El Partido Republicano de los Estados Unidos hoy encarna a la derecha política y conservadora de ese país.

Originalmente, fue fundado en 1792 por Thomas Jefferson, lo que lo convierte en el partido más viejo de los que participan en el proceso electoral del próximo 3 de noviembre, aunque su fecha de fundación, en la actualidad, la remontan al 20 de marzo de 1854, como una organización que también hundía sus raíces en el Partido Whig que existió desde 1834.

El Partido Demócrata, su principal contrincante, considerado liberal, progresista, fue fundado en 1828. Hoy es acusado por Donald Trump de representar la a «izquierda» y, algunas veces, lo ha acusado de «comunista», cuando realmente responde más a las corrientes actuales políticas que podrían encajar en socialdemócratas.

El Partido Comunista de los Estados Unidos, que no está participando en las elecciones con candidatos propios, pero que existe, fue fundado en 1919. Sus raíces estaban en el Partido Socialista de América. Los otros partidos políticos que están en la lista electoral estadounidense son más recientes, entre ellos, los partidos Libertario, el Verde y 17 partidos más. En algunos estados de la Unión Americana también se llevarán elecciones legislativas y estatales gubernamentales.

En las elecciones principales está en juego la presidencia; sacar o mantener a Donald Trump, derrotar a la mayoría republicana en el Senado o mantenerla, igualmente, derrotar a la mayoría demócrata en el Congreso o mantenerla.

El escenario se orienta hacia una posible derrota de Trump y hacia una derrota de los republicanos en el Senado, pero, hasta que no haya elecciones no se sabrán sus resultados.

En sus orígenes el Partido Republicano fue la fuerza política antiesclavista, abolicionista y proteccionista, desde el punto de vista económico, que agrupaba más a los pobladores de los estados norteños de los Estados Unidos. En las elecciones de 1860, fue el Partido de Abraham Lincoln.

Desde 1869 hasta 1933, la mayoría de los presidentes de los Estados Unidos han pertenecido al Partido Republicano, que gobernaron, de este período, 48 años, y les siguieron 20 años, hasta 1953, de gobiernos del Partido Demócrata. Este período fue el de auge de las políticas reformistas, impulsadas por el Partido Demócrata, en el contexto del impacto de la Crisis Mundial de 1929 y de la Segunda Guerra Mundial: políticas de salarios, pensiones, incentivos laborales, legislación laboral, fortalecimiento sindical, reformas sociales y económicas que no pudieron ser abatidas por los republicanos a su regreso en 1953.

En la década de 1960 se invirtieron los papeles de estos partidos. El Demócrata avanzó hacia el progresismo social, defensor de los derechos de los negros y de minorías, y el Republicano incorporó a los grupos conservadores, racistas y todavía «esclavistas» existentes en los Estados Unidos.

Con Ronald Reagan el Partido Republicano consolidó sus posiciones dentro del conservadurismo estadounidense. Reducción de impuestos, inversiones, ahorro público, más empleo, más ingresos, reducción del gasto público, eliminación de la burocracia estatal, reducción y eliminación de programas sociales, economía de libre mercado fueron sus consignas, al impulso de la llamada Revolución Conservadora, con un fuerte manto protector religioso, convirtiéndose desde ese momento en un partido altamente conservador, lo que lo ubica, en el plano político, en la derecha del espectro electoral norteamericano, con una base social más compacta y unida, más homogénea.

En la tradición norteamericana, desde el punto de vista del lenguaje político, se acuñó ser liberal como ser del sector de izquierda y no de la derecha, como significa para casi el resto del mundo. En su lugar, ser conservador es ser de derecha.

El Partido Republicano está afiliado a la Unión Internacional Demócrata, donde también participan partidos demócratas cristianos.

