«Le Blu»: así se titula la nueva película de Guillermo Rovira. El título no alude ni a un color ni a una lengua y consigue así resumir la sensación de vacío de un desubicado.

Misiones, Argentina. Tres jóvenes juntos en un automóvil bebiendo cerveza, hace calor, uno de ellos se llama Pablo, pero eso en realidad no importa. Apáticas lucen las figuras en Le Blu, sentadas en la cocina, en la cama o tumbadas inertes en la piscina; estoicamente, soportan controles policiales o películas pornográficas y viven una al lado de otra. Así el encuentro casual entre Pablo y una joven en un autobús lleva a un reconocimiento mutuo a través de la mirada del uno al otro en el espejo. Pero éso tampoco les cambia la vida. Pablo, como su nombre lo sugiere, es pequeño y su vida insignificante. Sólo en la música experimenta espiritualidad y una forma de mancomunión.

La dramaturgia y el diseño de la imagen tienen algo como de cine escandinavo: la cámara fija, los encuadres una calidad pictórica a veces, los planos largos y profundos, los diálogos sin emociones, como para describir una familia latinoamericana de clase media con casa propia, divorcio superado, novio nuevo y un automóvil retenido por la policía a causa de la negligencia del hijo menor. Pablo vive una vida estancada, tranquila y aburrida, pues todo lo necesario está ahí. Poco queda por hacer para trascender: ¿hacer música electrónica, mirar las tormentas eléctricas o más bien tener relaciones sexuales? «No sé lo que quiero», dice Pablo.

¿Qué conserva comprar en el supermercado? ¿Pasar las vacaciones de verano en Brasil o en la piscina inflable en el jardín de la casa? ¿Ahogarse en el agua de una buena vez? Estancado, sin saber más, consolándose con hacer música y resistiéndose a la banalidad de la vida a través de la creación artística. Sólo un pequeño sentimiento de vergüenza le queda al hombre cuando se satisfacen sus necesidades básicas. El propio director Guillermo Rovira parece rebelarse contra el tedio del que son presos los personajes de LE BLU cuando apela a hacer cine y a la espontaneidad al hacerse éste siguiendo con la cámara la búsqueda de su protagonista perplejo.

Todo parece coherente en Le Blu: Pablo es y permanece párvulo, se quedan pequeños sus anhelos, le quedan grande las mujeres, la música post-rock enfatiza la sensación de monotonía, ofreciendo al mismo tiempo la única experiencia espiritual en una sala de ensayo improvisada adornada de iconos cristianos. Sólo la imagen que cuelga sobre la cama de Pablo –donde otros hogares católicos colgarían un crucifijo– da fe de sus aspiraciones mayores: es una imagen que muestra los Beatles como personajes de la película Yellow Submarine, viéndose uno de los cuatro tan tenue como aludiendo a su ausencia. Y Le Blu? Eso significa: «Lo primero que viene a la mente cuando escuchas esta pieza», dice Pablo.

Una película tan aburrida como la vida misma y tan necesaria para despertar del letargo a la clase media latinoamericana y reposicionarse como varón en un mundo que nos queda cada vez más grande.

Trailer de Le Blu, un largometraje de Guillermo Rovira, Argentina 2017.