«Las imperfecciones de los seres humanos comienzan cuando no se les enseña a diferenciar el bien y el mal».

Desde los 4 o 5 años de edad, cuando andaba en el bus con su padre, leía letreros y anuncios de cantinas, restaurantes y tiendas. A esa edad dominaba con precisión el abecedario; además, sabía sumar, dividir, restar y multiplicar… todo con la ayuda de su padre.

Antes de cumplir sus 6 años, ya recorría las páginas de Billiken, una revista infantil argentina, probablemente una de las más antiguas de habla hispana. Entre sus lecturas figuraba también la revista Selecciones, que era lo que tenía más al alcance. Leía bastante bien el periódico, porque su padre recibía la Prensa Libre en las tardes; su punto de atracción en aquel impreso definitivamente eran las tiras cómicas.

Más adelante, alrededor de sus 8 años de edad, empezó la lectura de los libros de su papá, entre ellos uno de Emilio Salgari, sobre piratas; también tenía unos libros de Alejandro Dumas, Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, así como otras obras de ese autor. Aquellas historias “trasladaban” al pequeño a Francia, a la Corte de los Reyes o a escenas donde los piratas asaltaban barcos en Asia.

Aquel curioso lector era el entonces niño Juan Jaramillo Antillón, quien se convertiría en una destacada figura de la Medicina y la Salud en Costa Rica; incansable escritor de artículos, ensayos y libros sobre Medicina, Cultura y diferentes campos del saber humano. Durante su carrera ha sido acreedor de numerosos premios y distinciones nacionales e internacionales por su labor como profesional médico, la enseñanza universitaria y en el campo de la Cultura. Entre los galardones destacan el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría 1992 por su libro La aventura humana; el “IMEC – Distinguished Service Award”, otorgado por el Internacional Health Medical Education Consortium, por su labor de divulgación oral y escrita para mejorar la calidad en la educación médica y el Premio Áncora en Ciencia, de La Nación, en 2002.

«Me defino como un estudioso de la vida; ando todo el tiempo investigando y aprendiendo, porque uno nunca termina de aprender. Cuando converso con un peón, con un electricista, con un intelectual, con algún colega, con un economista, siempre aprendo; aprendo todo el tiempo, poquitas cosas, porque esa es la forma en la que uno puede combatir la falta de conocimiento que uno tiene en la vida», afirmó el médico retirado, quien ejerció diferentes cargos públicos e incluso estuvo al frente del Ministerio de Salud (1982-1986).

Jaramillo es hoy Premio Nacional de Cultura Magón 2016, galardón que otorga el Ministerio de Cultura y Juventud y que constituye un reconocimiento a aquella trayectoria cultural de toda una vida, sin discriminación de formatos, géneros, estilos o áreas de desempeño disciplinario u otras similares. Precisamente, el jurado del Magón 2016 afirmó en su falló que Jaramillo es «un pensador que ha construido su reflexión humanística a partir de la ciencia. Su trabajo multifacético, visionario y comprometido se plasma en múltiples publicaciones, tanto de carácter técnico, como de naturaleza divulgativa y educativa».

El fallo enfatiza además que «en un momento histórico en el que los valores humanos esenciales se ven erosionados, la obra de Jaramillo aporta en la construcción de valores como la equidad, la igualdad, la tolerancia y la multiculturalidad».

Jaramillo reconoce que uno de los grandes amores de su vida es la lectura, la cual ha sido su compañera durante muchas enfermedades e incapacidades que ha tenido: «la lectura ha sido apasionante y una forma de cultivarme, entretenerme y transportarme a otros mundos», comentó.

Justamente la lectura le ayudó a comprender con claridad que «las mujeres tienen todas cualidades para ser iguales y superiores a los hombres». Además, mediante sus investigaciones y lecturas logró identificar a dos importantes personajes que admira con todo su ser: Nelson Mandela y Marie Curie.

En conversación con la Oficina de Prensa y Comunicación del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), Jaramillo abordó diferentes aspectos de su vida y su carrera como médico y escritor. A continuación un extracto de la entrevista:

¿Cómo se define Juan Jaramillo?