Como en todos los partidos políticos, dentro del Partido Republicano hay sus fracciones, desde moderados hasta ultraconservadores, así como hay distintos componentes sociales y raciales, entre ellos blancos, hispanos, negros y afroamericanos. Muchos de los negros y afrodescendientes que participan bajo las banderas del Partido Republicano responden a militancias en movimientos nacionalistas negros, de tipo conservador y también anticomunistas. En este último sentido, también participan latinos, especialmente cubanos. Por ello, se encuentran como activistas del Partido republicano e identificados plenamente con Trump. No casualmente es importante el estado de la Florida en estas elecciones. El anticomunismo organizado, aún existente en cientos de asociaciones en el territorio de los Estados Unidos, es parte de la base de apoyo de Trump; por ello los discursos anti izquierda y anticomunistas del presidente contra el Partido Demócrata y su candidato Joe Biden.

En el caso del Partido Republicano, en los últimos 40 años, ha llegado a tener un gran peso político interno en los sectores más conservadores, unidos a grupos fundamentalistas, de tipo religioso, de distintas iglesias y grupos religiosos no católicos, dando origen también a tendencias políticas teoconservadoras, o de la derecha cristiana.

El conservadurismo político del Partido Republicano se expresa, principalmente, en temas sociales: familia, matrimonio, LGTBIQ, aborto, sexo; conservadurismo fiscal relacionado con recortar gastos públicos, reducir impuestos, establecer menos regulaciones, aunque también hay republicanos opuestos a estas políticas.

La base social de blancos del Partido Republicano se identifica con ser blancos, no hispanos, de tradición más europea, no española ni portuguesa, más sajones y protestantes religiosamente.

La elección de Donald Trump, como candidato presidencial en el 2016, creó mucha tensión interna en el Partido Republicano, por ser considerado un intruso político, sin trayectoria militante política, que se ha mantenido hasta hoy, porque no se apega al «guion» histórico de los presidentes republicanos. Incluso desde el 2017, hubo voces disonantes contra Trump en el propio partido Republicano, pero, desde el 25 de enero del 2019, el Comité Nacional del Partido Republicano le dio un respaldo no oficial a la candidatura a Donald Trump.

Como candidato actual, mantiene esa tensión y, hoy, más aún por su individualismo extremo en la toma de decisiones, por su manera temperamental de atender asuntos, por su intransigencia, por sus posturas supremacistas, por su desprecio a los hispano mexicanos, puertorriqueños y latinos en general, por su abierto apoyo a los grupos racistas y supremacistas, por la defensa de la represión policiaca brutal, por su negativa a dar informes tributarios —que por ley está obligado—, por sus disparates expresados constantemente en su cuenta de Twitter, por su poca educación y mal trato con gobernantes y líderes de gobiernos, por sus juicios poco pensados sobre mujeres, latinos, afroamericanos, por sus tendencias dictatoriales y aislacionistas internacionalmente, por sus posturas desglobalizadoras —considerando que con ello se benefician los intereses norteamericanos.

Su tendencia dictatorial, autogolpista, que impulsa cuestionando el propio proceso electoral y su legitimidad, negándolo, afirmando que está preñado de fraude, intentando postergarlo, acusando públicamente al Partido Demócrata de estar realizando el fraude con el voto por correo, su cuestionamiento al voto de las minorías negras, afroamericanas, hispano mexicanas, está en función de considerar que su postura autoritaria y dictatorial es para proteger la democracia norteamericana, «su» democracia, su mantenimiento en el poder, puesto que el exceso de democracia puede ser peligroso para la misma democracia y para resguardar o proteger los valores democráticos.

A propósito de este supuesto fraude en marcha en las elecciones de los Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos, de la cual Estados Unidos es miembro, debería integrar una Misión Oficial de Observación del Proceso electoral de los estados, así como se integran para vigilar y supervisar procesos electorales en América Latina, con el voto y anuencia de los Estados Unidos. Desde 1962, la OEA ha desplegado en el continente casi 250 Misiones de este tipo, en 27 países, de los 34 que integran la OEA.

Para Trump el posible triunfo del Partido Demócrata es un paso hacia el crecimiento del socialismo, de la izquierda, del comunismo, que pone en peligro la democracia norteamericana y la estabilidad de su sistema.

