En el texto precedente referí a los antecedentes históricos, culturales y sociales que marcaron la explotación bananera en Costa Rica desde finales del siglo XIX, reflexión considerada a partir del pensamiento y trabajo creativo de Joaquín Rodríguez del Paso (1961-2016) y Óscar Figueroa (1986). Para esta segunda parte se focalizan nuevas perspectivas artísticas, investigación y producción cultural como la huella dejada por la muestra Estrecho Dudoso, 2006, y la Décima Bienal de Arte Centroamericano, 2016, así como otras dimensiones quizás jocosas, lúdicas, críticas y/o valorativas del legado histórico que implica el tema bananero en el arte.

La Negociación

No pasa nada desapercibida la foto-mural titulada La Negociación (Estos chanchos también comen guineo), de Roberto Guerrero (1978), colección del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), expuesta en la muestra Vergüenza Ajena, 2015, curada por María José Chavarría. El artista –crítico travieso de la realidad actual, hace honor a su apellido de guerrero-, al retratar una camarilla de tecnócratas, políticos, economistas e intelectuales, quienes tras la careta porcina subvierten la imagen de la Última Cena de Leonardo Da Vinci. Delante de esta pieza uno se interroga ¿qué centra el espacio espiritual de la cena que Jesucristo tuvo con los discípulos antes de su muerte, y lo sacrílego de los cerdos, que en la Biblia son signo de alimento insano? Pues ese es, precisamente, el carácter incisivo y mordaz que cultiva Roberto, cuando el principal ingrediente alimenticio del pueblo son los “guineos” verdes (como se le llama en la jerga local al banano).

Pero hay algo más respecto a esta fruta tropical, y es su semejanza con el pene, lo cual enciende el erotismo y seducción, y de ahí la pertinencia de Guerrero como provocador del enfoque queer. En una entrevista que le practiqué para la muestra en ese museo, pregunté: «¿Por qué utilizas los racimos de bananos lo cual abre el discurso hacia otros territorios, por ejemplo, lo político y lo sexual?». Guerrero respondió:

«Los poderes, la autoridad de la Iglesia, del militarismo y el Estado son responsables de generar esos espacios normativos de los que hablamos. En la fotografía se presentan figuras del poder que reprimen lo mismo que ellos hacen o quieren hacer. Los personajes negocian entre ellos y con su propia sexualidad; pero los espectadores también lo hacen; ya que asocian los simbolismos en la imagen y generan el sentido del discurso: los chanchos (el poder corrupto y, a la vez, las nalgas), los bananos verdes o guineos (los penes), y la cena (la festividad, la comelona, la holgura, lo orgiástico).

Esta -metáfora de los cerdos y el banano-, abordaje político pero a la vez sexual, es un tema muy popular e irónico, se comprende como abrir las piernas al poder, recordándonos además los gobiernos del pasado cuando entregaron «su secreto» a la United Fruit Company (UFCO), y connota la pieza a las contradicciones sociales del hoy. La obra recién se expuso en otra gran exposición titulada Héroes o Monstruos, inaugurada en octubre 2017, curada por María José Monge para los Museos del Banco Central de Costa Rica.

¿Lo propio y lo ajeno?

En su muestra personal Propio y Ajeno, 2000, Sala 1 del MADC, Victoria Cabezas abordó la dicotomía de la banana como metáfora, calando con intenso pensamiento conceptual lo expuesto. Revisó una instalación que inicialmente produjo en Nueva York titulada El Jardín de las delicias, y, El banano emplumado, ambas percepciones fechadas en 1973, en las cuales aprecia la «tropicalidad» con símbolos que referencian la historia cercana de las expresiones visuales comentadas en la primera parte de este texto, pero además lúdicas sobre la connotación seductiva de la fruta; juguetea, en esta nueva percepción de la «serpiente emplumada», tan significativa para las culturas originarias de Mesoamérica, con el símbolo fálico, revistiendo un modelo inflable de la fruta con peluche y lentejuelas, para volverlo seductivo tanto como contradictorio, como lo son los tratamientos del asunto prehispánico dentro de los discursos de la (des)colonización que interesan al arte contemporáneo, pero sobre todo imprimiendo acción, actitud desestabilizadora de los paradigmas del comercio y las nuevas formas de penetración filibustera, imbricando las armas del pensamiento crítico-creativo.

