Una oferta de trabajo, ya sea encontrada por casualidad o porque alguien te la hace llegar, o un cambio de destino del trabajo actual, puede significar un giro de 180º en la vida: dejar atrás el calor del hogar, la familia, los amigos, para iniciar una aventura en un país extranjero.

La entrevista ya es toda una odisea. Si es presencial, normalmente el interesado se hace cargo del transporte – ya sea avión o tren - y el hotel, en caso de necesitar hacer noche. En caso contrario, ocurre en alguna ocasiones, uno deberá buscarse la vida para y, casi siempre, fácil no lo es. Si no es presencial, todo es mucho más sencillo; gracias a las nuevas tecnologías, desde la confortabilidad de tu hogar, podrás realizar la entrevista sin problemas. Eso sí, deberás buscar un fondo neutro, arreglarte (como mínimo de cintura para arriba) y estar en un sitio tranquilo y sin ruido.

Ya con el , todo avanza sin freno posible. Un primer punto a tener en cuenta es el idioma. Hacer un intensivo o ir a clases antes de aterrizar en el nuevo lugar ayudará a superar este primer escollo.

Ya en tu nuevo destino (es muy recomendable llegar unos días antes o incluso una semana), un primer paso es familiarizarte con el entorno de tu nueva vivienda (supermercado, servicios públicos, transporte, etc.) En caso de no disponer aún de vivienda, como mínimo coge los primeros días aunque sea un hotel o pensión, el trabajo se acumula con la búsqueda del sitio donde vivir y que se adapte a tus necesidades. En definitiva, hacerse el nuevo lugar tuyo para sentirse a gusto; en caso contrario, la aventura fracasará.

Con el nuevo trabajo en marcha y instalada en tu nueva vivienda, establecer relaciones y nuevas amistades, ya sea con los compañeros de trabajo, apuntarse al gimnasio, a clases del idioma del país o con los vecinos, será el siguiente escollo a superar. No ir de casa al trabajo y del trabajo a casa te ayudará a adaptarte a tu nueva situación. Encerrarse en uno mismo sólo hará aumentar la nostalgia y tus ganas de volver.

El primer mes o, incluso el primer trimestre de la aventura, no es fácil. Todo es nuevo y en ocasiones uno no termina de acostumbrarse a la primera. Un período en que las visitas de tu familia, amigos, etc., ayudarán que este proceso no se haga tan cuesta arriba.

Si uno supera el periodo de adaptación, empieza la mejor etapa. Es momento de conocer la localidad y sus alrededores (mejor acompañados que solos) y disfrutar de la nueva vida y las nuevas amistades. Es en este momento cuando uno se da cuenta si realmente sabe vivir lejos de la familia.

Las visitas se convierten en algo habitual. La invasión del piso le llenará de alegría y vitalidad y los «regalos» que vienen en las maletas (embutido envasado al vacío, latas de atún, etc.) aún más. Unos días llenos de planes y de ir arriba y abajo que cuando terminan hacen que cojas la rutina con más ganas.

Internet, Skype, emails, Messenger, WhatsApp, etc. se convertirán en el mejor aliado para saber de la gente que has dejado atrás. Es verdad que uno se perderá eventos familiares y de amigos, pero las visitas a casa se convertirán en una fiesta y, siempre, demasiado cortas para todo lo que quiere hacer uno.

¿Te atreves a vivir y trabajar lejos de la familia?