Una de las preocupaciones de los padres es cuando los hijos dejan de respetarlos, desobedeciendo sus palabras, e incluso enfrentándolos.

Algo que, a pesar de no ser nuevo, parece que cada vez se dan más casos, o al menos así lo refleja la prensa.

Cuando esta violencia se ejercer dentro del hogar se denomina violencia doméstica, siendo las víctimas el padre, la madre o algún hermano.

Basado en los datos provenientes del I.N.E. (Instituto Nacional de Estadística) de España, sobre violencia doméstica y violencia de género desde el 2011 hasta el 2015, de las denuncias en donde la víctima y el agresor tienen una relación paterno filiales, que supone en el 2013 el 64,1% del total, el 29,0% han sido las madres y el 12,3% han sido los padres las víctimas a manos de sus hijos, lo que supone que los progenitores sufren el 41,3% de todas las denuncias sobre violencia doméstica.

Situación que se mantuvo casi igual, con una ligera caída en el 2015, es decir supone el 65,1% del total, de las cuales el 28,7% han sido las madres y el 11,1% han sido los padres las víctimas a manos de sus hijos, lo que implica que los progenitores sufren el 39,8% de todas las denuncias sobre violencia doméstica.

Desde la psicología se trata de dar respuesta a esta problemática desde dos perspectivas.

La primera desde el menor, analizando las posibles causas de esa violencia y cómo intervenir para que el menor aprenda a dar salida a sus sentimientos de forma ordenada.

Con respecto al primer punto, las causas, muchos estudios señalan la influencia “del otro” en estas conductas, es decir, mediante el aprendizaje vicario, se observa a los demás actuar y se actúa de la misma forma. La televisión y los videojuegos tan extendidos en la actualidad tienen un papel predominante en mostrar conductas violentas, sin que además se reciba ningún castigo por ello, llegándolo a ver como “normal” o “gracioso” el agredir a otros.

Hay que tener en cuenta que esta violencia se puede expresar tanto de forma directa, como indirecta, por ejemplo, en el caso de ciberacoso, situación que se está extendiendo sobre todo en los colegios, debido a la impunidad que supone Internet.

Con respecto a la intervención los esfuerzos se realizan desde la orientación más conductual, tratando de frenar esos impulsos agresivos, previo a poder trabajar de con los pensamientos, mediante la reestructuración de pensamientos.

La segunda aproximación de la psicología es con respecto a la víctima, la cual puede ser el padre o la madre, que sufren la falta de cariño, respeto e incluso violencia del menor. Trabajar la autoestima es fundamental en estos casos, enseñándoles hasta qué punto son responsables o no de los actos de sus hijos, y a cómo poner límites sobre sus conductas.

Una intervención conjunta, que se hace más difícil cuanto más pronto aparezcan los primeros síntomas de esta violencia.

Lo mejor y más recomendable es que si el menor empieza a “molestar” con faltas de respeto, y antes que eso se convierta en violencia directa o indirecta, acudir a un profesional.

En este caso es mejor ser precavidos, y acudir cuanto antes, pues sino la eficacia de la terapia se reduce considerablemente.

Si ya se sufre violencia en casa, hay que tener en cuenta que la situación sólo va a empeorar con el tiempo, y que si no se “frena” y se solicita ayuda no se va a poder solucionar.

Una situación, tal y como se señalaba al inicio, que preocupa cada vez a más padres y madres, los cuales ven cómo el menor les contesta de mala forma, no les escucha y desobedece, no respetándolo.

La buena noticia, dentro del problema que supone, es que hay solución si se detecta e interviene a tiempo.