El Cine Arte en blanco y negro es la abstracción de la realidad para entrar en el mundo del pensamiento.
El cine que me interesa y propongo que aspire a ser lo que la poesía es en el conjunto de la literatura.
Quienes nos dedicamos al rescate del cine como séptimo arte, debemos enfrentar la realidad de estos tiempos líquidos, con sus pros y sus contras, pero tenemos la gran ocasión de luchar por transformar los contras en nuevas oportunidades. Pero es necesario que todos nos sinceremos y pensemos, realmente, qué es lo mejor para todos y no solamente en los intereses personales.
Un tema recurrente en nuestros cineastas cuando se aproxima un nuevo periodo eleccionario, cada cuatro años, es sensibilizar a los políticos, para comprometerlos y que el Estado disponga de mayores recursos económicos para financiar sus aventuras cinematográficas. Suelen argumentar, y los políticos compran rápidamente el argumento, que el cine, como producto de exportación, atrae turistas y se transforma en un lucrativo negocio para el país, al ser usado como locación de producciones extranjeras.
Pero la realidad actual demuestra otra cosa. Las innegables bellezas naturales que hay en el país, tan diversas, como el desierto de Atacama, la cordillera de los Andes, la Patagonia, el extremo sur con sus enorme glaciales, la mítica isla de Pascua, entre otras locaciones, no son suficientes para contrarrestar los altos costos operativos que nuestra lejanía impone. El traslado de técnicos y actores, estos últimos, con salarios demasiado elevados y seguros de vida carísimos debido a nuestra lejanía.
Chile, como la mayoría de los países latinoamericanos y africanos, es considerado por los organismos internacionales como país en zona de riesgo. No deja de sorprenderme esta clasificación. Seguramente para los expertos europeos y norteamericanos Ucrania y Rusia están en nuestro continente. A Mr. Trump lo intentaron asesinar antes de asumir. En relación al conflicto entre Israel e Irán, habría que informarles a dichos expertos que al parecer están en Asia, por si no lo saben. ¿De qué zona de peligro nos hablan?
Es totalmente lógico que las productoras busquen bajar costos filmando donde les sea más conveniente. Esa es la razón que muchas producciones norteamericanas se filmen en Canadá o México. Otro aspecto, no menos importante, que las productoras tienen en cuenta son los subsidios. O sea, buscan países donde el Estado les devuelva más dinero por haber invertido con su producción en el país. Chile no se caracteriza por aquello. Los subsidios en nuestro país no son permanentes, y sus montos no seducen a las productoras extranjeras, tampoco a las nacionales. Esta realidad contradice completamente el argumento que esgrimen nuestros cineastas y productores.
Esta realidad la conoce muy bien el destacado director de cine nacional Andrés Wood, quien por estos días se encuentra filmando la serie Noticias de un secuestro en Colombia y no en Chile. La razón es vox populi: el país cafetero ofrece subsidios más favorables. Esta realidad se repite con otras producciones chilenas que se están realizando en Uruguay y República Dominicana. Países más pequeños que el nuestro, pero que ofrecen mejores condiciones para la producción en sus territorios. El argumento, que nuestro cine atraerá inversión al país, no resiste discusión.
Otro aspecto a tener muy presente en la producción del cine actual, son los criterios que hoy dominan el mercado mundial de la cinematografía, criterios impuestos por las grandes producciones hollywoodenses. Argumentos que provienen de la TV y que se han impuesto en el cine.
Criterios, que indican, que es la audiencia, la que finalmente elige el tipo de películas que desea ver. O sea, es el rating el que condiciona los contenidos. Las productoras hoy se focalizan en reproducir historias ya conocidas. Basadas en novelas exitosas, en personajes mundialmente famosos como protagonistas. También son tema recurrente acontecimientos que han impactado a nivel mundial, como asesinatos en serie, el robo del siglo, alguna gran catástrofe, naturalmente, no pueden faltar las guerras, o la vida de algún famoso deportista o artista que cae en desgracia. Estos temas mediáticos, de gran impacto mundial, abaratan costos a la producción ya que no necesitan invertir en campañas publicitarias para instalar en la opinión pública, el tema o el nombre del famoso protagonista.
