Hablar de genios es hacerlo de personas que destacan por una inteligencia con altos niveles de desempeño, ya sean en el ámbito académico, artístico u otros.

Si bien actualmente se prefiere hablar de talentos y distinguir entre los que son o no especialmente dotados para una u otra habilidad o capacidad, el genio supera en mucho a los dotados.

Así, se puede distinguir según el nivel de desempeño o inteligencia entre la población «normal», es decir, la mayoría, que a pesar de poder destacar en algún aspecto no lo hace mucho más que el resto de la población; aquellos que sí están especialmente dotados para una o varias áreas, como la música, las matemáticas o el lenguaje, entre otras; y los genios, que están en otra categoría muy por encima de los anteriores.

Hay que tener en cuenta que existe un alto porcentaje en la herencia de la inteligencia, por lo que no es de extrañar entre los padres y familiares, que de una pareja de personas especialmente dotadas pueda surgir un pequeño genio.

Algo que además es bueno para la educación del menor, ya que se encuentra en un ambiente propicio para incentivar el desarrollo de sus habilidades, sabiendo de su importancia, tal y como lo han vivido los padres que han dedicado años de su vida a dicho desarrollo.

Así, es habitual que los músicos puedan tener hijos especialmente dotados para la música, y que si estos son incentivados desde pequeño se pueden convertir en mejores músicos que sus padres.

Incentivos que vienen de la mano de la formación, el esfuerzo, pero sobre todo la práctica, pilares fundamentales para el desarrollo de cualquier niño, pero especialmente relevante para los más dotados.

Si bien es cierto que todos se basan en los mismos principios del aprendizaje, los niños genios parece aprender a velocidades mucho más rápidas que el resto de la población, siendo en poco tiempo necesario incrementar el nivel educativo por encima del de la edad del pequeño.

Aspecto que no en todos los países está igualmente incentivado y permitido, pudiéndose encontrar en la prensa a pequeños que con doce años acuden a la universidad como alumnos de pleno derecho, mientras que en otros países no está permitido «saltarse» cursos y por tanto debe de acudir a la escuela con el resto de los pequeños de su edad.

Una situación que, cuando pueden, los padres tratan de compensar con una educación «enriquecida» en clase, y cuando el menor sabe más que ellos, suelen acudir a profesores particulares que aporten la formación especializada que requiere el menor.

El problema, si es que se puede llamar así, es cuando surge un pequeño genio en una familia que no está preparada para ello y se encuentra con el problema de: ¿qué hacer ante un pequeño genio?

Hoy en día y gracias al avance de la tecnología, existe una gran facilidad de acceso a la información, por lo que no es necesario acudir a clases «especiales» ni contar con profesores de apoyo si se saben gestionar adecuadamente los recursos educativos por Internet.

Aspecto que hace unos años podría ser impensable, por ejemplo, el acceder a curso denominados MOOCS, cursos en abierto y gratuitos de las mejores universidades del mundo disponibles para cualquier persona con interés.

A pesar de lo cual, los padres deben entender que su hijo está especialmente dotado para un u otro atributo o desarrollo, para lo cual lo mejor es acudir a un especialista para que este realice una evaluación, ya no sólo de la inteligencia, como se hacía clásica mente sino de otros aspectos y características de la persona.

A pesar de que cuando se piensa en los genios y sus dificultades se suele hacer de los menores, hay que tener en cuenta que dichas características le van a acompañar el resto de su vida, y por tanto va a marcar el desarrollo de esta, aspecto que puede afectar directamente al nivel de satisfacción tal y como lo ha planteado una investigación realizada desde el Departamento de Psicología, Universidad de Cádiz (España), cuyos resultados ha sido publicadas en diciembre del 2016 en la revista científica European Journal of Education and Psychology.

En el estudio participaron 28 adultos con edades comprendidas entre los 22 a 34 años, de los cuales la mitad tenían un nivel de inteligencia alta y el resto un nivel de inteligencia normal.

Para la evaluación de la inteligencia se empleó la escala de inteligencia de Wechsler, el test de matrices progresivas de Raven, una evaluación sobre creatividad y un cuestionario para padres y profesores de Renzulli-Smith.

A todos los participantes se les administró una prueba la Escala de Bienestar Psicológico (EBP) el cual evalúa cuatro sub-escalas, con respecto al bienestar psicológico subjetivo, el bienestar material, el bienestar laboral y el bienestar en su relación de pareja.

Los resultados muestran diferencias significativas entre ambos grupos en la sub-escala de bienestar material, obteniéndose puntuaciones más elevadas en el grupo de niveles de inteligencia elevada frente al de niveles de inteligencia normal, no existiendo diferencias significativas en ninguno de las otras tres sub-escalas de bienestar.

Parece evidente la existencia de una mayor satisfacción por parte de las personas más inteligentes con su situación material, aunque se desconocen exactamente los motivos de dicha satisfacción, ya que puede ser que se «conformen con menos» o que «les vaya muy bien» algo que el estudio no ha tenido en cuenta, por lo que no se puede responder a dicha cuestión.

Por tanto, la atención sobre estas personas durante los años de desarrollo, no sólo tienen que ir encaminados al desarrollo de sus capacidades, sino también en el ámbito psicológico y emocional, donde aprendan a convivir con sus peculiaridades para saber el mayor provecho de las mismas.