Elba, perteneciente a la región Toscana, prepara para los próximos 12 meses una importante celebración que animará el programa de la isla. Indudablemente, el nombre de Elba evoca espontáneamente al emperador Napoleón Bonaparte (Ajaccio, 1769–Santa Elena, 1821).

De hecho, el nuevo 2021 será un año que enfocará a Elba como protagonista del bicentenario de Napoleón Bonaparte. Será un período icónico que atraerá e involucrará al público que, ya numeroso, acude a la salvaje isla de Elba, la preferida para sus vacaciones.

Así pues, Elba se ha puesto el reto de crear una semana napoleónica, que se convierta en un evento anual fijo, capaz de ofrecer a quien lo desee una estancia llena de experiencias, rica de historia y de cultura, con un programa de actividades esparcido por toda la isla toscana, dirigido a personas de todas las edades.

Niccolo Censi, Coordinador Gestión Asociada Turismo de la Isla de Elba, ha anunciado:

Estamos ya en contacto con importantes asociaciones internacionales, como la Federación Europea de las ciudades napoleónicas y Route Napoléon, con las cuales estamos organizando este importante bicentenario, implicando a todos los municipios de la isla y otros a nivel nacional para organizar, a partir del próximo mes de mayo, una agenda de acontecimientos realmente especiales y valorizar el gran patrimonio de Elba, poco conocido aún.

A este punto, cabe rememorar cinco curiosidades históricas del emperador a lo largo de sus 9 meses en la isla de Elba, que pocos conocen.

La huella de Napoleón en Elba

El desembarco de Napoleón Bonaparte en la isla toscana tuvo lugar el 4 de mayo de 1814, en Portoferraio, donde todavía se puede ver la zona exacta en la que el primer emperador francés tocó tierra en la isla. Desde entonces, hasta el 27 de febrero de 1815, la vida de la comunidad elbana quedó marcada por la presencia de Napoleón, cuyas huellas aparecen aún por doquier.

Existió una morada en cada localidad para las noches insomnes del emperador

Sabido es que Napoleón dormía poquísimo, se dice que cuatro horas por la noche fueran más que suficientes para él. Y cultivando su gran pasión por la filosofía y la ciencia, jardinería e ingeniería, para facilitarle las propias costumbres de estudioso y pensador, el general francés mandó organizar, en casi todas las ciudades a lo largo del recorrido de sus traslados, una morada que fuese un punto de referencia y un oasis de calma y sosiego. Efectivamente, diseminadas por toda la isla se pueden redescubrir los palacetes y las habitaciones que acogieron el paso inquieto del emperador.

Tras haber pasado una noche en la isla, el ilustre exiliado localizó el Palacete dei Mulini, su primera residencia. Formando parte del sistema defensivo de las fortalezas mediceas, la villa está colocada entre el Fuerte Falcone y el Fuerte della Stella, así llamada por la antigua presencia en la zona de algunos molinos de viento. Aquí, parece ser, Napoleón transcurría numerosas noches en el jardín, paseando y meditando una nueva victoria. Como residencia estival, mandó a remodelar la villa San Martino, en el interior de la isla. Esta mansión habría debido ser el nido de amor junto con su esposa, María Luisa, que nunca llegó a reunirse con él en esta isla.

Y pocos conocen que, además de la famosa Villa dei Mulini de Portoferraio, Bonaparte también mandó a preparar algunas estancias entre las murallas del Fuerte San Giacomo en Porto Azzurro, mientras en Rio, al lado de la que actualmente acoge el Museo del Parque Minero, surge una antigua villa, anteriormente Palacio del Gobierno, donde Napoleón solía alojarse.

La granja ideal: el proyecto vitivinícola de San Martino

A Napoleón se le atribuye históricamente el mérito de haber instituido la primera DOC (denominación de origen controlado), reconociendo la calidad del vino Aleático, descubierta gracias al hallazgo del «Privilegio del emperador», un documento que puede considerarse una especie de DOC ante litteram. La pasión de Napoleón por los vinos se tradujo, durante su estancia en Elba, en un proyecto ambicioso como la realización de una bodega y un coto de caza alrededor de San Martino, donde ordenó plantar diversos viñedos cerca de la bella residencia, imaginando además dos etiquetas: el tinto «Côte de Rio», inspirado en el color rojo de las montañas ricas de minerales, y el blanco «Monte Giove», que aludía al granito de la homónima cumbre, calculando con confirmada precisión, por la vendimia de 1815 (que no logró ver), cuántos barriles habría obtenido.