Frozen Bananas

La pieza de Marco Guevara expuesta en la NO Bienal 2017, 10 Años de Controversia, curada por Yamil de la Paz García para el Centro Cultural Español y en C.R.A.C. ART, octubre del año anterior, (y que será tema para otra reflexión futura) en tanto evoca un proyecto político nacional que caldeó ánimos indómitos entre los sectores empresariales, patronales, institucionales, obrero-sindicales y estudiantiles universitarios, así como a los sectores ambientales, entre otros (des)encuentros que aún mantienen acaloradas resonancias y réplicas de incidencia política en el arte, como es esta propuesta, abrigando además recuerdos de lo que representó la explotación de esta fruta en la construcción de la identidad nacional sobretodo de la zona caribeña costarricense.

Potasio de Moisés Barrios 2017 en el MADC

En estas reflexiones no pueden quedar de lado las miradas a la producción del artista guatemalteco Moisés Barrios, mostrada en Potasio / Las consecuencias de la abundancia, MADC, 2017 -curada por Daniel Soto Morúa. Resulta esclarecedora en tanto que él es uno de los primeros artistas visuales del istmo en tocar en esta perspectiva crítica. Se recuerda sus pinturas al óleo en la MESÓTICA II Centroamérica regeneración, 1996, con el tema de Bananas Republic y las cubiertas de las principales revistas de artes y actualidad mundial. Los racimos de bananos enyesados atorados entre cuerdas, donde colgaban machetes y sillas pintadas de blanco representando quizás a quienes otrora detentaron el poder, arrojaron sombras sobre las paredes blancas del museo; sombras que detonan en un imaginario rememorativo de las adversidades vividas con la producción bananera en el istmo centroamericano; sombras de los métodos de explotación de aquellos recursos naturales, y de las antiguas políticas de contratación de trabajadores que motivaron la gran huelga bananera de 1934, motivando con ello el establecimiento en el país del Código de Trabajo en 1943, así como las relaciones de poder que la compañía norteamericana ejercía delante de los gobiernos retratados en la narrativa de Carlos Luis Fallas (Calufa) con su tan recordada Mamita Yunay, libro expuesto en la Sala II, entre otros documentos afines, con un conjunto de acuarelas pintadas por Barrios acerca del filme Bananas(1971) de Woody Allen.

Memoria latente

Pareciera inverosímil apreciar ese carácter de la memoria acerca de la penetración filibustera, con aquel ejercito costarricense conformado por «labriegos sencillos», enfrentada y derrotada en 1856 en la hacienda Santa Rosa, Guanacaste y finalmente en Rivas, Nicaragua, que llegara años después motivada por esas «nociones» de desarrollo del comercio y la economía al diversificar los negocios de Minor Keith y la Yunai, derribando las selvas caribeñas sin contemplación alguna, ante las raquíticas leyes del país que desprotegían esos templos de la naturaleza, tanto como explotando a los trabajadores. El patio trasero de los Estados Unidos, aún nos mantiene en vilo, aunque eleven muros utilizando renovados ardides mercantiles.

La evocación de la muestra de Barrios me sumió en otra remembranza, este caso con su pintura Ruinas del progreso 2000, (un muelle quizás de Puerto Barrios en el Pacífico guatemalteco, tratado en su participación en la X Bienal) donde un personaje observa a lo lejos un navío, que, por coincidencia me conectó a la estrofa de una canción de la referida novela de Calufa:

«Conozco un mar terrible y tenebroso
donde los barcos del placer no llegan».

(Fallas 1998, p.177).

