En la popa, inclinado sobre la barandilla, observaba como la costa de la India comenzaba a perder sus contornos visibles, mientras los demás pasajeros que estaban a su lado, cansados de estar de pie, se dirigían a sus camarotes. Él se quedó un rato más, hasta que la tierra desapareció de su vista. Quizás no volvería a pisar ese gigantesco y variado país, que lo había acogido tan generosamente, hasta llamarlo «el salvador de la India». Recordó cuando Pasteur, una vez con la experiencia suficiente adquirida en su instituto, lo llamó aparte para encomendarle una importante misión. Esa pasantía previa, a la que había llegado con la ayuda de su buen amigo y paisano, Élie Metchnikoff, le había permitido conocer las técnicas microbiológicas de manos del excelente Emile Roux, la mano derecha del sabio Pasteur, e incluso, cuando el asistente de Roux, Alejandro Yersin se marchó a Indochina, le nombró en su lugar. Una vez ambientado en el instituto, no tardó en demostrar su valor, tanto así que, al cabo de tres años, entre 1889 y 1892, pudo elaborar y probar una vacuna contra el cólera que parecía ser exitosa. De hecho, eran dos, una con bacterias muertas inactivadas y otra con agentes causales atenuados. Como consecuencia, ya se hablaba en Francia y en otros países, con elogios sobre su labor y pericia.

El sabio francés, cuando estuvo frente a él, sin rodeos, como era su costumbre le dijo poniéndole su mano en el hombro. Llegó la hora de comprobar si tu vacuna contra el cólera realmente es efectiva y segura. Nada mejor que ir al país asiento de la enfermedad. Hay que viajar a la India. El gobierno inglés, por medio de su embajador, nos ha pedido colaboración. Alista el viaje lo más pronto que puedas. Te daremos toda la colaboración posible.

Ahora, años después, en esta ocasión regresaba a Europa con el sabor de la humillación y el fracaso. Al principio todo marchó tan bien que a veces le parecía un sueño fantasioso. Al llegar por vez primera a la India, comenzó a aplicar su vacuna inactivada anticólera en la región de Bengala y fue muy bien aceptada por la comunidad. La noticia se corrió por todo el subcontinente y pronto fue invitado a visitar los diferentes estados y regiones. Entre 1893 y 1896, la vacuna se aplicó en gran escala en la India, pero en verdad su éxito fue parcial y limitado, dado el contexto del país. Cansado y enfermo de malaria, retornó a Francia por primera vez en 1895. Una vez repuesto y con mucho ánimo, decidió volver a la India, para proseguir su campaña de vacunación. En esta ocasión, utilizaría una vacuna anticólera compuesta por una cepa viva atenuada de Vibrio cholerae, que ya era conocida como «la vacuna de Ferrán-Haffkine».

Sin embargo, su propósito original se vio interrumpido al ser llamado para atender un grave brote de peste bubónica que se había producido en la India, como consecuencia de la pandemia que había tenido su origen en China desde años atrás, llegando a Bombay en 1898. Este episodio lo apartaría para siempre de sus investigaciones sobre el cólera.

Para 1903, la peste había matado a un millón de personas en la India. Desde junio de 1894, en el momento culminante del proceso pandémico, A. Yersin y S. Kitasato anunciaron más o menos al mismo tiempo haber descubierto el agente causal de la peste bubónica (Yersinia pestis). Fue entonces cuando le tocó instalar un laboratorio en el Colegio Médico de Bombay, procediendo de inmediato a tratar de lograr una vacuna en contra de tan terrible enfermedad. Para ello, prefirió utilizar una base de cultivos de bacilos muertos. Comenzó a experimentarla en ratas y los resultados que obtuvo los publicó en la prensa médica local. Antes de probarla en seres humanos, como era su costumbre, primero se la aplicó a sí mismo y, al comprobar que no tuvo efectos importantes, procedió a inyectarla a 60 presos (no existía la bioética para impedirlo), así como a varios voluntarios. Aunque la protección fue parcial, continuó en su empeño, ya que no se habían presentado efectos colaterales importantes. Creyendo en la eficacia de su producto y, a pesar de que los resultados hasta ese momento no eran muy prometedores, aplicó la vacuna esta vez a 42,000 personas, con resultados favorables, aunque nuevamente se comprobó que la protección conferida era de corta duración. Hubo en esta ocasión, voces en contra, que cuestionaron la utilidad de la vacuna. (Flowers, D. R.).

