Arribando a la ciudad de Paraná en la Capital de la provincia de Entre Ríos, se encuentra el mercado distribuye y que concentra frutas y verduras, ”Los Charrúas” en honor a un pueblo originario.
Lo que en sus inicios fue un viejo frigorífico ahora es un centro de depósito de frutas y verduras provenientes de muchas provincias y funciona con algún tipo de participación municipal. Un centro distribuidor de alimentos como yo lo llamo.
Todavía hay gente que tiene vocación por la tierra y su transformación en alimentos, personas de muchos lados se conglomeran ahí para después redistribuir a cambio de dinero el alimento, quedándose los comerciantes con parte de la ganancia.
¡Tanta comida y tanta hambre a veces!, pues no es lo mismo la comida servida en un plato y en la mesa. Vehículos repletos, ¿los mueve solo el espíritu del excedente? o realmente es su deseo que lleguen los alimentos a los hogares. Personas tan respetuosas y tan educadas, ¿será que los alimentos son manipulados usualmente por gente de una extrema nobleza?
Vi diferentes tipos de peras, provenientes de otras provincias, ellos mandan peras y por aquí hacen cereales, de esos que se intercambian por el mundo, desafortunadamente el camino estaba rodeado de amarillos intensos, que augura una clara sequía.
Es increíble como en el mundo entero se comercia, y se intercambian todo tipo de alimentos.
La Argentina es un país muy vasto, y en el mercado concentrador de frutas y verduras encontramos producción netamente nacional, a excepción de las bananas que son siempre ecuatorianas, como marca registrada.
Algunos de los comerciantes comunicaban que le resultaba más caro quedarse, pero no podían rechazar la producción anual de los productores de cítricos, seguramente de la zona de Concordia. Había bolsas repletas de papas y cebollas, cajones llenos de ciruelas y duraznos, e individuos que gentilmente ofrecían las mejores opciones, aunque los compradores algunos bastantes exquisitos se ponían exigentes con las formas y los colores, parece que la gente se tienta y decide gastar una mayor parte de sus ingresos en alimentos, si encuentran en ellos texturas, y colores especiales.
El sector de los alimentos, es el sector que nunca frena, es el más necesario para la humanidad, países hacen guerras para conseguir alimentos, y otros inclusive intercambian su petróleo por ellos.
¿En que radica la vocación para producirlos?,¿ y para comerciarlos?, es un cuestionamiento que me hago de manera permanente, ¿es algo innato?, ¿algo adquirido del entorno familiar?, se puede tener vocación de producción sin ser propietarios de las tierras, no es una condición excluyente.
Darle una connotación positiva a la producción resulta esencial, pues es lo que nos sostiene, en otros momentos de la historia la producción fue condenada, frente a enfrentamientos políticos de frentes internos y fuego cruzado, ¡cuánto insulto para el noble productor!, cuya generación ¿qué puede saber de las reparticiones con anterioridad de las tierras en la época de colonia?
Se veía tan jugosos los tomates, tan perfectos, y lo más sorprendente era la habilidad de los obreros para manipular los cajones, muchos posicionados en grandes carros que eran manejados a velocidades irascibles y de una eficiencia, marcada por el horario de la comida.
Me sorprende la capacidad de comunicación entre las personas, su expresividad, ¡cómo aún existe la presencialidad! La que muchos intentaron erradicar, como que circular estuviera prohibido, aún hay gente que se conglomera, pareciera hasta clandestinamente para vincularse; temores aún existen, resabios de la pandemia, el retorno a la espacialidad requiere de un trabajo psicológico intenso, de apoderarse nuevamente de ellos.
Durante esa época los productores fueron los únicos que siguieron, sin detenerse, trabajando y habilitándose para producir. ¿Ustedes creen que algunos dudaran un segundo en seguir produciendo?, muchos los acompañamos, aunque sea con los deseos para que la producción se sostuviera en beneficio de todos los integrantes de la comunidad que la necesitan, que la requieren para subsistencia.
Una vez más apelo, través de la literatura, o los artículos periodísticos a resaltar y ensalzar la producción agrícola, en todas sus diversas formas y niveles, para dejar de creer que la sociedad solo se constituye en la superestructura, revalorizar la producción nos lleva también en pensar en la necesidad de integrar a todos en los circuitos económicos para que todos puedan direccionar la vocación con la que hemos de contar desde nuestro nacimiento como nación, que parece no ser solamente adquirida, sino innata.
Valorizar la producción, e incluir a todos nos hace pensar en sociedades integrales, donde todos cumplen un rol social valorizado por sus pares, versus las sociedades netamente individualistas, sin conciencia comunitaria, y no estoy hablando de un Estado planificador, sin no de comunidades integrales donde todos puedan acceder a desarrollar actividades.
Hoy vi algunos de los ejemplos más bellos de comunidad integral y la comercialización: dejar escrito en todos los libros la importancia de la producción.