Desde hace una década los medios de prensa occidentales nos lo vienen alertando: está cada vez más cerca la próxima gran crisis económica, con el fin del crecimiento. Y ante tanta advertencia uno cree que ya está programada, aunque sine die, pero conviven una notable disparidad de opiniones acerca del momento concreto en el que cada analista cree que tendrá lugar.

Pero que la crisis viene, que es inminente, no lo niega ni Donald Trump. Es una predicción, una denuncia sin riesgo: llegará... y no estamos preparados. Claro, la prensa económica internacional sacó el tema nuevamente a la palestra al cumplirse los primeros diez años de la Gran Recesión de 2008, con el tremendismo de siempre.

Hay un ruido de fondo permanente en todos los artículos económicos-financieros, razonamientos por analogía sin demasiado fundamento teórico, con la divisa de que ellos nos avisaron de que se venía… aun cuando muchas veces ni tienen la menor idea de cómo funciona el sistema económico.

En una reunión que se celebró el 10 de octubre en Bali (Indonesia), los jefes ejecutivos de la Organización Mundial de Comercio, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de la OCDE, instaron firmemente a relajar las tensiones comerciales y a centrarse de nuevo en la importancia del comercio y del sistema multilateral de comercio para impulsar el crecimiento económico.

Algunos analistas se preguntan cómo se puede hablar del comercio como motor del crecimiento, cuando es muy claro que el comercio mundial está cada vez más determinado por los comportamientos monopólicos que dominan el mercado mundial. La mayor parte del comercio internacional actual se realiza al interior de las corporaciones o empresas multinacionales, transnacionales o globales. El libre comercio es un mito, una falacia y lo que predomina y consolida es el comercio desigual.

En realidad este mensaje de defensa a ultranza de la ideología de la globalización, surge luego que se encendieran las luces de peligro en el mundo financiero trasnacionalizado, y los análisis más especializados superaran el ruido de fondo. El banco trasnacional JP Morgan, por ejemplo, proyecta una grave crisis para el 2020 (fecha con la que concuerdan estudios de fondo y análisis serios), de acuerdo a sus modelos numéricos y algoritmos, que en realidad revela las múltiples debilidades financieras estructurales.

La gran crisis amenaza con arrasar los organismos internacionales como los conocemos hasta ahora. En su génesis, hace 23 años, la Organización Mundial del Comercio (OMC) fue concebida como un organismo multilateral para reducir o eliminar los aranceles que frenaban las negocios. En su afán por globalizar el libre comercio, su principal impulsor fue EEUU, el mismo que ahora la coloca como enemigo.

Previo al nacimiento de la OMC existían las llamadas rondas de negociaciones en el marco del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), cuyas primeras rondas estuvieron centradas en un aspecto fundamental de las relaciones comerciales: los aranceles y las reducciones arancelarias.

En el actual contexto mundial de guerra comercial e imposición de aranceles de manera unilateral, sus debilidades están más expuestas que nunca: marca el fracaso de meses, años, de negociaciones entre las principales economías del mundo, y es el comienzo de una guerra con consecuencia incalculables. Entre junio y septiembre, tanto China, como Europa y EEUU se denunciaron mutuamente ante la OMC por llevar adelante prácticas comerciales fuera de las normas establecidas.

Atada de pies y manos, la OMC está llamada a ser prácticamente un espectador pasivo. Los comportamientos de los negocios comerciales que dominan el mercado mundial son monopólicos y ya no dependen de las buenas o malas relaciones internacionales entre los países, ni siquiera de sus propios intereses nacionales.

La mayor parte del comercio actual se realiza al interior de las corporaciones de las empresas multinacionales, transnacionales o globales. Por eso el libre comercio es una especie de mito, una falacia, que consolida el comercio desigual. Y eso explica, claramente, por qué la OMC no logra un solo acuerdo: en su último congreso en Argentina, ni siquiera pasó una propuesta de empoderar a las mujeres.

Palabras cautas de la ONU

Las perspectivas económicas siguen dependiendo de los cambios en las políticas comerciales, el deterioro repentino de las condiciones financieras mundiales y las crecientes tensiones geopolíticas, señala el informe de Naciones Unidas Situación y perspectivas de la economía mundial 2018.

La elevada incertidumbre política sigue ensombreciendo las perspectivas de las metas relativas al comercio mundial, la asistencia para el desarrollo, las migraciones y el clima, y podría retrasar el repunte más amplio de la inversión y la productividad a escala mundial. Las crecientes tensiones geopolíticas podrían agudizar la tendencia hacia políticas más unilaterales y aislacionistas, advierte.

Añade que el prolongado período de abundante liquidez y bajo costo de endeudamiento ha contribuido a un incremento adicional del endeudamiento mundial y al alza de los desequilibrios financieros, y también está vinculado a los actuales precios de los activos, que son elevados y sugieren una infravaloración del riesgo.

En la actualidad, los bancos centrales de las economías desarrolladas operan en un terreno prácticamente desconocido, pues carecen de precedentes históricos que les sirvan de guía. En esa situación, todo ajuste de los mercados financieros es menos previsible que en anteriores períodos de recuperación y multiplica los riesgos asociados a los errores de las políticas.

La reorientación de las políticas debería desarrollarse en cuatro ejes concretos, dice la ONU: incrementar la diversificación económica (sobre todo de los países que continúan dependiendo en exceso de un número reducido de productos básicos), reducir la creciente desigualdad, reforzar la arquitectura financiera y armonizarla con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y subsanar las deficiencias institucionales que permiten la debilidad de la gobernanza y la inestabilidad política.

¿Lobo, estás?

