Cuando uno piensa en la salud mental lo puede hacer con respecto a la depresión o ansiedad como problemas más comunes dentro de la clínica, e incluso de la esquizofrenia como aquel que puede ser más grave en cuanto a su sintomatología, pero ¿qué se sabe del Trastorno Bipolar?

A pesar de la gravedad de este problema es escasamente tratado en los medios, e incluso el cine lo refleja como una suerte de cambios de humor, pero las implicaciones de esta patología van mucho más allá.

Si bien los pacientes aprenden a vivir con su psicopatología, el resto de las personas de su alrededor deben de entender su situación. Algo que asumen bien los familiares, pero que cuesta más aceptar a personas ajenas e incluso a la pareja. El repentino cambio de estado, sin previo aviso, o la intensidad de algunos episodios, tanto maníacos como depresivos pueden desconcertar e incluso confundir a las personas próximas.

Aunque actualmente existen tratamientos específicos para el control de los síntomas, lo que le proporciona un mayor período de tiempo estable, este tratamiento en ocasiones es abandonado por los pacientes. El creer que ya se está «curado» o que ya «no los necesita» son los principales motivos que argumentan para dejar la medicación, pero ¿cómo vivencian los pacientes con Trastorno Bipolar su psicopatología?

Cómo vivencian los pacientes su psicopatología: estudio de investigadores indios

Esto es lo que se ha tratado de averiguar desde el Departamento de Psicología, Campus de la Universidad de Kumaun (India) cuyos resultados han sido publicados en la revista científica *International Journal of Sciences & Applied Research.

En el estudio participaron cuarenta pacientes diagnosticados con Trastorno Bipolar y cuarenta sin dicho trastorno que actuarían como grupo control con el que comparar. Todos ellos tuvieron que rellenar el Dimension Personality Inventory (DPI).

Se encontraron diferencias significativas en cuanto a género (mayor incidencia en mujeres); en edad (mayor incidencia entre los adultos de entre 40 a 50 años frente a los jóvenes entre 20 a 30 años). No se encontraron diferencias significativas entre la valoración de los pacientes con Trastorno Bipolar frente al grupo control.

Entre las limitaciones del estudio se encuentra el reducido número de participantes y la singularidad de la población objeto de análisis, la india; por lo que se requiere de nueva investigación al respecto antes de poder extraer conclusiones al respecto.

Hay que señalar que cuando un cuestionario o escala no ofrece diferencias significativas entre los grupos de análisis esto se puede deber a diversos factores entre ellos, que efectivamente no existan esas diferencias entre grupos, pero también puede ser debido a que el instrumento en cuestión no es suficientemente sensible para encontrar esas diferencias. De ser así se debería más a un error a la hora de seleccionar el instrumento de medida, que una verdadera ausencia de diferencias.

Con la salvedad anterior, los autores señalan que el hallazgo es inesperado ya que a diferencia de otras psicopatologías que tiene síntomas menos evidentes, en el Trastorno Bipolar se da una dualidad de síntomas evidentes para cualquier persona externa. Algo que es considerado como normal para la persona bipolar.

Esto podría ser anecdótico, pero está en la base misma del éxito o fracaso de la intervención psicoterapéutica. Si el paciente no siente la necesidad de solucionar su problema, porque realmente no ve un problema en su vida, no va a implicarse en la solución, fracasando así cualquier intervención propuesta.

De hecho, si el paciente bipolar ve normal su comportamiento, ni siquiera acudirá a consulta por ayuda profesional. Esto da idea de que la sociedad debe de establecer mecanismos para la detección de estas patologías para ser ella misma, de forma proactiva, quien trate de ayudar a estas personas que por sí mismas no va a pedir ayuda.

Y aunque el conocimiento de los últimos años sobre el Trastorno Bipolar se ha centrado en controlar los síntomas a través de la psicofarmacología. La búsqueda por reducir los episodios maníacos ha centrado buena parte de la investigación con respecto al Trastorno Bipolar, sabiendo que cuentan con los avances de otros profesionales, los que se dedican a la investigación de mejores tratamientos para el Trastorno de la Depresión Mayor.