Hay tanto silencio-activo en aquel océano que separa pero a la vez une, simboliza esas profundidades de las problemáticas sociales y económicas que representaron y aún representan las tensiones Norte-Sur (el patio trasero), o las pugnas en el eje Este-Oeste como la otrora Guerra fría la cual (dis)tensa «el da y quita de la UFCO» en palabras de Calufa, claros enfrentamientos políticos aún en estos tiempos. Un hombre que al mirar el barco ve irse o venir lo anhelado, delante de los dos versos de la canción «los barcos del placer no llegan», me dejo recordar las pinturas de una época de bonanza bananera, como también lo fue la producción o exportación cafetalera que vio crecer nuestra ciudad de San José con sus florecientes barrios y la construcción del Teatro Nacional, me mueve recordar una vez más la pintura de Joaquín Rodríguez del Paso, Tiempos Modernos, y otras obras que apuntalan el eje Noticias del Filibustero de Estrecho Dudoso, 2006 –muestra curada por Virginia Pérez Rattón y Tamara Díaz-Bringas-, la cual se registra como uno de los proyectos curatoriales de mayor visión y visibilidad en el continente, delante de nociones de bienales como la Documenta de Kassel, y la misma Venecia, que según las miradas puestas en sus últimas ediciones, su trascendencia pareciera decaer.

Entre estos referentes me preguntaba: ¿qué nos quiso decir Moisés Barrios a inicios de los dos mil con esos puertos abandonados, como también quedó abandonada la compañía bananera en el Caribe después de la huelga del treinta y cuatro; en el Pacífico Sur del país de los setentas; los andenes ferroviarios de la Northen en Puerto Limón de los noventas? ¿Cuál es el significado al hablar de las «ruinas del progreso», y evocar los programas de la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (AID), cuando de chiquillos, en plena Guerra Fría, nos embobaban dándonos «queso amarillo y leche» en las escuelas, pero al mismo tiempo clavaban el aguijón con literatura anti Cuba?

Nuevas aproximaciones: la Décima Bienal

Resuena el eco de «un mar terrible y tenebroso», en tanto representa el abismo, el mundo actual con sus distintas tramas de poder dispuestas en el ajedrez político, comercial o económico, lo cual vuelve a tensar el lienzo de las relaciones culturales y sociales entre los países, como esta Centro América, que separa mares de indiferencias delante de las nociones centrales, y que revivieron paradójicamente en la antigua sede de la UFCO en Puerto Limón, con la Décima Bienal de Arte Centroamericano (2016), de la cual Tamara Díaz fue directora general. Me viene en mente el recuerdo del edificio forrado en plástico azul de Figueroa (comentado en la primera parte con el intertexto de Aimar Arriola publicado en el blog Concreta), la participación entre otros de Banana Experience 3D, Moisés Barrios, Victoria Cabezas, Javier Calvo, Regina Galindo, Leonardo González, Antonio José Guzmán, Adrián Melis, Proyecto Monstruo, Marton Robinson, Unity is Submarine, Veinti3, quienes trajeron a la mesa de «negociación» del arte actual renovadas percepciones de discursos del ayer que tanto resuenan en estos tiempos actuales y que prometen luz para el arte de esta controvertida región que Pérez-Rattón llamara Estrecho Dudoso.

A manera de cierre

Las percepciones a lo bananero como tema, consenso entre los artistas más jóvenes, también dispara disensos en otros, quienes increpan que al adherir sus investigaciones a esta temática en particular, los haría entrar en un nocivo “status” de confort. Importante considerar que este tratamiento del arte en particular será siempre difícil para muchos; lo afirmaba la cubana Tania Brughera, decana de esta tendencia de fines e inicios de siglo: el arte político es incómodo para muchos; contradicción que podría ser tema a observar en futuros comentarios.

Como afirmé en la primera parte de este ensayo, los actos, hechos, expresiones, fortalezas e incluso debilidades son componentes estructurales de una sociedad que cohesiona para conformar su historia, apreciamos como una desavenencia social como fue la explotación bananera a inicios del siglo pasado se convierte un siglo después en desafío para los artistas visuales, forjando sus metodologías y pensamiento crítico-analítico. A pesar de tanta crisis actual, de problemáticas como la corrupción, las injusticias sociales, las tensiones externas en la territorialidad mundial, que tanto resquemor provoca a una sociedad actual diezmada ante el fenómeno de sociedades desesperanzadas, compungidas y a veces hasta intolerantes. Pero ha sido un buen resquicio en los altos muros que aún se nos anteponen para observarnos o auto-confrontarnos, y -como piedra en el zapato- recordar que somos humanos y poseemos memoria, pero también que debemos razonarla y escribirla.