Por si no fuera suficiente concebir que los dónuts realmente se llaman doughnuts (denominación inglesa), desde hace poco más de tres años convivimos también con los cronuts, que aparecieron en el mundo del dulce para revolucionarlo.

Pero… ¿Dónde quedaron las berlinas de toda la vida? Pues estas rosquillas que podían estar glaseadas con colores, rellenas de mermelada o cubiertas de confeti, han pasado a la historia y han sido desbancadas por esta novedad.

La creación vino de la mano de Dominique Ansel, un pastelero francés de gran prestigio. La idea surgió de aunar su gastronomía nacional junto con los hábitos alimenticios (y la correspondiente gula) de sus vecinos de Nueva York, ya que su negocio estaba ubicado en el mismísimo barrio del Soho. El lanzamiento fue en mayo del año 2013 y tanto fue su éxito de ventas que el propio autor decidió escribir un libro donde explicaba la receta oficial. En él, se detalla que los cronuts se preparan con la masa de los croissants (que anteriormente ha sido fermentada) y se fríen en forma de láminas para luego azucarar y/o rellenar de varios sabores. Su aspecto físico es como el del dónut, pues también son redondos con un agujero central.

Tras alcanzar la fama en la Gran Manzana, aterrizaron en España con algunas dificultades. Obtuvieron varias críticas (y no precisamente constructivas) debido a su alto contenido en grasas que pone en peligro la salud de aquellos gourmets que se aficionen a su azúcar.

Para evitar esto, las pastelerías de Barcelona (ciudad pionera) se plantearon realizar una versión light en la que en lugar de freír la pasta, la hornearía. El sabor se mantendría totalmente igual.

Para los golosos, y a su vez curiosos, indicamos que los cronuts también han llegado a la capital y que se pueden adquirir en las siguientes pastelerías:

  • Santa Gloria, en la calle Velázquez 136
  • Vait, en la calle Arturo Soria 126
  • Pareli, en la calle Juan Bravo 42

Su precio dista mucho del americano, ya que aquí es aproximadamente de 3 euros, mientras que en EE.UU. es de unos 5. Dicho precio fue tan elevado con el objetivo de que el producto fuera algo exclusivo que no pudiera permitirse todo el mundo. De esta forma se asegurarían su éxito, pues el mismo día que salieron al mercado, las calles de Nueva York estaban repletas de gente haciendo cola desde las 6 de la mañana para ser los primeros en probarlos.

Sin embargo, este aplastante triunfo no ha sido consolidado en España debido a que nuestra gastronomía no acepta esta bollería industrial de la misma manera en la que lo hacen los norteamericanos. Nuestros principios alimenticios han ganado la batalla a las grasas. No obstante, siempre habrá algún glotón deseando probar este exquisito y peligroso manjar llamado cronut.