Una de las características del Trastorno Bipolar es que tiene un origen alrededor de la adolescencia tardía, hecho que va a marcarle como adulto, debido a las consecuencias que va a tener tanto en su vida como en las personas de su alrededor, si no está adecuadamente diagnosticada y tratada. Muchos han sido los intentos por descubrir «detonantes» que expliquen por qué se produce el primer episodio maníaco entre los jóvenes, ya que si se descubre la causa se puede tratar de prevenir, pero ¿existen deficiencias neuronales en jóvenes con Trastorno Bipolar?

Diferencias neuronales: estudio de investigadores estadounidenses

Esto es lo trata de averiguarse desde la Universidad de Stanford (EE.UU.) cuyos resultados se han publicado en la revista científica Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry. En el estudio participaron 43 jóvenes entre los 13 a 21 años, 20 de ellos diagnosticados con Trastorno Bipolar I, caracterizado por la presencia mayoritariamente de episodios maníacos; siendo el resto jóvenes sin este trastorno que sirvieron como grupo control con el que comparar.

Para evaluar el pasado psiquiátrico y la presencia de sintomatología psicopatológica se emplearon dos cuestionarios estandarizados, el Affective Modules of the Washington University in St. Louis–Kiddie Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia (WASH-U KSADS) y el Kiddie Schedule for Affective Disorders and Schizophrenia–Present and Lifetime version (KSADS-PL). Los mismos cuestionarios fueron pasados por los padres de los jóvenes para analizar si mostraban antecedentes familiares.

Para evaluar la gravedad de la sintomatología maníaca se emplearon dos cuestionarios más, el Young Mania Rating Scale (YMRS) y el Children’s Depressive Rating Scale –Revised (CDRS-R). Se evaluó también el nivel de ansiedad y el nivel de impulsividad a través de Children’s Global Assessment Scale (CGAS) y el Barratt Impulsiveness Scale (BIS-1) respectivamente.

Finalmente, se les administró el Self-Referent Encoding Task (SRET), donde debían de recoger durante una semana aquella palabra emocional que lo mejor hubiese definido, evaluando de esta forma la emotividad percibida. Todos los datos anteriores fueron conjuntados a una resonancia magnética cerebral, donde se observaban principalmente las áreas asociadas a las emociones, como son las amígdalas.

Los resultados informan de que los jóvenes con Trastorno Bipolar tienen una densidad menor de conexiones neuronales entre la amígdala y el hipocampo y el giro precentral, y un incremento de conexiones entre la amígdala y el precuña, situada en la parte superior del lóbulo parietal. Existiendo una correlación significativamente positiva entre la amígdala basolateral y el hipocampo derecho con el nivel de ansiedad en los adolescentes con Trastorno Bipolar, pero no en el grupo control.

A pesar de que los resultados parecen claros en cuanto a las diferencias en la conectividad cerebral entre los jóvenes con o sin Trastorno Bipolar, los autores no adelantan ningún tipo de explicación al respecto, si se trata de algo genético, o producido por unos niveles elevados de ansiedad durante la infancia.

Regiones que, por otra parte, son fundamentales para el normal desarrollo del pequeño, así la menor conectividad con el hipocampo, responsable en buena medida del procesamiento de la memoria, puede informar de cierta vulnerabilidad de este colectivo, a tener problemas de memoria y aprendizaje subsecuentes.

Igualmente, los autores no informan si este pudiera ser un método válido de diagnóstico temprano, con el que detectar a los jóvenes más vulnerables a padecer Trastorno Bipolar, o si los cambios neuronales, son consecuencia de los episodios maníacos, y no se podrían observar hasta que no surgiesen estos.

