Si hay algo que diferencia a las madres de la próxima generación es el grado de independencia que han logrado con respecto a sus antecesoras. Las mujeres de la sociedad actual cuentan con un alto grado de formación y la mayoría de ellas prefiere postergar la maternidad a pasados los treinta.

En España, en 2015, la tasa de natalidad (número de nacimientos por cada mil habitantes en un año) fue del 8,99% y el índice de fecundidad (número medio de hijos por mujer) de 1,33. España tiene una natalidad muy baja, en 2015 fue el país número 182 en Tasa de Natalidad y el 181 en Índice de Fecundidad de los 192 países publicados por DatosMacro.com. Esto supone que la pirámide de población no sea muy estable y que en unos años nos veamos con una gran mayoría de población que supere los cincuenta años.

Esto se debe sobre todo a que cada vez son más las personas que prefieren tener hijos a edades más maduras que hace unos años. El hecho de que las mujeres formen parte ya del mundo laboral, a diferencia de hace unas décadas, o el deseo de vivir nuevas experiencias antes de la paternidad llevan a que la edad de tener hijos se sitúe en pasados los treinta y cinco años. Sin embargo, y a pesar de lo que se pueda pensar, no sólo el ámbito laboral influye a la hora de tomar esta decisión.

Una gran mayoría de las mujeres no retrasa la maternidad en afán de tener una mayor estabilidad laboral y económica, sino que lo que de verdad influye a la hora de tomar esta decisión es el hecho de encontrar una pareja adecuada. Según aseguran la mayoría de los estudios, los matrimonios contraídos entre los treinta y treinta y cuatro años tienen un menor riesgo de acabar en divorcio, y si bien es cierto que no todo el mundo piensa en matrimonio, esa es la edad que se considera que podemos encontrar al que sea el padre o madre de nuestros hijos, una edad que a nivel biológico es tardía para la procreación.

A partir de los treinta y cinco años los óvulos de la mujer empiezan a disminuir en cantidad y en calidad, es por eso que a esa edad el tener un hijo sea más complicado y lleva a que la mayoría de las mujeres tengan sólo uno. Esta es una de las razones que han llevado a muchas mujeres a decantarse por congelar sus óvulos cuando están en edades más fértiles como la veintena, para poder tener hijos más tarde sin tener que estar sometidas a lo que se ha llamado siempre “reloj biológico”. El proceso de congelación (o vitrificación) consiste en estimular los ovarios, a través de una inyección diaria de hormonas. A esto se le llama ovulación múltiple. Luego de ello los óvulos se aspiran y se congelan.

Sin embargo, este procedimiento no está exento de polémica porque abre la puerta a cuestiones sobre cuál es la edad adecuada para tener hijo o si de verdad es necesario que una mujer sea madre. Son muchas las mujeres que deciden no tener hijos y sin embargo se enfrentan al juicio de la sociedad, una cuestión a la que nunca se ve sometido ningún hombre que decida no ser padre. No hace mucho tiempo la actriz estadounidense Jennifer Aniston se vio sometida, como tantas otras veces, al escrutinio de la prensa rosa por un supuesto embarazo. La que fuera ‘Rachel’ en la serie Friends publicó un comunicado en el que manifestaba estar “harta” de la presión social que sufren las mujeres y hacia el hecho de que parece que una mujer no está completa ni realizada sino tiene hijos.

La decisión de ser padres es algo que tiene que depender de cada persona y es bueno que cada uno decida en qué momento de su vida está preparado para asumir esta responsabilidad, aunque todos los expertos concuerdan en que no es bueno dejarse llevar por la presión social, por el miedo a la soledad o como una solución a los problemas de pareja. Ser madre o padre es una opción y en ningún momento tiene que ser una obligación o una meta. Que una persona decida no tener hijos no supone que no se realizará como persona.