Parafraseando a Aristóteles, «liberalismo se dice de muchas maneras». El liberalismo es, en el mejor de los casos, una familia de posturas políticas surgidas en el siglo XVII ante la crisis del modelo del antiguo régimen, la monarquía absolutista. El resultado fue la Modernidad, con el surgimiento de un nuevo ideal de ser humano; el individuo autónomo ansioso por mejorar a la sociedad por medio del uso de la razón y la ciencia, y obsesionado con la defensa de su libertad.

El liberalismo es uno de los resultados políticos de esta crisis, cuyas ideas surgieron en la Gran Bretaña y de allí se extendieron rápidamente a Francia, Alemania, España y el continente americano. De hecho, el término «liberal» surgió en España para distinguir a los políticos que buscaban la formación de una Constitución que limitara al rey, frente a los absolutistas. Desde entonces, el liberalismo se ha desarrollado en una alta variedad de posturas políticas que, si bien son distintas, guardan una familiaridad o aire de familia que las aglutina.

Existen los liberalismos clásico, social, conservador, de izquierda, radical, de derecha, del republicanismo, demócrata, etcétera, y distintas «tribus» liberales.1 Sin embargo, todos ellos comparten una serie de elementos clave, que los definen e identifican. Todos y cada uno de los que nos identificamos como liberales creemos y defendemos los siguientes principios básicos como fundamentos para ordenar nuestras sociedades. Nuestras diferencias vienen de los matices y prioridades con respecto a estos principios.

Esos principios son:

  • Libertad

  • Individualismo y la igualdad jurídica entre los individuos

En 2014, Edmund Fawcett, periodista político británico del semanario The Economist y del diario New York Times, publicó el libro Liberalism. The Life of an Idea, un repaso histórico del liberalismo. En él defiende que los liberalismos comparten al menos cuatro ideas centrales:2

  • Aceptación del conflicto, (acceptance of conflict): «una forma de visualizar la sociedad y qué esperar de ella. El conflicto duradero, de intereses y creencias es ineludible. La armonía social no es alcanzable y perseguirlo, una tontería. El conflicto, si se controla y se convierte en competencia en un orden político estable, puede dar frutos como argumento, experimento e intercambio».

  • Resistencia al poder (resistance to power): «el poder de algunas personas sobre otras, ya sea político, económico o social, tenderá inevitablemente a la arbitrariedad y la dominación, a menos que se le resista y controle».

  • Fe en el progreso (faith in progress): «el carácter y la sociedad humana no se ven como algo estático, sino dinámico, abiertos al cambio. La esperanza liberal fortalecida por la historia liberal sugiere que tanto el carácter, como la sociedad, podrían cambiar para mejor».

  • Respeto hacia las personas (respect for persons): «el poder está obligado a respetar a las personas por sí mismas».

Estas cuatro ideas están contenidas implícitamente en los diez principios básicos del liberalismo que aquí presento.

Por último, debemos mencionar el propósito que el proyecto liberal se plantea. Una vez más, la diferencia entre las distintas tribus liberales está en los matices. Sin embargo, en mayor o menor medida, todos podemos concordar en que el liberalismo busca la formación de una sociedad secular, libre e igualitaria; ordenada; con crecimiento económico y próspera; normada bajo un orden ético basado en educación, independencia económica y personas que asuman sus responsabilidades.

Libertad

Terminológicamente, el liberalismo viene de la palabra libertad. Y su definición más básica y simple es su preocupación por ampliar, defender y garantizar las libertades individuales frente a la autoridad política, por lo que busca un gobierno limitado. La libertad individual se protege limitando las atribuciones del poder, para dejar que cada quien decida sobre su propia vida.

Surge necesariamente la siguiente pregunta: ¿qué es la libertad? Tres definiciones nos pueden ayudar a responder esta pregunta.

Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América y el redactor de su Declaración de independencia, definió la libertad como:

La libertad legítima es una acción sin obstrucciones, según nuestra voluntad, dentro de los límites establecidos a nuestro alrededor por la igualdad de derechos de los demás.

Anteriormente, el filósofo inglés John Locke le había dado un toque más filosófico:

Todos los hombres se encuentran naturalmente en un estado de perfecta libertad para ordenar sus acciones y usar sus posesiones y personas como lo consideren conveniente, dentro de los límites de la ley de la Naturaleza, sin pedir permiso o dependiendo de la voluntad de cualquier otro hombre.

Por último, John Stuart Mill, filósofo y economista inglés del siglo XIX, definió la libertad como:

La naturaleza y límites del poder que puede ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre el individuo.3

De las definiciones anteriores podemos extraer la siguiente definición general: «la libertad es la condición de un individuo que puede tomar decisiones y hacer uso de sus facultades y propiedades, sin imposición externa a su voluntad, siempre y cuando no lesione la libertad de otros».

La libertad abarca desde las decisiones y acciones más importantes de nuestra vida, hasta las más mundanas y triviales. Y siempre existe en relación con los demás.

Durante la historia del movimiento liberal se han identificado tres tipos básicos de libertades:

  • Libertades políticas: este es el primer grupo de libertades defendidas por el liberalismo. Son las libertades que tenemos como ciudadanos de un Estado. Por ejemplo, la libertad de asociación y de expresión, o de votar y ser votado.

  • Libertades económicas: conjunto de libertades que tenemos en tanto que somos agentes económicos; es decir, consumidores, productores y trabajadores. Son de vital importancia en este contexto las libertades laborales: la seguridad en el trabajo, un seguro social, la protección contra el despido injustificado y las vacaciones.

  • Libertades sociales: Este es el más reciente conjunto de libertades. Son aquellas orientadas a la vida cotidiana y mundana, en tanto que somos miembros de una sociedad. Un ejemplo sería la libertad para amar y casarse con la persona que uno decida.

