Las Olimpiadas de París 2024 ya son historia. Por tercera vez, la “Ville Lumière” (ciudad de la luz), ha sido la anfitriona de unos Juegos Olímpicos. La primera vez fue en 1900, en la segunda edición de las olimpiadas modernas, recordando que, durante siglos, la ciudad de Olimpia en la antigua Grecia las celebraba. Para la cultura griega, uno de los pilares de nuestra cultura occidental, participar en unos juegos olímpicos era un honor reservado para muy pocos, tradición que mantenemos hoy en día. Es una justa reservada para campeones. Llegar a recibir la corona de olivo como ganador de alguna prueba, era ser acogido como héroe en casa, una verdadera antesala del Olimpo para muchos.

La segunda vez que París acogió unas justas olímpicas, fue hace 100 años, en 1924. Estas fueron muy especiales por varias razones.

Primero, Francia pudo reivindicarse ante el mundo, gracias a la poderosa influencia del barón Pierre De Coubertin, quién luchó por repetir la cede para que se olvidaran los problemas de organización que habían tenido en 1900. Las olimpiadas de París 1924, fueron un verdadero éxito, suficiente como para inspirar la oscarizada película Carros de Fuego de 1981.

Segundo, en esas justas se entregó la primera medalla de oro a un deportista afrodescendiente de forma individual. El estadounidense, William DeHart Hubbard, había ganado en salto de longitud. Curiosamente, su compatriota, Robert LeGendre, había roto un récord mundial en salto de longitud, como parte de su participación en el pentatlón de esas mismas olimpiadas. Sin embargo, la medalla de oro individual terminó en el pecho de William, quién había obtenido la mejor marca de salto de longitud en la competición individual, a pesar de no haber sido la mejor marca en esa disciplina durante esas mismas olimpiadas. Así es el deporte olímpico, la medalla de oro es para el campeón de la competición y no necesariamente, para el mejor del mundo.

Tercero, el tenis, había sido un deporte olímpico original desde que se organizaron las olimpiadas modernas y luego de esos juegos, dejó de serlo durante 64 años. Una de las injusticias más grandes que se ha hecho a deporte alguno. Hay otras injusticias deportivas documentadas y por la misma causa. El Comité Olímpico Internacional, ya temía en aquellos años, que los mejores tenistas del mundo, realmente, ya no eran deportistas amateurs. El tenis, regresó con gloria a ser deporte olímpico en 1988 en Seúl, Corea del Sur.

Uno de esos tenistas, que no podía ser considerado como amateur en 1924, era Ricardo Saprissa Aymá. A él, lo conocemos especialmente por su trayectoria en el fútbol. Pero Don Ricardo, ostenta varios récords curiosos. Fue Campeón de España en tres deportes distintos, en fútbol, tenis y hockey sobre hierba. También, representó a tres países en campeonatos oficiales internacionales. Representó a El Salvador; nación que lo vería nacer, a España; por su nacionalidad de origen y a Costa Rica; su patria de elección al nacionalizarse y, dónde finalmente; escogería su suelo para descansar por siempre sin dejarnos, al desarrollar el Saprissismo como estilo de vida. Don Ricardo, era un ciudadano de vocación universal, enamorado de Costa Rica.

Fue el primer campeón de tenis de Centroamérica defendiendo los colores salvadoreños en 1920. En 1930 representó a España en el mundial de la Copa Davis en dobles junto a Enrique “Bubi” Maier Müller y en la categoría de dobles derrotaron a Bélgica en su propia casa en Amberes. A su querida Costa Rica, la representó en 1938 en los Juegos Centroamericanos de Panamá jugando en dobles masculino, junto a su gran amigo Tomás Ortuño Morales y en 1946, fue campeón centroamericano de tenis también en dobles, junto al reconocido periodista costarricense, Rodrigo Fournier Guevara.

Ricardo Saprissa no sólo compartió cancha defendiendo los colores de España en competiciones internacionales de tenis con alguien como Enrique Maier, quién llegaría a ser el primer español en ganar Wimbledon en 1932 en la categoría de dobles mixtos, sino que, ya había sido pareja del famoso Antoni Juanico en los años 20’s.

Junto a Antoni “Juanico” Torres en 1923, Saprissa fue el primer campeón en la categoría de dobles de España, reconocido por la Real Federación Española de Tenis. Y, al repetir como bicampeones en 1924, se ganaron el derecho de representar a España en las Olimpiadas de París de ese mismo año.

En París 1924, un Saprissa olímpico compartió cancha en dobles masculino con el 11 veces capeón de España, Eduard Flaquer Vázquez con quién llegó a la tercera ronda. En esos juegos olímpicos, Ricardo fue una pieza clave del equipo español, ya que también participó en la categoría de dobles mixtos junto a una leyenda del tenis femenino español, Rosa Torras Buxeda, quién había sido una de las primeras mujeres españolas en participar en juegos olímpicos, junto a la famosa Elia María González-Álvarez y López-Chicheri, conocida como Lilli Álvarez. Rosa Torras, llegó a ser 9 veces campeona de tenis de España.

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Lilli Álvarez con su clásica vincha, otros tenistas y Ricardo Saprissa Aymá en el extremo izquierdo.

Hoy en día, se ve reflejada la importancia y nivel del tenis olímpico español en dobles masculino, con la participación del dúo “Nadalcaráz”. Rafael Nadal Parera y Carlos Alcaraz Garfia conformaron una pareja olímpica de tenis de lujo para esas Olimpiadas de París 2024 y sin embargo, como equipo de dobles se despidieron en cuartos de final. Exactamente, 100 años después de que Ricardo Saprissa y Eduard Flaquer representaran al mismo país, en la misma diciplina, en la misma categoría, y en las mismas justas olímpicas.

La Gran Familia Saprissista, cuando celebró el centenario de la participación de Ricardo Saprissa Aymá, en los juegos olímpicos de París 1924, lo hizo con júbilo durante las Olimpiadas de París 2024. Los costarricenses en general por otro lado, debemos reconocer, que el legado ejemplar de la obra de Don Ricardo, como insigne campeón en lo deportivo, forjador integral de juventudes y un dirigente modélico, puede ser dignamente reconocido aceptándolo como Ciudadano de Honor o como Benemérito de la Patria, pendiente queda, el trámite en la Asamblea Legislativa de Costa Rica.