Una vez leí, que la disciplina tarde o temprano le gana la carrera al talento. Cuanta verdad encierra ese enunciado. Por mi parte hubo un momento en mi vida adolescente en el que el concepto de disciplina no estaba muy claro para mí, lo tenía un poco distorsionado. Lo asociaba con castigo y no le veía un beneficio tangible. También cuando eres niño y adolescente te fijas más en el talento, puedes suponer que si tienes un gran talento ya tienes garantizado el éxito y si no lo tienes, entonces ya aseguraste el fracaso. Las redes sociales y la vida perfecta que se trasmite en ellas no da mucho espacio para ver todo el esfuerzo que se debe tener para triunfar, solo admiramos el talento. Por supuesto que la cantidad de personas que carecen de un talento brillante y evidente desarrollan la disciplina para compensar esta falta y terminan en muchas y grandes ocasiones superando a aquellos que en su momento brillaban más.

En mi libro Más importante que ganar que está disponible en Amazon, me tomó un capítulo completo dando mi perspectiva sobre la disciplina, aquí les comparto solo un extracto:

Cada vez que pienso en disciplina y éxito me emociono, porque he podido ver cómo esas dos palabras se han ido transformando en mi vida, tanto así que hoy en día tienen un significado realmente poderoso en mí. Pero antes de poder transmitir sus connotaciones, me gustaría primero mostrar ciertas creencias limitantes que giran alrededor de ellas y que quizás todavía están arraigadas en el subconsciente de algunos deportistas, coaches, mentores y, ¿por qué no?, tal vez tú también las tengas.

Si investigamos sobre el origen etimológico del vocablo disciplina, este tiene un origen latino, proviene de discipilus (discípulo) y significa «enseñar o educar para corregir y entrenar, no para castigar o humillar al discípulo» (Imanol Ibarrondo).

Me gusta esta definición de Ibarrondo porque rescata esa capacidad de acompañar al otro, prepararlo para que de una forma eficiente pueda asimilar el aprendizaje, incluso me atrevería a decir desde el disfrute. Sin embargo, al evocar nuestra historia educativa, la disciplina se empleaba como una sanción impuesta para corregir una falta, un mal comportamiento o un error. Para la persona, a veces, implicaba una afrenta en la que sentía que su dignidad se perdía; en otras ocasiones, la percibía como un sacrificio o una lucha interna en la que era obligada a hacer una actividad en contra de su voluntad.

Esa percepción errónea sobre la disciplina es la que me gustaría deshacer. La disciplina no debe ser vista como un castigo o una pena, sino más bien como una palanca que nos ayuda a mover nuestro mundo, a incrementar nuestra fuerza de voluntad para crecer y potenciarnos. Es esa palanca que nos permite desplazarnos de un punto A hasta un punto B; por supuesto, implica un proceso de transformación donde nuevos hábitos se instalan y las estructuras mentales, emocionales y corporales cambian por completo. Ese es el efecto de la palanca que explicaba el famoso científico griego Arquímedes, quien dijo: «Dadme un punto de apoyo y moveré al mundo».

Ahora bien, la disciplina para mí representa amor propio. He ahí mi definición. ¿Por qué la asemejo con amor propio? Porque la disciplina es hacer cosas a beneficio de uno mismo y eso genera bienestar.

Yo las hago por amor a mí, es una decisión propia, no porque sea un castigo o porque otros me la impongan. Es tanto mi amor propio que no me importa el esfuerzo que tengo que hacer, porque al final va ser beneficioso para mí. Por esa razón, cito la siguiente frase: «La disciplina son pequeñas dosis de incomodidad que generan una gran dosis de bienestar» (Ángel de la Calle).

Desde mi perspectiva es esfuerzo, pero no sacrificio, porque este último término conlleva en sí la pérdida de algo preciado, es la renuncia de algo valioso «para conseguir otra cosa». Te pregunto: ¿qué es lo más valioso para ti? Solo tú lo sabes. Para mí es el amor propio, el tiempo que le dedico a mis hijos, a mi esposa y al resto de mi familia, el poder transformar la vida de los atletas. Por eso, me encanta usar la palabra esfuerzo, porque estoy consciente de que esas pequeñas incomodidades se transforman en actos beneficiosos para mí.

(Jeremias Alvaraz, Más importante que ganar, 2021)

El mundo del deporte y la vida misma está llena de ejemplos de personas que sobreestimaron el talento y subestimaron el poder transformador de la disciplina. Pero también de personas que apostaron a una disciplina de amor propio, por sus sueños y terminaron triunfando en sus objetivos. Ahora esas figuras mundiales que admiramos y que teniendo un talento envidiable lo potenciaron con disciplina son esas que se han convertido en leyendas, y estoy seguro de que ejemplos para confirmarlos tendrás de sobra.