... Pues sí, porque la poesía no se leyó, se proclamó; porque nuestro personaje coexistió sin convivir y porque resistió a solas: Alcira ocupó el mismo espacio de los soldados que tomaron la Ciudad Universitaria en México sin entrar en contacto con ellos durante los largos días de su ardua sobrevivencia.

Fue en el mes de septiembre de 1968 en la capital del país durante el Movimiento Estudiantil. En ese mes la movilización ya daba frutos, alumbrando un tiempo único en la historia de esa casa de estudios y de la ciudad.

Sin embargo, ese septiembre magnífico, septiembre de la gloriosa manifestación del silencio, en que se logró demostrar que el estudiante no era un vándalo ni un irrespetuoso con las mujeres, ese septiembre fue asimismo el allanamiento del corazón de la UNAM por miles de soldados.

Hubo centenas de estudiantes, trabajadores y maestros detenidos en la ocupación (que se levantó a tan solo dos días de la represión definitiva).

En esas emblemáticas instalaciones (hoy en día patrimonio de la humanidad), mientras las botas pasaban y repasaban por los pisos del centro de estudios-taller-dirección del movimiento, por el sistema de sonido iban oyéndose unos versos recitados vehementemente -como imponiéndose a los hechos- por la voz de su autor...

... volvemos a ella: la sonidista habilitada era Alcira, Alcira Soust Scaffo.
Los versos, de León Felipe.

A continuación se encerró en los baños de un piso de la Torre de Humanidades y allí resistió 12 días… a papel y agua, que fue lo único que probó a medida que iba agotándose aquella su resistencia… y la lucidez (José Manuel Cravioto, en su película sobre el Movimiento, Olimpia, recrea el momento del encierro con el detalle de que un soldado al revisar se da cuenta de que hay alguien, se hace el que no vio, se reúne con sus compañeros sin decir nada y no da parte).

Cuando, al retorno de la comunidad a su casa de estudios, fue encontrada en el suelo, las fuerzas estaban a punto de abandonarla por completo.

Alcira, de cariño Mima

Alcira Soust Scaffo, maestra uruguaya, poeta, era un personaje de la Facultad de Filosofía y Letras, mas no una figura oficial sino alguien que cobró relieve por su peculiar desenvolvimiento. Un personaje sin estatus académico ni laboral; es decir: sin necesidad de matrícula, era universitaria; sin que aquello incluyera residencias, habitaba ahí; sin ser asalariada, cobraba una que otra traducción del francés que le encargaban.

Su labor fundamental consistía en repartir sus poemas a quien gustara recibirlos. Con esos mismos papeles llegó a abonar en el campus árboles hoy frondosos: simbólica pues, indiferente para muchos, entrañable para otros.

Alcira personaje

Además de la película de Cravioto, y de 2 libros de Roberto Bolaño que la tienen por personaje, he aquí a Soust Scaffo protagonista:

El MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo) exhibe hasta este 25 de noviembre una muestra de su obra, no solo escrita sino pictórica, así como documentos y objetos que dan cuenta de su quehacer.

El cineasta Agustín Fernández Gabard -sobrino nieto de la promotora cultural- realizó sobre ella el documental Alcira y el campo de espigas.

Por su parte, Luciérnaga fue una ópera representada durante el mes de octubre de 2018 en la misma UNAM, donde la compositora mexicana premio nacional de artes Gabriela Ortiz, con libreto de Silvia Peláez, recorre mediante una soprano y un actor los días de la histórica resistencia de la poeta.

Auxilio, intervención escénico poética en torno a nuestro personaje, del Colectivo TeatroSinParedes y el Theatre 2 L’Acte, se presenta en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco en el mes de noviembre.

Apunte final

León Felipe -el autor de los poemas usados como conjuro antitropa- se despidió así, con aquella fe en los poderes de la poesía, pues moría precisamente ese 18 de septiembre.

Testimonio de Alfredo López Austin

Convocado el público por Fernández Gabard para aportar testimonios relativos a Alcira para su documental, el historiador Alfredo López Austin escribió:

«Tras la ocupación de la Ciudad Universitaria, se procedió a recuperar los edificios. A la Torre de Humanidades fue el entonces coordinador de Humanidades, Rubén Bonifaz Nuño, a quien acompañamos, con la intención de revisar el séptimo piso, sede del Instituto de Investigaciones Históricas, Miguel León-Portilla, quien era su director, y yo, como subdirector.

Iba con nosotros uno de los intendentes de la Facultad de Filosofía y Letras, de quien no recuerdo el apellido, pero a quien todos conocíamos como Pastor, pese a que en realidad se llamaba Manuel. Era Pastor un hombre de edad madura, alto, grueso, a quien todos sus compañeros respetábamos por su carácter serio y sencillo. Falleció poco tiempo después.

Cuando los cuatro llegamos al séptimo piso, Bonifaz Nuño pidió a Pastor que revisara los sanitarios, en tanto que nosotros veíamos qué tantos daños tenía el resto del instituto. Pastor salió inmediatamente para avisarnos que había encontrado una mujer. Bonifaz le pidió que no tocara el cadáver. ‘Está viva’, respondió Pastor, por lo que acudimos a auxiliarla.

Alcira salió caminando por su propio pie, aunque muy debilitada. Estaba aterrada, y nos decía insistentemente que ella no estaba inmiscuida en el movimiento, sino que había ido a la torre a una ceremonia en honor a León Felipe. Me le acerqué y le dije: ‘Alcira, no somos policías. Mírame, soy yo, Alfredo’; pero Alcira seguía fuera de sí.

Pastor intervino para decir que iba inmediatamente por unos tacos, a lo que replicó Bonifaz Nuño: ‘¡No! ¡Vaya inmediatamente por unos médicos!’ Alcira se fue calmando poco a poco. Cuando Pastor volvió con la ayuda de los médicos, les entregamos a Alcira y confiamos en que todo iría bien».