Me catalogo como una persona normal, pero tremendamente esforzada. Lo poco que tengo y que he logrado se basa en que trabajo. La gente no entiende que el trabajo dignifica a las personas, en este país y en el resto del mundo, porque todos los días lo veo en las noticias internacionales, el montón de pillos que existen en la política; el mismo sinvergüenza que hay allá, hay aquí.

El problema es que muchas personas entran a los puestos a servirse y no a servir. Mi papá me enseñó un día, cuando yo empezaba a trabajar en el servicio social y me iba a Limón, me dijo: «Juan, no se te olvide que el trabajo hay que hacerlo no solo bien porque es una obligación, sino con honestidad, porque el trabajo dignifica a la persona». Las personas no valoran la importancia del trabajo porque creen que lo tienen nada más para obtener el dinero para sobrevivir y en realidad el trabajo es lo que más caracteriza a las personas cuando lo hacen con calidad, con honestidad y absoluta dedicación. De ahí traje siempre una tremenda costumbre de trabajar mucho y lo mejor posible. ¿Me equivoqué? Sí, algunas veces, pero siempre traté de hacer lo mejor posible.

Desde pequeño ya experimentaba el encanto por la lectura. ¿Qué obras recuerda que tuvo el placer de disfrutar en su época de juventud?

De manera formal comencé la lectura con Julio Verne, que me apasionaba. Alrededor de mis 10 u 11 años de edad, tuve oportunidad de leer a Napoleón, Alejandro Magno y hasta a Hitler. ¡Me tenía muy asustado porque ese alemán estaba conquistando Europa, alrededor de 1941-1942!

Después, continué con una serie de libros que definieron mi afición por las biografías sobre historia y filosofía; todo eso antes de empezar a estudiar Medicina.

Nunca se me olvida que en bachillerato vimos Don Quijote de la Mancha. No lo entendí; me parecía que era solamente un libro de caballería muy tonto, ahora es mi libro favorito, pero creo que uno lo debe leer cuando es adulto, cuando es una persona que puede reconocer todas las grandes cualidades del libro.

Otros libros que me impresionaron mucho fueron todos los dramas de Shakespeare, porque el escritor costarricense Joaquín Gutiérrez había trasladado al español Hamlet y Otelo, y yo las leía; aparte de Cocorí, que tanto le critican. Hay que ubicar cada lectura y cada persona en su tiempo; no venir ahora a hacer críticas.

Quisiera señalar que mi familia, mi papá y mi mamá, no eran grandes lectores; ellos leían el periódico, revistas y Selecciones de la época, pero creo que eso es genético, porque yo no podía dejar de leer; no podía dormirme si no leía una parte de un libro, alguna charla o conferencia que tenía que dar de Medicina. A veces me acostaba a la 1 de la mañana para levantarme a las 5 de la madrugada, a estudiar y trabajar.

¿Cuál considera como su legado a la sociedad?

Dejo cuatro herencias al país: mis hijos y mis nietos que son muy buenas personas; la herencia social, que son los cientos de médicos y cirujanos que formé, sobre todo muchos cirujanos que son o fueron jefes de servicio, jefes de sección, directores de hospital e incluso gerentes del Seguro Social. A todos ellos les metí en la cabeza que nosotros los médicos teníamos que humanizarnos para brindar una medicina acorde con las necesidades del paciente y no acorde con las necesidades del médico; hay que ser misericordioso, bien preparado y honesto. A mí gusto, la Medicina es la profesión más importante del mundo, y la única que atiende a las personas antes de nacer, durante su vida, y después de que muere.

La tercera es el montón de cientos de vidas que salvé con mis operaciones, dejando de lado los fracasos que tuve en los que participó mucho el azar y en segundo lugar algunas fallas que cometí. Les explicaba a mis cirujanos y asistentes que los mejores médicos que conocí en México, Argentina, Estados Unidos, Europa y Costa Rica, no eran los que no se equivocaban, sino los que se equivocaban menos y eso existe en todas las profesiones; no hay nadie perfecto porque el ser humano es tremendamente imperfecto.

La última herencia es en el aspecto intelectual, que son los 35 libros que he publicado modestamente, y que tal vez han servido; los cientos de publicaciones en revistas y en periódicos, no solo de Medicina sino de todo tipo y además, los cientos de conferencias que di en el país y afuera, sobre Medicina, en el campo social, Seguridad Social y Salud.