Para el liberalismo la libertad de los individuos es el valor principal de la vida política y social. El liberalismo busca promover, proteger y expandir la libertad; proteger la libertad de intromisión, obstrucción y exclusión. Este es el criterio que rige y guía las opiniones y políticas del liberalismo: defender e impulsar que los individuos hagan uso de su libertad.

¿Por qué? ¿De dónde surge esta preocupación? Hay dos razones distintas. Por un lado, la libertad nos define como seres racionales y nos otorga una dignidad distinta al resto de los seres de la naturaleza. De nuestra racionalidad y libertad es que surgen los derechos humanos: las responsabilidades mutuas que emergen cuando dos seres humanos se encuentran.

La segunda razón está basada en las consecuencias que el respeto y la promoción de la libertad generan. Una sociedad liberal ve en ellas la habilidad para desarrollar a la sociedad. Donde los individuos son libres de desarrollarse y actuar libremente, se desata el ingenio y el poder del trabajo humano. Cada año, el semanario The Economist publica su índice de países más libres. No es coincidencia que las naciones más libres sean las más prósperas y que las menos libres sean las menos desarrolladas.

Individualismo y la igualdad jurídica entre los individuos

El segundo principio del liberalismo es el valor que se le asigna al individuo, sus derechos, su patrimonio o sus propiedades y sus intereses.

¿Qué entendemos por individuo? Individuo es un término con origen en el latín individuus y que se refiere a lo que no puede ser dividido. Se trata, por lo tanto, de una unidad independiente frente a otras unidades. Por ejemplo, William Shakespeare frente a Miguel de Cervantes o de una unidad elemental con respecto a un sistema mayor. Por ejemplo, el General Patton con respecto al Ejército Aliado en la Segunda Guerra Mundial.

En otras palabras, entendemos como individuo a cada uno de los seres humanos, donde ponemos el énfasis en su independencia y autonomía; independencia frente a los otros y autonomía frente a los grupos humanos a los que pertenecemos. En el fondo, lo que hacemos patente es que el valor y la dignidad de ese individuo no dependen de frente a quién se encuentre él, ni del clan o tribu al que nos integremos y sometamos.

Para el liberalismo el individuo es más importante que la colectividad, por lo que no debemos sacrificar los intereses y los derechos de los individuos en favor de lo que algunos llaman el «bien común». La idea del o el llamado al «bien común» ha sido la excusa perfecta de muchos sistemas políticos no liberales y dictatoriales. Fue una idea central del comunismo y el fascismo, donde se buscaba ante todo el bienestar del colectivo, ya fuese la clase social o la etnia y donde los individuos no importaban. Todo estaba permitido en favor del progreso y el bienestar del grupo; incluso sacrificar a miles de seres humanos, destruir vidas y arrasar con pueblos enteros.

Para el liberalismo cada individuo importa y merece respeto. Los individuos somos iguales entre nosotros, con los mismos derechos y una legítima búsqueda de intereses. La dignidad humana viene del mismo hecho de ser seres humanos; de pertenecer a nuestra especie. Y a pesar de nuestras diferencias evidentes, todos somos igualmente humanos.

El individualismo viene ligado necesariamente a la igualdad entre humanos. Al hablar de igualdad hay que hacer una distinción radical:

  • Es una igualdad de oportunidades. Todos los individuos tienen las mismas posibilidades de acceder al bienestar social y poseen los mismos derechos políticos. Cada uno con su catálogo de habilidades distintas, puede participar de los servicios que presta la sociedad. Es una de las bases de la movilidad social.

  • No es una igualdad de resultados. Si bien la igualdad de oportunidades busca que todos tengan el mismo acceso a los servicios de la sociedad, ella no garantiza su mismo aprovechamiento. Dos individuos «iguales» tendrán resultados distintos y desiguales. Un ideal de la igualdad de resultados busca que todo individuo tenga garantizados las mismas consecuencias, a pesar de las diferencias en su actuar. En él pensaba la expresión marxista «de cada cual, según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades».

Todo liberal defenderá, casi por definición, la importancia de la igualdad de oportunidades. Pero no pasa lo mismo con la igualdad de resultados. Por su parte, el liberalismo clásico y el neoliberalismo no reconocen la igualdad de resultados como algo legítimo ni deseable. Por otro lado, el liberalismo social o de izquierda buscará que este se presente en la mayor medida posible.

La factibilidad de la igualdad en una sociedad, debemos reconocerlo, jamás será absoluta. Las diferencias entre los seres humanos, sus habilidades, conocimientos, capacidades y actitudes hacen imposible e indeseable un mundo absolutamente igualitario. El reto del liberalismo es que las desigualdades entre los individuos nunca sean tomadas como una diferencia ontológica4 y dañen la libertad y los derechos de quienes menos tienen.

Por último, el individualismo liberal exige que los individuos tengan agencia en su vida. Se espera que cada uno asuma la responsabilidad de sus actos y supere las limitaciones. Un sistema liberal no puede estar basado en individuos pasivos, a quienes simplemente les sucedan cosas, sino en agentes capaces de influir en su entorno y en sí mismos, con la posibilidad de tomar decisiones, intervenir en su contexto y que actúen en lugar de solo reaccionar; con motivaciones e intereses propios.

Notas

1 Como acto de cortesía, creo prudente advertir a los lectores de la tendencia liberal a la que pertenezco, para que sepa de antemano la inclinación o bias de mi texto: me considero un liberal clásico.
2 Fawcett E. (2014). Liberalism. Princeton Press.
3 Mill, J. S., (2007). Sobre la Libertad. Folio.
4 Real.