A las puertas de la final del Mundial de Fútbol femenino, esta competición ha dejados datos históricos –para bien y para mal- que deben hacer reflexionar y ser un punto de inflexión para el deporte femenino, en general, y el fútbol femenino, en particular.

A lo largo de toda la temporada, los estadios de futbol han batido récords de asistencia para ver partidos de chicas -sólo hace falta echar la vista atrás y ver la final de la Copa del Rey o la final de la Champions, en la cual se colgó el cartel de completo-, con un público entregado y dejándose a la garganta para animar a las suyas.

Los más reacios lo achacarán a que son dos partidos con títulos en juego o que el juego no es tan técnico ni vistoso; pero lo cierto es que los estadios en que se disputaron esos dos partidos no eran precisamente pequeños y lo largo de estos partidos y del Mundial, que está llegando a su fin, se han visto detalles técnicos y tácticos muy bueno. A cada uno le puede gustar más o menos el deporte femenino, pero lo que está claro es que a nivel de espectáculo y nivel, cada vez, el tema está más igualado.

En el otro lado, y ya no es exclusivo a nivel del futbol ni del deporte, la retribución económica no es la misma entre los dos sexos. El más flagrante y que ha dado se hablar en los últimos días es precisamente el premio para el equipo campeón de la competición; en el último Mundial masculino, el equipo ganador se embolsó 400 millones de euros, mientras que el conjunto ganador en chicas solo ganará 30 millones de euros. Una diferencia importante que, si bien no sorprende, debería hacernos pensar. De motivos y explicaciones hay muchas, al igual que los defensores y detractores de esta diferencia en función de si es pro o contra del deporte femenino.

Otra de las principales diferencias es la visibilidad que reciben las actividades femeninas. Gran parte de las competiciones masculinas son retransmitidas en abierto, mientras que las femeninas no, o únicamente en cadenas minoritarias. Otras diferencia clara y visible que hace que el deporte femenino vaya por detrás del practicado por los hombres.

Si por todo esto fuera poco, la vida deportiva de una mujer y hombre también marca la diferencia. Sin tener el cuenta el deporte, normalmente la retirada de una mujer llega mucho antes que la de un hombre (hablando estrictamente de edad); es ella la que normalmente para cumplir sus sueños (sea el de formar una familia, continuar su formación o cuidar de un familiar, entre otros motivos) los que hacen que deje la práctica de élite antes que su cuerpo empiece a emitir síntomas de agotamiento.

Una diferencia que, junto a la sociedad, hacen que las discriminación de sexo, no sólo en el deporte, sino en casi todos los aspectos de las vida, exista. Es verdad que la tendencia es que se vayan limando estas diferencias, pero a ritmo muy lento.

Todavía queda un camino largo parar recorrer, ¿nos ayudas?