Como cirujano, en múltiples ocasiones luchó por alcanzar la sanación del enfermo. ¿Podría compararse ese ejercicio con lo que su obra literaria busca hacer con la sociedad?

Sí, definitivamente. Publiqué una autobiografía mía, donde explico cómo me hice médico. Yo no quería ser médico, aborrecía la sangre; cuando iba en pandillas y me golpeaban y me salía sangre, perdía el conocimiento, no soportaba la sangre.

Quise estudiar Arquitectura, pero en el país no daban la carrera. Fui a la Embajada de Canadá, que en aquel tiempo daba becas; me fue muy bien en el examen escrito pero me fue mal en la prueba oral; yo no sabía que ya tenía defectos auditivos y me costaba mucho entender los idiomas –actualmente Jaramillo sufre deficiencia auditiva, la cual le inició gradualmente a los 30 años de edad-.

Un amigo que estudiaba en México, Gonzalo Vargas Chacón, que fue el Jefe de Oncología del Hospital San Juan de Dios por 30 años, me dijo que me fuera para allá y que él me daba campo en el apartamento. Entonces mis papás, haciendo un tremendo esfuerzo, porque no eran personas ricas, me dieron la mitad de su salario para irme a estudiar Medicina a México.

A los tres meses llamé a mi papá y le dije que no aguantaba, que no sabía de Medicina, que no entendía y que era muy difícil. Él me dijo «Mire, hijo mío, en la vida hay que saber hacer las cosas; usted nos está costando mucho dinero y esfuerzo a nosotros, entonces su obligación es poner el máximo esfuerzo por superar los problemas que existen en alcanzar una profesión. Si cuando termine el año, usted fracasa y se quiere venir para Costa Rica, lo hace, pero le quedan nueve meses ahí. Mátese, estudie, esfuércese al máximo, y si usted lo hace así y fracasa, no importa, se viene para acá». Terminé sacando mención honorifica en el primer año y desde entonces, cuando empecé a ver pacientes, me enamoré de la profesión.

Siempre he tenido el espíritu de no dejarme vencer por los obstáculos que tuviera en la vida, y parecía que sabía que iba a tenerlos, porque me han operado once veces; siete han sido operaciones en las que estaba en juego mi vida, pero las superé.

Creo que el [Premio] Magón inspira a las personas a superarse también; ojalá que lo merezca también gente joven, para que tengan más tiempo de producir.

Usted mencionó en una entrevista la importancia de enseñar valores a la juventud mediante

el ejemplo, sin embargo vivimos en una sociedad en que la violencia, intolerancia, racismo, entre muchos otros antivalores son noticia cada día. ¿Cómo trabajar entonces con esas nuevas generaciones?

Somos tremendamente imperfectos, pero las imperfecciones de los seres humanos comienzan cuando no se les enseña a diferenciar el bien y el mal. Cuando no se les enseña a respetar a los mayores, cuando no se les enseña que deben estudiar para poder superarse y que cuando ya consigan un trabajo, que lo hagan bien; es decir, que vayan a trabajar para ayudar y no vayan a que el trabajo sea una oportunidad para enriquecerse o favorecerse.

Una de las cosas más importantes de la vida es enseñarles a los niños la tolerancia. La tolerancia no solo es: uno es blanco y otro es negro, uno es rico y otro pobre, uno es inteligente y otro no; sino que debemos ayudarnos entre nosotros cuando hay quienes tienen menos oportunidades o porque son indefensos por alguna enfermedad o que no son tan capaces desde el punto de vista intelectual.

Los niños, niñas y jóvenes deben aprender a ser tolerantes; si enseñamos el valor de la tolerancia podemos vencer hasta la pobreza, porque entonces nos haría solidarios con la sociedad. La solidaridad es esencial; así como la equidad y la tolerancia; deben ser fundamentos de la sociedad y del Gobierno. Todo se aprende desde niño y joven.

La niñez y la juventud son el futuro próximo de la sociedad: ¿qué considera necesario para construir un mejor futuro?

