Hollywood tomó un giro distinto sobre el amor romántico en 1960. La última película en Estados Unidos del viejo amor sería West Side Story (Amor sin Barreras). La película, basada en Romeo y Julieta, ganó 10 Óscares y tuvo un impacto en el baile (todos los musicales hasta la fecha se comparan con ella), en la escenografía, en el movimiento de la cámara (la visión de Nueva York a vuelo de pájaro) y en muchas cosas más. Lo que llama la atención es la forma distinta de enamorarse. Tony y María se conocen en un baile en este barrio pobre de Nueva York. Cuando ambos se miran, como en un flechazo de Cupido, la música se detiene, el mundo que los separa, como por arte de magia, desaparece y ya para este momento, están locamente enamorados. No se han dicho una palabra, no saben siquiera sus nombres y ni siquiera se han dado cuenta que no hablan el mismo idioma (es más, Tony no sabe si ella está documentada).

En los años 1950, Hollywood nos insinuaba que hubo sexo entre una pareja por medio de disimulados mensajes como dos gotas de agua combinándose en una ventana, un cambio brusco de cámara, o una bata tirada en la silla. Esta vez, la película es más osada: Tony y María se ven semidesnudos en la cama (bueno, él sin camisa; ella con brasier). Sin embargo, el sexo entre Tony y María no es lo que hace al amor. El amor estaba ya antes y cuando se ama, no hay pecado.

Pero aunque en los Estados Unidos posmodernos, el sexo es ahora inmediato, no pasa lo mismo con el amor. A diferencia de las películas y telenovelas latinoamericanas, el cuerpo ha dejado de hablar. Para saber cuándo una pareja va a tener sexo, que es ahora su consolidación, no el origen del amor, la estrategia ha cambiado. Ahora, el galán hará algo que no se hacía antes de 1960: confesar.

Lo que hacíamos con los sacerdotes, se hace con la pareja. Para saber que hay amor, Hollywood nos ofrece una confesión de un trauma, principalmente por el macho. El actor, en un momento íntimo, revelará un secreto infantil, un evento que lo ha azotado toda la vida. Él contará la historia, ante la mirada comprensiva de la mujer (ella se ha dado cuenta que va a expresar un sentimiento, que va a abrirse emocionalmente) y por lo tanto, este es un momento místico, único, especial. Un poco de música latosa nos alerta que pasará algo insólito. En una de las distintas versiones, el varón revela que deseó que su papá lo apoyara en ser una cosa y no otra, pero su progenitor no lo entendió y le impidió hacerlo. Cuando termina su narración, el personaje está listo para soltar una lágrima. La mujer, en este momento, lo abraza, lo consuela y lo besa. Esto inicia una pasión desenfrenada, el macho y la hembra ahora quieren hacer el amor apasionadamente (esto es distinto a las películas y telenovelas latinas en que el amor surge cuando el galán mira el trasero de la actriz).

¿Por qué los norteamericanos han cambiado los ingredientes para el amor romántico?

La razón es que en la sociedad posmoderna la confesión religiosa y psicoanalítica ha perdido poder. Ya no nos abrimos con los sacerdotes o con los psicólogos sino con nuestra pareja. El matrimonio, en estos tiempos, tiene nuevas funciones, ahora es una sala de terapia. Los amantes son pequeños Freud ya que no hay ni tiempo ni dinero para el sofá del psicólogo. Finalmente, la masculinidad ha cambiado. Ahora, el hombre sexy es el que está en comunicación con sus sentimientos. En esta nueva realidad, Tony y María no habrían siquiera compartido su WhatsApp.