Documentos secretos y falsas identidades: el pasaporte de Madame Mère

Entre los documentos conservados en el archivo histórico de la isla de Elba, se cela también el pasaporte con el que viajó bajo falsa identidad, María Letizia Ramolino, la madre de Napoleón Bonaparte, noble dama italiana de Córcega, más conocida como «Madame Mère». Fue en la mañana del 2 de agosto de 1814, con el falso nombre de Madame De Pont, con casi 65 años y vestida con bastante sencillez, cuando la señora madre subía en el puente del barco inglés, Grasshopper, anclado en Livorno para llegar a Elba, acercándose al hijo, dispuesta a sostenerlo incluso durante su caída.

Las aventuras del Teatro de los vigilantes

Edificado en Portoferraio por iniciativa de Napoleón, que mandó transformar la antigua exiglesia consagrada del Carmine, el Teatro de los vigilantes, activo hasta hoy, presenta anualmente un denso cartel de espectáculos. De todas formas, su realización no se demostró nada sencilla para Napoleón que, al no recibir ni la paga de los impuestos, a pesar de la institución del principado, ni el vitalicio prometido por Francia para poder acumular los fondos necesarios para su edificación, puso a la venta los 65 palcos a los notables de la ciudad, provocando una carrera adquisitiva por parte de todos los que deseaban alardear de sendos cargos sociales. Y justamente, aquí, la hermana Paolina organizó el baile de carnaval el día precedente a la fuga de Napoleón, registrada el 26 de febrero de 1815, queriendo camuflar la inminente precipitación de los acontecimientos, o bien, permitir al hermano un último saludo a la sociedad de Portoferraio.

La leyenda de la Vantina

La estancia de Napoleón en la isla de Elba ha inspirado numerosos cuentos populares, transmitidos por generaciones entre las callejuelas de la isla. Entre estos, sigue viva la «Leyenda de Vantina», narrada por los ancianos del lugar en las plazas de Capoliveri, donde a causa de las demasiadas tasas impuestas por el emperador en exilio, se originó de improviso un alboroto que indujo a Napoleón a formar sus tropas y una batería de doce cañones con la intención de arrasar la fortaleza de Capoliveri.

A este punto, no quedaba más que la opción de negociar, por lo que entonces se buscó al candidato perfecto y la elección por parte de todos cayó en la joven Vantina, la guapísima hija del Mastro Vantini, al que se le asigna el cometido de representar y salvar a toda la comunidad. Se narra que fue suficiente una mirada para dar en el blanco del corazón de Napoleón, el cual convencido por los modos humildes y gentiles de Vantina, decidió retirar a sus soldados salvando Capoliveri y sus habitantes del amenazador destino.

El final de este capítulo histórico del emperador francés en la isla de Elba

Tras haber sido obligado a abdicar como emperador de los franceses en 1814 y, seguidamente, confinado en la isla de Elba, Napoleón se escapa del exilio forzado, como ya hemos descrito. Entonces, el restaurado rey Luis XVIII envió al Quinto Regimiento de Línea, comandado por el Mariscal Michel Ney quien, precisamente había estado a las órdenes de Napoleón en Rusia. Al encontrárselo en Grenoble, Napoleón se acercó solo al regimiento, se bajó de su caballo y, cuando se encontraba en la línea de fuego del Capitán Randon, gritó: «Soldados del Quinto, ustedes me reconocen. Si algún hombre quiere disparar a su emperador, puede hacerlo ahora». Después de guardar un breve silencio, los soldados gritaron: «Vive l’Empereur!» y marcharon junto con Napoleón a París, donde llegaron el 20 de marzo. Sin disparar ni un solo proyectil y aclamado por el pueblo, levantó un ejército regular de 140,000 unidades y una fuerza voluntaria que rápidamente ascendió a unos 200,000 soldados.

Era el comienzo de los Cien Días... o la Campaña de Waterloo, donde fue derrotado el 18 de junio de 1815 por la Séptima Coalición.