En mi tiempo yo quería tener diez hijos, pero solo tuvimos cuatro hijos; queríamos tener una familia grande. En China, debido a la desproporción de crecimiento demográfico querían tener solo un hijo. Ahora las sociedades son de un solo hijo, lo cual es un problema muy grande, porque con un solo hijo será imposible en el futuro sostener la Seguridad Social y la Educación, porque la producción depende de una masa muy grande de personas. Para que esto funcione, debe haber cinco personas trabajando para que una persona se pensione adecuadamente.

Por otra parte, aquí en Costa Rica hay abusos monstruosos; en un país en vías de desarrollo no podemos tener personas con pensiones de países ricos; entonces, tenemos que educar a los padres para que tengan si es posible más de un hijo. Además, deben educar bien a esos hijos en la tolerancia y la equidad y que sean solidarios. Además, que dejen de depender de sus teléfonos inteligentes porque estamos creando una sociedad falsa; necesitamos una sociedad personal; sin embargo, al parecer para el futuro esta sociedad virtual está penetrando la industria en todos sus niveles y está eliminando una amplia cantidad de fuentes de trabajo, lo cual será un problema muy serio, y no habrá suficiente dinero para pensionar a esas personas. Debemos preparar a la sociedad para los cambios que se acercan. La cosa más importante del mundo la entendieron los países escandinavos y es que el capital humano es el más importante del mundo, porque son las personas las que desarrollan un país; entre mejor sea la calidad humana de esas personas, mejor van a ser las actividades que desarrollan. El Gobierno debe invertir en el capital humano, para lo que hay dos elementos esenciales: darle salud y educación a la población, para lo cual se deben hacer una serie de sacrificios para equilibrar la economía y lograr tener esas oportunidades.

¿Cómo fue el momento en que se enteró que había resultado ganador del Magón 2016?

Fue muy placentero y una tremenda sorpresa. La que se enteró fue Chayito, mi asistente. Estábamos desayunando, a las 7:30 de la mañana, cuando llamaron del MCJ, que la ministra Durán me quería hablar para anunciarme que yo había ganado el Premio Magón 2016, entonces le dije a Chayito: «¡Dígale que no me den bromas; que no me vacilen!».

Cuando me enteré realmente que había ganado el Magón fue una tremenda sorpresa, muy agradable, y un honor; durante cuatro años me habían propuesto algunas personas. Le doy las gracias a Dios y al destino porque a esta edad de 81 años, que me llamen para otorgarme el Premio Magón no es solo una sorpresa, sino que una oportunidad única. Al reconocer que un médico puede ser además un intelectual y ayudar con su formación cultural al progreso de mucha gente en el país, le da la oportunidad a los médicos y al Colegio de Médicos para mejorar.

Uno en la vida no puede conocer a las personas si solamente conoce la profesión médica; las personas están llenas y rodeadas de una serie de problemas propios, no solo médicos, sino de su vida, su moralidad, espiritualidad, su manera de ser, que solo un médico con una cultura un poquito superior puede llegar a comprender bien.

Fui amigo de todos mis pacientes y si alguno dice que no es cierto, me sentiría mal, me darían muchas ganas de llorar, porque lo primero que ellos agradecían era la amistad, conocerlos, conocer su vida y que luego me dijeran cuáles eran sus problemas de salud y sus molestias. Siempre fui primero amigo, y después médico, y no al revés.

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Convencido de que para ser feliz no se necesita tener dinero ni riquezas, ni siquiera comodidades; sino que la felicidad está en dar y recibir, este médico y escritor trabaja actualmente en escribir las página de su libro número 36, el cual cataloga como «el más importante de todos», bajo el título Los límites del ser humano, en el que expone que «el ser humano se está sintiendo como Dios, cree que es Dios porque está dando vida por medio de la fertilización in vitro, trasplantes de órganos y clonación de animales; pero el humano no es Dios. Este libro enseña de dónde viene el ser humano, qué es él, por qué hay seres humanos que no son humanos y parecen más animales que personas en muchos sentidos», explicó el autor.

Por último, pero no menos importante, cabe resaltar que la trayectoria y el éxito de Juan Jaramillo está marcado por su mano derecha, su esposa Mabel, quien le ha acompañado toda la vida. «Ha sido mi compañera, ha sido mi apoyo cuando he estado enfermo y ha sido mi consejera; en fin, le debo a ella todo lo que soy. Pobrecita, soportar más de 64 años a un hombre como yo; debe ser muy difícil», concluyó el Magón 2016.