Los resultados de sus experimentos los publicó en la reputada revista médica británica The British Medical Journal, y también en el Indian Medical Gazette (Echenberg, M., 2007). Pero lo peor estaba por venir. Ocurrió la tragedia del poblado de Malkowal, en el Punjab, cuando 19 de 107 inmunizados presentaron tétanos postvacunal y fallecieron. Las acusaciones cayeron sobre él y su grupo. Hubo una investigación oficial la cual determinó, después de cuatro largos años de pesquisas y discusiones, que la vacuna se contaminó antes de llegar a su destino, concluyendo con la inocencia de Haffkine. El lote 53 N con el que fueron vacunados las 19 personas fallecidas, era el responsable. Pero lo más importante para él, su prestigio había resultado mancillado y quedaba muy lastimado. Además, fueron años de angustia y zozobra, de insomnio y de pesadillas. Esa era la causa de su viaje en el navío, que en estos momentos abandonaba las costas de la India.

Waldemar Mordecai Wolff Haffkine, que así se llamaba el personaje de nuestra narración, pensó en los vaivenes de la fortuna, que después de elevarlo a la gloria y la admiración de todos, repentinamente lo hacía caer del pedestal, sumiéndolo en una cruel melancolía. Tanto sacrificio, esfuerzo, lucha en contra de las circunstancias adversas, para triunfar y, luego, repentinamente ser derribado por un acontecimiento indeseado, del cual no tenía culpa alguna. Él, que en algún momento de admiración fue llamado «el segundo Jenner», ahora era despreciado y difamado. Apretó contra su pecho el maletín en que llevaba varios documentos que le servirían para su defensa definitiva, y bajó a su camarote a descansar.

Sus primeros pasos

Waldemar Haffkine nació en Odesa, el 16 de marzo de 1860, siendo el tercer hijo (fueron seis en total) de Aaron y de Rosalía Chavkin, parte de una familia de comerciantes judíos. A los siete años tuvo el infortunio de perder a su madre. Sus estudios primarios los realizó en Berdiansk, en el sur de Rusia, concluidos los cuales, siguió los cursos de ciclo secundario, los cuales le permitieron acceder a la universidad de Odesa, en la cual estuvo de 1879 a 1883, graduándose en ciencias naturales (Nature, 1930). De inmediato trabajó en el museo zoológico de Odesa. En 1886, la Sociedad de Médicos de dicha ciudad le comisionó para que se instruyera en la preparación de la vacuna antirrábica en el mismo instituto Pasteur. Luego, al regresar, instaló en Odesa la primera clínica de ese tipo que se hacía fuera de Francia. Para esa misma época, estudió también el cólera, la neumonía y el ántrax.

Como consecuencia de los progroms antijudíos, muy frecuentes en esos tiempos en la Rusia zarista, decidió emigrar. Cinco años atrás tuvo un incidente con la policía cuando, como miembro de un comité local de defensa judío, luchó contra cadetes militares rusos que estaban destruyendo un hogar para varones judíos. Haffkine resultó apaleado y llevado a la cárcel, pero prontamente fue liberado (BBC). Estuvo un tiempo en la ciudad de Ginebra, Suiza, en donde trabajó como profesor asistente de fisiología en la escuela de medicina local. Por su amistad y contacto con Metchnikoff, que ya estaba trabajando en el instituto Pasteur, consiguió entrevistarse con el sabio francés, quién le nombró préparateur en su afamada institución. Haffkine comenzó así su vida de investigador, en el mejor centro de investigación para ese momento, rodeado de hombres famosos admirados por todo el mundo, por ser benefactores de la humanidad.

Fue entonces cuando probó la vacuna contra el cólera. Primero lo hizo en conejillos de indias, luego en conejos y posteriormente en pichones. Luego, iniciaría una práctica que no abandonaría el resto de su carrera. Ante de probar con grupos de personas, lo hizo con él mismo. Sufrió fiebre por algunos días, pero no pasó de allí. Luego, inoculó a otros conocidos con idénticos resultados. Ya estaba convencido de tener una vacuna exenta de daños mayores y entonces fue cuando se presentó la oportunidad de ir a la India a probarla.