Esta realidad, del refrito, del uso de la receta exitosa que impera, explica la casi totalidad de la desaparición, entre otras cosas, del llamado cine de autor, también llamado cine independiente, y del cine arte o social. Realidad que complica los intentos de algunos cineastas, por reinstalar nuevamente el cine, como séptimo arte.
La situación descrita perfectamente podría ser una metáfora de la realidad que impera hoy en la mayoría de las sociedades, en todo ámbito de cosas. Sociedades donde prevalece, principalmente, una escala de valores monetarios y no humanistas.
Pero, ¿en qué están, cómo actúan los protagonistas de este mundo cultural? La mayoría de ellos, caen en encendidas prédicas plagadas de consignas reivindicadoras que denuncian las desigualdades existentes. Pero uno observa sus obras y no encuentra allí representadas esas prédicas. Simplemente juegan con los valores impuestos por el mercado de las galerías, de los curadores, de supuestos expertos, que simplemente han dejado de lado, no tan solo el discurso, sino también a quienes debieran ser receptores de sus discursos. De esta manera, con la complacencia de muchos, continúan dejando en el absoluto abandono cultural a las nuevas generaciones.
Para retomar el camino correcto se necesita algo muy importante y no es otra cosa que cambiar la actitud con la que enfrentamos esta tarea. Debemos ser consecuentes con nuestra prédica. Debemos aprender que el camino por recorrer es más llevadero si lo hacemos acompañados. Cuando marchas solo vas más rápido, pero cuando marchas acompañado vas más lejos. Es necesario crear, sabiendo, que el arte es para todos, pero muy pocos lo saben.
Es primordial que los artistas entiendan de una vez que llegar a destino solo se logra si transitamos en armonía, apoyándonos entre todos, sin distingos odiosos que no hagan detener o ralentizar la marcha. No se trata de ser el único o el primero en llegar a la meta. Se trata de que juntos crucemos el mismo horizonte. No es necesario ser el primero para ser uno.
Más que competir entre nosotros, lo que necesitamos es compartir. En este mundo del cine es común oír, después de cada producción, sobre cuántos muertos quedaron en el camino. Gente que no recibió el pago acordado, promesas incumplidas, robos de ideas, ocultamiento de datos y contactos.
Por lo general, los productores y directores mienten y prometen todo, sin descaro, con tal de conseguir su objetivo, sea al costo que sea. Lo único que importa es sacar adelante su film. Sin importar las puertas que van dejando herméticamente cerradas, sus consecuencias, y los cadáveres.
Esta realidad me trae a la memoria algunos recuerdos de cuando llegué a Suecia, a fines de 1977. Rápidamente, se me hicieron propios códigos éticos y profesionales de esa moderna, democrática sociedad. Como el respeto de la diversidad, la liberación femenina bien entendida, el respeto del espacio del otro, su silencio, el respeto por el compromiso, el cumplimiento de lo prometido, la plena libertad de expresión, no solo en los medios, sino en el arte y en general. La nueva realidad que yo enfrentaba imponía exigencias que no imaginé que existieran en mi intento por ingresar a estudiar cine en el prestigioso Dramatiska Institutet. Mis documentos chilenos demostraron mi corta pero variada experiencia en el ramo. Todos mis papeles que la acreditaban estaban debidamente traducidos y certificados por la embajada sueca en Chile. Pero no eran suficientes. Solo podían ingresar quienes habían realizado al menos un film.
No tuve más alternativa que armarme de coraje y durante un típico invierno sueco, con menos cinco grados bajo cero, salí a realizar mi primer film, en la siempre bella ciudad vieja de Gamla Stan. Cambiemos el juego fue su título. Lo filmé en súper 8 milímetros, con banda de sonido magnético. Hoy, cuando han pasado más de cuarenta y cinco años, podré ver nuevamente el film gracias a la Cineteca Nacional que hará un transfer a digital.
Fue durante ese periodo de estudio que tuve la oportunidad de conocer al gran director alemán de cine documental, Peter Nestler, quien estaba radicado en Suecia y trabajaba en el canal TV2. Gracias a su amistad, fui invitado por su canal para viajar a Chile a entrevistar al ministro de la dictadura Rolf Lüders.