Trump impulsa una nueva Guerra Fría internacional, en torno a la competencia comercial que tiene Estados Unidos con la República Popular China y presiona, en ese sentido, a los países como se hacía durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética y los otros países socialistas, para su ruptura, si fuera posible hoy, o para el debilitamiento de esos lazos comerciales. No es ya, un problema de relaciones políticas, como era la preocupación de Estados Unidos hasta 1990, sino que es de relaciones económicas y de control de mercados. La Ruta de la Seda, que impulsa la República Popular China, no la puede evitar en el nivel mundial que puede llegar a alcanzar.

Estas posturas conservadoras, o neoconservadoras, lindan con elementos fascistas, de allí también el movimiento AntiFa, como parte de los movimientos que adversan la candidatura de Trump, que se han desatado en los Estados Unidos. Otra expresión de estos movimientos conservadores fue el surgimiento en los Estados Unidos de los libertarios, con repercusiones internacionales, en oposición a los liberales clásicos.

La apelación religiosa, que constantemente hace Trump, está en función de enfatizar la religión como la base esencial de la sociedad, lo que ha fortalecido el surgimiento de movimientos políticos religiosos, o movimientos religiosos con fines y objetivos políticos.

«Hacer grande a América», el grito de guerra de Trump, en este momento, recuerda el «Pacto con América», agitado en la elección de 1994, donde no hubo un triunfo político en toda la línea, en la posibilidad de que Trump pudiera ganar la presidencia.

Donald Trump impulsa un nacionalismo extremo, en su lucha contra los migrantes, una justificación contraria a la naturaleza misma y a la identidad de la grandeza de los Estados Unidos, que nació como resultado de procesos migratorios intensos, multiculturales, que hoy tiende Trump a quebrar. Esta posición, lleva a Trump a dirigirse en sus discursos y actuaciones a la derecha típica norteamericana que, en los Estados Unidos, tiene cerca de 1,000 grupos que abarcan, desde partidos políticos, hasta asociaciones de todo tipo, muchos de ellos de larga tradición histórica. Quienes han analizado la derecha en Estados Unidos sostienen que surgió desde los mismos días de la Independencia.

Derecha e izquierda se traduce hoy en Estados Unidos como conservadores y progresistas, aunque desde la campaña electoral del 2016, por los ataques que le hacía Donald Trump a Hillary Clinton, se exaltó en el lenguaje popular el término de izquierda para calificar al Partido Demócrata y el de derecha para referirse al Partido Republicano, y para significar en ese concepto de izquierda al comunismo. Los nazis americanos se identifican más con la derecha y extrema derecha y rechazan la identificación con el conservadurismo o el neoconservadurismo. La Organización del Ku Klux Klan, fundada en 1865, tampoco se reconoce como conservadora o neoconservadora.

El conservadurismo norteamericano es hoy una articulación de movimientos que se expresan en las luchas callejeras, con expresiones muy importantes en el campo intelectual, que ha permitido que se exprese, en distintos momentos, en la propia Casa Blanca, desde Nixon hasta Trump.

Un elemento importante del conservadurismo en Estados Unidos es su nacionalismo y su anticomunismo, que es la esencia común de los movimientos conservadores norteamericanos. En su anticomunismo hoy no está la URSS, pero está la República Popular China, que Trump ha exaltado en su discurso electoral, no así la República Popular Democrática de Corea o la de Vietnam, ni tampoco está Cuba, a pesar del debilitamiento de relaciones que ha hecho respecto a lo que el presidente Barack Obama había avanzado.

La base social del Partido Republicano en el sector rural y central de la geografía norteamericana deviene de la identificación de estos sectores productivos, que desde hace décadas se manifiestan contrarios a las intervenciones estatales reguladoras de mercados, de precios y por sus tradiciones históricas conservadoras, con el conservadurismo político y religioso. En las condiciones actuales, de la crisis de la pandemia del coronavirus y el descalabro económico que eso ha significado para todos los países y todas las economías, esta situación se ha desbalanceado y hoy el Partido Demócrata tiene más proyección con este electorado, lo que se manifiesta en el menor respaldo que recibe Trump ante Biden.

Donald Trump es hoy el presidente republicano número 19. ¿Continuará su mandato? Eso está por verse el próximo 3 de noviembre.