Los hermanos sean unidos
Porque esa es la ley primera
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de afuera.

(«El Martín Fierro», José Hernández, 1872)

Facundo Manes y David Otero comentan un debate que hubo hace poco en la televisión argentina. Facundo exponía que la Argentina no es un país en vías de desarrollo, porque no tenía un plan de desarrollo. Me alegré al oír esa claridad en sus palabras y poco después me entristeció mucho reafirmarla. Sí, Argentina como muchos otros países de este mundo, no tiene un plan. Y no podemos echar la culpa a los políticos, a las fuerzas exteriores o al propio sistema dominado por el capital. Tener un plan implica justamente eso: estar todos de acuerdo en un plan.

El acuerdo

Vivimos tiempos en los que las decisiones se toman con el teléfono en mano. Los políticos escriben en las redes sociales antes y después de entrar a sus reuniones o incluso durante las votaciones en el congreso. Los directivos de las empresas «preseleccionan» a sus CEO entre los más válidos y anuncian la competición con varios días de antelación a las juntas directivas de donde sale, sorprendentemente, el que no ha sido dejado de lado por alguna que otra razón que puede o no conocerse en el transcurso de la exposición mediática.

Hoy todos votamos. En España ya nos estamos acostumbrando a hacerlo casi todos los años, o lo que pida la falta de acuerdo entre los mandamases. En toda Europa se expande la idea de que ya no hay dos partidos entre los que hay que elegir y que se alternan en los gobiernos para evitar la monotonía de las dictaduras.

Elegimos y con más o menos suerte, al final de cuentas se llega a acuerdos.

En los países en vías de desarrollo (o como bien comenta Facundo, los que se creen que están en ese proceso) también eligen y alternan personas de distintas ideologías en los cargos. Eligen y cambian, cambian y eligen, pero nunca terminan de ponerse de acuerdo en las grandes ideas que sostienen a los pueblos. Eligen sin estar de acuerdo en lo que mantendrá a flote al país los siguientes cincuenta años…

No es una cuestión de tamaño

La estabilidad, el triunfo o el fracaso de las naciones con sus Estados, depende de esta unidad a la hora de decidir el futuro. No es una cuestión de tamaño o poder, se trata de una mentalidad, un sentimiento social mucho más fuerte que el individual.

Los Estados Unidos de América son un gigante que está sufriendo la misma división. Aún no es visible desde afuera y tampoco es flagrante, pero los que apoyan la visión del Gobierno actual, en la que se enfatiza el «nosotros primero» están enfrentados completamente con los que dicen que, sin el resto del mundo, USA no es nada. Esa división entre los que niegan el cambio climático y los que hacen todo por revertirlo puede llevar a la gran nación del norte a un colapso si no logran controlarlo y orientarlo. Ya tuvieron en los inicios de su historia independiente una gran guerra civil que duró muchos años y en la que se perfilaron leyes que todavía siguen en vigor, como la de tener un arma para proteger sus bienes.

España está dividida todavía entre dos grandes bandos que se subdividen en facciones a veces, pero que cada vez que pueden se enfrentan y se seguirán enfrentando porque comparten los dos bordes de una herida que nunca terminó de cicatrizar, con un dictador en medio, que, aunque a algunos les parezca una estupidez, hay que quitar del medio y enterrarlo lejos del bullicio y relegado al desprestigio máximo, por el horror que causó durante tantos años. Y debe haber muchos más casos que desconozco, solo puedo asomarme a la vecina Francia para saber que allí también prima el resquemor nacionalista contra el europeísmo, o un poco más al norte para ver como gracias al brexit es muy probable que el mismo reino unido quede desmembrado y Escocia decida hacer su propio scottxit.

La voluntad de desarrollo de una nación está en sus gentes

No hay dudas de que Argentina es una gran nación, desde sus orígenes. Supo enfrentarse a la metrópoli y sus próceres contribuyeron a la independencia de los ahora países vecinos. Era una época de revoluciones y desde entonces también se puede ver la idiosincrasia de la Argentina: la indecisión y la división interna.

El Virreinato del Río de la Plata tardó en separarse del Reino de España 6 años desde que empezó a perfilarse la primera revolución patria. Durante ese periodo fueron proclamándose las independencias de los vecinos con la ya mencionada ayuda de los padres de la patria argentinos. Ese lapso entre la revolución de mayo de 1810 y la declaración final de Tucumán en 1816 no tiene que haber sido un camino de rosas.

Está claro que no fue la última vez en que los argentinos no nos pusimos de acuerdo en los grandes temas. Es una marca de la casa… Pero, ¿no hay llegado ya el momento de que la nación y sus ciudadanos piensen más allá de lo que pueden ver?

El mundo cambia y mucho, solo los Estados que representen el pensamiento unido de los pueblos durante más de tres décadas podrán avanzar en medio de esta vorágine. La economía muta, las personas evolucionan, los mercados (esos entes impersonales controlados por personas desconocidas) cambian bruscamente… Ha llegado el momento de unirse para soportar los vaivenes en este mar revuelto, no hay opción de elegir entre metrópoli o independencia, ni entre izquierda o derecha y menos entre los de dentro o los de afuera. Solo se puede elegir entre unirse o desaparecer.