Pero ese viaje tenía otro objetivo más importante para mí. A los pocos días de haber realizado la entrevista y mientras los rollos de película de 16 milímetros viajaban en la valija diplomática sueca, llegó Peter a Santiago. Como productor ya había coordinado las filmaciones con el PIDEE y FASIC. Filmar clandestino en esos tiempos era un peligro no menor. Para filmar había que tener autorización del ministerio del interior. Corría el año 1982. Durante mis años previos a mi viaje a Suecia, mientras yo realizaba estudios de cine en el Instituto Norteamericano de Santiago, intentamos realizar un pequeño film, pero previamente debíamos entregar a las autoridades competentes el guion y las locaciones a usar con los detalles de los ángulos de cámara que usaríamos en las filmaciones en exterior.
Pese a haber cumplido con todas las exigencias fuimos detenidos por agentes de seguridad cuando filmábamos en una casona en Ñuñoa. Fue el nombre del Instituto que nos salvó. El film que realizamos con Peter se titula Así golpea la represión, Hur förtrycket slår. Film que la TV sueca exhibió en horario prime. Finalmente, ganó el premio Fipreci, en el Festival de Oberhausen, en Alemania Federal, en 1983.
Cuando digo que soy partidario de un movimiento cinematográfico donde no se compita y si se comparta, lo digo pensando también en cuando regresamos con Peter Nestler a Suecia y se inició la postproducción del film. Peter me dijo que, debido a mi gran involucramiento en la filmación, él consideraba que en la ficha técnica del film mi nombre debía figurar junto al suyo como codirector. Una actitud, una ética, un reconocimiento, un respeto inimaginable en nuestro país. Pero si era concordante con todo lo que me estaba ofreciendo, enseñando ese país. País del cual poseo su nacionalidad y mi única hija.
Este hecho me catapultó mentalmente a una especie de túnel del tiempo al futuro. Hasta ese momento, mi intención, era formarme como director de fotografía cinematográfica y después de acumular larga experiencia, probar suerte como director de cine. Pero como dice la canción de Blades: la vida te da sorpresas… sorpresas te da la vida, ay Dios. A esto se sumó el premio obtenido en Alemania. No tuve más remedio que asumir, creerme el cuento y dármelas de inmediato de director. Al año siguiente, en 1983, volví nuevamente a Chile, esta vez viajé solo. Esta vez para filmar clandestino, Rebelión Ahora. Film que ganó premios en el festival de cine de Taskent, en la ex Unión Soviética, también en el festival de Leipzig, en la ex Alemania Democrática, y en el festival Karlovy Vary, en la ex Checoslovaquia.
La globalización ha exacerbado el individualismo, hoy la búsqueda de los jóvenes por inventarse y ser autores de su propia identidad, trae como consecuencia, la soledad, el aislamiento. Una búsqueda tratando de diferenciarse de los demás. De esta manera estamos saturados de grupos, de nichos, de grupos donde todos cocinan su propia verdad, verdad que intentan imponer a los demás. Esto trae, violencia, agresividad, desorden, hace desaparecer o complejiza aún más la posibilidad de resolver los problemas más esenciales que nos perturban como sociedad.
El presente líquido que estamos viviendo indica que es tarea de cada uno encontrar la fórmula de creación autogestionada, que nos permita producir un cine, y arte en general, que sea realmente un aporte a la reflexión. Un arte que cuestione, que haga preguntas, que abra nuestra mente, que emocione con valores y no con horrores. Un arte que se focalice en nuestro país a través de una interacción con nuestro espectador, que dialogue con él, que lo asuma como un protagonista más de la obra. Arte que se convierta en una invitación al público para ser parte de una especie de jam sesión audiovisual, donde juntos participen en un emprendimiento creativo, buscando puntos en común que fortalezcan nuestra identidad y de esta manera ser capaces de generar un movimiento cultural nacional, que nos potencie como individuo y como nación. Solo así adquiere sentido, salir a mostrar nuestro arte al mundo, y ser parte de esta gran aldea global.