A pesar de lo anterior, el avance en el conocimiento de las diferencias neuronales, permite abrir una nueva vía de trabajo en cuanto a tratamiento psicofarmacológico se refiere, con el que buscar compensar el anormal funcionamiento del cerebro entre los jóvenes diagnosticados con Trastorno Bipolar I, sabiendo que la intervención debe ser completada con las sesiones psicológicas orientadas a dar herramientas de manejo del estrés y de la frustración como parte de una estabilización del estado de ánimo del joven, para que tenga menores consecuencias en su vida como adulto.

Pero si bien se ha comentado desde la perspectiva del paciente, los cuidadores formales o informales del paciente bipolar se ven sometidos a una gran presión, debido a las características propias de la enfermedad. Hasta que se obtiene en diagnóstico de trastorno bipolar, los familiares, amigos y conocidos pueden sentir que algo no marcha bien con esa persona, pero sin saber exactamente el por qué, ya que el cambio entre episodios depresivos y maníacos son totalmente inesperados y no obedecen a ninguna razón.

Una vez que se tiene el correspondiente diagnóstico, la pareja, familiares y amigos deben tomar una decisión, y es cómo cuidarlo adecuadamente. Si se trata de un adulto que vive independiente, es mucho más difícil la supervisión sobre el cumplimiento de su ingesta de la medicación en las horas establecidas por el médico especialista. Si este es menor o vive con o a cargo de otras personas, es más fácil este cuidado.

Una situación que lejos de ser fácil, se convierte en un problema cada vez que hay tomar la medicina, sobre todo cuando el paciente no se "nota" enfermo, y cree que no es necesario, o cuando se encuentra en una fase maníaca, donde se siente tan bien y lleno de vitalidad, que considera irrealmente que él/ella puede controlar los síntomas sin "perjudicar" a nadie, pero ¿qué riesgos sufre el cuidador de un paciente bipolar?

Los riesgos del cuidador de un paciente bipolar: investigación turca

Esto es lo que ha tratado de descubrirse desde la Universidad Bezmialem Vakif, el Hospital Estatal Başak Sehir, el Hospital de Investigación y Docencia Erenköy de Enfermedades Neurológicas y Psiquiátricas, el Hospital de Investigación y Educación de Estambul (Turquía) publicado recientemente en la revista científica Journal of Psychiatry. En el estudio participaron 34 cuidadores de pacientes con diagnóstico de trastorno bipolar siendo el 41% mujeres, con una media de 41 años, frente a otros 37 voluntarios. Todos los participaron rellenaron un cuestionario estandarizado sobre ansiedad, el State and Trait Anxiety Inventory (STAIX I-II), otro sobre el temperamento denominado Temperament and Character Inventory (TCI), otro sobre la percepción sobre el estado de ánimo relacionado con la depresión, denominado Hamilton Depression Rating Scale (HDRS), a lo que se incluyó sus datos sociodemográficos.

Los resultados informan de significativas diferencias entre cuidadores y no cuidadores, mostrando los primeros elevados niveles en STAIX I-II, aspecto que como ya se conoce, la ansiedad mantenida en el tiempo va a ser causa de la aparición de forma anticipada de enfermedades psicosomáticas. En el caso de la evaluación del estado de ánimo de la depresión, no existen diferencias significativas entre ambos grupos. Aunque el número de participante es reducido, los resultados son claros en la dirección de que cuidar y convivir con un paciente bipolar provoca un aumento significativo de ansiedad.

Los resultados deben ayudar a poner especial atención sobre los familiares y cuidadores de los pacientes con trastorno bipolar debido a los efectos nocivos que sobre su salud tiene esta labor. De ahí la importancia de contar con un grupo de apoyo a través de asociaciones especializadas en donde compartir sus temores, preocupaciones y dificultades, a la vez que se recibe el apoyo y cariño de sus miembros, los cuales sufren la misma situación en sus casas.

Con lo anterior se ofrece un panorama sobre las últimas investigaciones con respecto al trastorno bipolar del que escasamente se tiene conciencia sobre las implicaciones sociales y personales que implican tanto para el paciente como para los familiares y cuidadores de este.