre la infancia, la adultez y la innegable muerte.
¿Cuál ha sido tu experiencia y tu relación con el circuito artístico madrileño?
Ha sido una etapa muy interesante, porque he aprendido mucho y he dado pasos importantes. Cuando terminó la pandemia, hubo un auge de la pintura en el mercado del arte, así que cuando llegué a Madrid, la escena estaba en plena ebullición.
Gracias a un amigo que me presentó a otros artistas, comencé a conocer a muchas personas en la ciudad. Fue una época muy bonita: nos reuníamos en los estudios y cada quien pintaba libremente. Además, en ese momento, la galería La Gran empezó a representarme.
Creo que fue un periodo muy positivo para Madrid, porque consolidó barrios como Carabanchel, donde se abrieron galerías muy interesantes. Ahora mismo, y ante la incertidumbre global, se comenta que el mercado del arte está un poco debilitado en la ciudad, pero yo pienso que es solo un momento y que esta ciudad tiene mucho que aportar.
Sin embargo, tengo la sensación de que el mundo del arte —como el mundo en general— sigue siendo un espacio complejo para las mujeres. La perspectiva femenina aún no es algo a lo que el público esté completamente acostumbrado. No obstante, la figuración producida por artistas mujeres también ha experimentado un resurgimiento, con figuras como Jenna Gribbon o Chloe Wise.
Es curioso, porque incluso hoy en día ver a mujeres presentándose a sí mismas, trabajando el autorretrato, conserva un aire de innovación precisamente por venir desde esa mirada. Antes, era casi osado plantearse como el sujeto principal de la propia obra, o proponer narrativas personales como algo lo suficientemente valioso como para captar el interés de los demás.
¿Cuáles son tus proyectos futuros? Me encantó escuchar en una entrevista que hiciste hace unos años que te gustaría exponer en el Tate en algún momento.
(risas) Al Tate llegaré en su momento, es uno de mis museos preferidos. Tiene las mejores retrospectivas. Por ahora, en el futuro inmediato, estoy preparando tres piezas para Artesantander, una feria de arte con buena trayectoria e impacto.
Además, estoy trabajando con la comisaría Alejandra Rodríguez Cunchillos, con quien comencé a colaborar para la edición de Estampa del año pasado. Hemos formado un muy buen equipo y nos entendemos perfectamente. Juntas estamos desarrollando una propuesta muy interesante y, si todo sale como esperamos, tendré la oportunidad de presentarla en Venezuela, lo cual para mí es un honor, ya que es mi país.
Evidentemente, tener una carrera en el mercado del arte y exponer en galerías es muy importante. Pero si, como artista, quieres que tu obra realmente se conserve y trascienda, hay que trabajar con instituciones, porque los museos son los únicos que tienen la capacidad de preservar una obra y elevarla al plano de la cultura. En este momento, estoy muy enfocada en eso.
Una vez más, gracias por tomarte este tiempo conmigo, contarme todas estas cosas y enseñarme tus cuadernos. Siento que es una labor que tú tienes que hacer de tu parte, porque es importante para el futuro como documento de tu obra, además de ser parte de tu proceso de creativo.
Es mi forma de pensar y mi manera favorita de desarrollar una idea. Es algo que llevo haciendo desde hace mucho tiempo; de hecho, conservo cuadernos desde 2006. A veces los abro y me sorprende ver que, aunque haya trabajado las ideas de forma distinta, en esencia siguen siendo las mismas. Ahí está el registro de que, en el fondo, eres la misma persona, solo que con otras herramientas.
Veo muchos artistas que no llevan ningún tipo de registro y no lo critico en absoluto, pero me pregunto cómo hacen para mantener una perspectiva clara sobre su propio trabajo.
Al principio, mis cuadernos eran más parecidos a un sketchbook; ahora se han convertido en una especie de diario visual lleno de todo tipo de referencias y ocurrencias. Me gusta aprender y mantener la información fresca, así que también los utilizo como una forma de estudiar la obra de otros artistas.
También veo estos cuadernos como una forma de mantenerme en constante aprendizaje. Me gusta investigar y tener mis referencias a mano; es una manera de seguir creciendo. Siento que, para sostener una práctica artística a largo plazo, es importante tener curiosidad, mantener la mente activa y contar con un proceso que te de estructura. Eso te permite seguir creando con solidez, incluso cuando surgen dudas o bloqueos.