A nadie se le puede escapar que las realezas europeas son, hoy día, reductos de las épocas en las que los nobles gobernaban e imponían su voluntad. Actualmente el papel de la sangre azul es meramente simbólico y protocolario, no tiene relevancia en la vida pública y política española más que en contadas ocasiones, como los discursos navideños que ponemos de fondo en las cenas familiares cada año, o en situaciones muy poco habituales y tremendamente extremas, como la reciente crisis catalana y la polémica del monarca con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

El Rey emitió un polémico discurso los días posteriores al referendo del 1 de octubre. Fue muy aplaudido por los unionistas y conservadores y muy criticado por la izquierda y los independentistas. En esos escasos minutos en televisión, Felipe VI atizó a todo lo relacionado con el independentismo, defendió la brutalidad de las fuerzas de seguridad del Estado y no tuvo ni una palabra para los heridos.

Se justificó el discurso argumentando que el Rey es el garante y guardián de la Constitución. La verdad es que ignoro hasta qué punto eso es cierto ya que tampoco es de lo que quiero hablar ahora, aunque en teoría el monarca no debía tomar parte en la vida política del país, por lo que ahí podría haber un primer punto de discordia. Pero, de nuevo, no pretendo hablar de eso.

La justificación de que Felipe VI debe defender la Constitución, en mi opinión, pierde valor y credibilidad por razones más importantes que meros tecnicismos; en España en los últimos años se han violado sistemáticamente multitud de artículos de la Constitución Española, particularmente algunos de los que afectan al pueblo llano; derecho a vivienda digna, a elegir empleo, a que el trabajo sea dignamente remunerado, a que los salarios sean iguales y no se discrimine por razones de género... y un largo etcétera. Y el monarca nunca salió a defender a los más débiles y, por ende, a defender la Constitución.

Esas son las razones por las que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quien se dio a conocer por ser activista antidesahucios, decidió no ir al besamanos previo al Mobile World Congress 2018, que tuvo lugar en la Ciudad Condal el pasado mes de febrero. Obviamente, Twitter, siempre la red del pájaro azul, era un hervidero de opiniones en todas direcciones. Recuerdo muy vivamente un tweet que reproducía una conversación ficticia entre el monarca y Colau; en ella, el Rey explicaba que tenía que defender la Constitución y la alcaldesa le empezaba a preguntar por algunos de los artículos mencionadas en el anterior párrafo, a lo que el monarca respondía con evasivas. Felipe VI cerraba esa imaginaria conversación diciendo «y ni me preguntes por el de la vivienda».

Llegados a este punto, conviene preguntarse por qué Felipe VI decidió dar la cara esta vez. Qué razones se daban en la crisis catalana que no se hubieran dado en los largos años que llevaban ocurriendo injusticias. Muchas de las cuales suponían violaciones directas de artículos de esa inamovible Constitución del 78.