Su comienzo en ese inmenso país no fue fácil. Ante todo, encontró un ambiente nada favorable. La burocracia médica inglesa lo veía con escepticismo. Se trataba de un judío ruso que no era médico, que se había adiestrado en Francia y que no dominaba bien el inglés. Pero Haffkine era un hombre que no se dejaba vencer fácilmente. Cuando tuvo que trabajar en los arrabales de Calcuta, lo hizo con total dedicación, en condiciones de mucha insalubridad y carente de recursos. Pero allí podía probar su vacuna. Los casos abundaban y en una misma casa podía vacunar a determinadas personas y dejar a otras como testigos. Trabajaba desde la mañana temprana hasta la llegada de la noche. Allí obtuvo sus primeros éxitos. Los suficientes para que las autoridades le autorizaran a realizar un ensayo con mucha más gente. Para evitar la reluctancia de la gente a dejarse inmunizar, él recurrió a dar el ejemplo. A la vista de todos, se dejaba inyectar la vacuna. El éxito le impulsó a vacunar en muchos sitios de la India.

La llegada de la peste bubónica cambió su objetivo de acción, pero no su metodología. Estaba convencido de la importancia de su trabajo. Si descubría una vacuna que detuviera esa feroz pandemia se cubriría de gloria. A ello se dedicó con un afán incansable. En tiempo inusitadamente corto, obtuvo un producto que probó en conejos, con resultados satisfactorios. El siguiente paso era probarlo en humanos y, fiel a su consigna, el primero en recibir la vacuna sería él. Apenas estuvo unos días con fiebre y se recuperó totalmente. Fue entonces cuando tuvo la ocasión de probarla en presos de la cárcel de Byculla. El resultado no pudo ser mejor. El 7% de los no inyectados tuvieron la enfermedad y de ellos murieron seis. En el caso de los vacunados, apenas tuvieron la enfermedad el 1.0 %, no falleciendo ninguno de ellos.

El éxito fue inmediato y de todas partes de la India llegaron solicitudes para vacunarse. El gobierno amplió las facilidades del laboratorio y hasta el propio Aga Khan, el poderoso líder espiritual de un numeroso grupo de musulmanes, prestó algunas de sus propiedades para proceder a la inmunización colectiva. Pronto, hubo centenares de miles de personas vacunadas y salvadas de morir por la peste. La reina Victoria lo nombró caballero del reino. Fue el momento de máxima gloria de Haffkine. Luego, las luces se apagaron. Llegó el desastre de Malkowal.

Sus años finales

El veredicto en la India le fue adverso y viajó a Inglaterra para luchar por su causa. No le fue fácil, había muchos prejuicios en contra de él. Pero encontró grandes aliados, que estuvieron a su lado. Entre ellos estuvo W. J. Simpson, profesor del King’s College y especialmente Sir Ronald Ross, que había obtenido el premio Nobel por sus estudios sobre el ciclo evolutivo del agente causal de la malaria y que llegó a acusar al gobierno de la India de «una grosera ingratitud a uno de sus más grandes benefactores». Incluso, posteriormente, el mismo Ross tuvo que reunir las firmas de varios reconocidos científicos en una carta publicada en el London Times, solicitando un total desagravio para Haffkine (Ledermann, W., 2003). Estas justas luchas tuvieron su efecto y Haffkine fue al fin reivindicado, declarándosele inocente y permitiéndole regresar a la India, para recuperar su puesto de director del laboratorio biológico de Calcuta.

Haffkine lo hizo, pero ya no era lo mismo. Sentía que todavía se le consideraba responsable del terrible episodio de Mulkowal. Su vida como científico estaba liquidada. En 1914, renunció a su cargo en el servicio civil indio y regresó a Francia. Los últimos años de su existencia los dedicó a su fe, promoviendo la educación judía en los países del este de Europa (BBC). Ese hombre apuesto, nunca se casó y cuando la muerte le llegó, en 1930, a la edad de 70 años, se hallaba viviendo en la ciudad de Lausana, en Suiza. Toda su vida la dedicó a la investigación y llegó a la cima de la gloria, para después caer injustamente en el más lamentable de los olvidos.

Notas

Echenberg, M. (2007). Plague ports. The global urban impact of bubonic plague. 1894-1901. New York University Press.
Flowers, D. R. Bio informatics for vaccinology.
Gunter, J. y Pandey, V. (2020). Waldemar Haffkine. The vaccine pioneer the world forgot. BBC.
Ledermann, W. (2003). Rev Chil Infect. Edición de aniversario, pp. 93-95.
Nature (1930). Obituary. Dr W. M. W. Haffkine. Noviembre 15.