En el último año comenzaron a aparecer estudios serios y también apocalípticos, como los que sostienen que la situación actual acabará de manera abrupta. Los indicadores más fiables siempre han apuntado al 2020. Las señales de la nueva crisis tienen dos bandas de sonido: una con la nueva información y otra con el sonido de fondo. Son los estudios, detallados y profundos, que apuntan a que el modelo capitalista, tal y como lo entendemos hoy en día, tiene los días contados.

No se trata de un nuevo final de ciclo, más o menos traumático, seguido de un nuevo momento alcista. Los nuevos estudios informan de que estamos llegando al final de un trayecto que comenzó hace dos siglos. Un informe fue encargado por Naciones Unidas a un grupo de científicos, quienes llegaron a una conclusión: el capitalismo ya no es viable, y cuanto más tiempo se intente mantener, peor.

Fue la introducción de nuevos modelos numéricos que indican que un colapso puede sobrevenirnos, si se mantiene el rumbo actual, junto a la renovada advertencia de los científicos a la Humanidad, cinco lustros después de la primera, sumados a los abundantes signos de la degradación ambiental por doquier.

Son, en suma, los signos de un cambio de época, el fin del crecimiento, noticias que los medios hegemónicos de comunicación tratan de invisibilizar o morigerar. Los grandes poderes económicos se niegan a aceptarlo, pero se acaba el crecimiento. El Parlamento Europeo fue sede de una conferencia sobre post-crecimiento (eufemismo usado para no asustar la sensibilidad de los políticos presentes), en la que participaron pensadores del decrecentismo y algunos comisarios europeos.

En esta desesperación no pudo sorprender la reciente concesión del Premio Nobel de Economía a William Nordhaus y Paul Romer, talibanes del crecimiento, por sus contribuciones a compatibilizar crecimiento con innovación y cambio climático. El premio generó una enorme confusión, donde unos cuantos entendieron que por fin las ciencias económicas convencionales incorporaban las cuestiones ambientales o que estábamos frente a una renovación en el desarrollo.

En realidad nada de eso ocurre, y el Nobel de Economía 2018 refuerza el mito del crecimiento económico como meta del desarrollo y la fe en resolver la crisis económica dentro del mercado y del capitalismo.

Segundo aviso a la humanidad

Hace 25 años, la asociación norteamericana Union of Concerned Scientists y más de 1.500 científicos independientes, incluyendo la mayoría de los Premios Nobel en Ciencias que vivían entonces, escribieron La Advertencia de los Científicos del Mundo a la Humanidad, donde reclamaron a la humanidad que frenase la destrucción ambiental y avisaron de «sería necesario un gran cambio en nuestra forma de cuidar la Tierra y la vida sobre ella, si quería evitarse una enorme miseria humana».

Los autores de la declaración de 1992 temían que la humanidad estaba empujando a los ecosistemas de la Tierra más allá de su capacidad de soportar la red de la vida y 25 años después, en su «segundo aviso» señalan que la humanidad ha fracasado en hacer suficientes progresos para resolver esos retos ambientales previstos y, de manera muy alarmante, en la mayoría de ellos, «estamos mucho peor que entonces».

Indican que se pone en en peligro el futuro por el desproporcionado consumo material y por no darnos cuenta de que el alocado crecimiento de la población mundial es el principal impulsor detrás de la mayoría de amenazas ecológicas e, incluso, societales.

«Con su fracaso en limitar adecuadamente el crecimiento de la población, en reevaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento permanente, en reducir la emisión de GEI, en incentivar la energía renovable, en proteger el hábitat, en restaurar los ecosistemas, en parar la extinción de fauna, en frenar las especies invasivas, la humanidad no está tomando los pasos urgentes que necesitamos para salvaguardar nuestra muy amenazada biosfera«,

añaden

Las transiciones hacia la sostenibilidad se pueden producir de diferentes maneras, pero todas requieren presión de la sociedad civil y argumentaciones basadas en evidencias, liderazgo político, políticas adecuadas, mercados y otras consideraciones.

Fin del crecimiento… ¿y después?

El advenimiento de la nueva crisis del capitalismo es algo que pasa, pero se pretende que no está pasando, como la crisis energética. Se está produciendo desde hace varios años una brutal desinversión en el sector de la explotación del petróleo y resto de hidrocarburos líquidos. Hoy EEUU invierte más que el resto del mundo en exploración y desarrollo de nuevos yacimientos.

Se trata, obviamente, de un burbuja especulativa que en cualquier momento puede explotar, pero también es algo más que una burbuja. Si no fuera por el fracking, la producción de todos los líquidos del petróleo del mundo estaría ya estancada o incluso en declive. Así que lo que EEUU ha hecho es subsidiar al resto del mundo el mantenimiento del estilo de vida pródigo en gasto energético. ¿Y hasta cuándo durará esta burbuja?, pregunta Antonio Turiel en The Oil Crash.

«Para muchos, los procesos que se van a desencadenar van a cambiar nuestro mundo de manera profunda y definitiva. En lo que todos coinciden es en lo que estamos haciendo para prepararnos: nada. Así que, ahora mismo, estamos ahí quietos, plantados, esperando a que nos llegue el siguiente golpe»,

añade.

Hay analistas que advierten que la conjunción de una nueva crisis del petróleo que podría elevar los precios hasta los cien dólares el barril con la excesiva fortaleza del dólar podría provocar un nuevo crash bursátil en Wall Street que tendrá como efecto colateral un eclipse económico mundial de resultados imprevisibles.

No será el fin del mundo: sí, quizá, el fin de dos siglos de capitalismo salvaje. O no.