Este artículo se gestó cenando en Segovia con unos amigos. Había una persona a la que no conocía, “El Charro” y yo, como ya podéis imaginar los que me conocéis, tuve que hacerle una entrevista en profundidad - muy típica del gremio - para conocerle un poco mejor.

Y, la verdad, sucedió algo que nunca pensé. Durante más de dos horas estuvimos hablando… ¡de huevos! Y es que yo, como buena urbanita, nunca he tenido la oportunidad de ver en vivo y en directo el momento de la puesta del huevo. De hecho – y sé que esta frase puede actuar en mi contra en un futuro – me imaginaba que las gallinas ponían huevos sin parar. Pero no, me explicó todo el proceso a la perfección y ya he entendido que: “no hay gallina ponedora que ponga huevos cada hora”. Ciertamente, me despertó mucho la curiosidad y me hizo apreciar, aún más, ese manjar tan sencillo como exquisito.

Y por eso, en lo que me invita o no a su pueblo a ver cómo ponen huevos sus gallinas y poder comerme unos huevos recién cogidos, quiero hacer mi pequeño homenaje a esos huevos que, cuando los como, me hacen pensar… ¡vaya par de huevos!

¿Quién no ha oído hablar de los huevos de Lucio? Para mí, además de ser los más típicos de Madrid, son de los más ricos que he probado. Sus restaurantes Casa Lucio, El Landó y El Viejo Madrid, todos en la zona de la Latina, sirven sus archiconocidos huevos desde la década de los 70. Y todos tienen el mismo secreto: huevos frescos de gallinas criadas al aire libre, fritos y rotos sobre una cama de patatas fritas.

Siguiendo el legado familiar, los hijos de Lucio abrieron Los Huevos de Lucio, también en la Cava Baja, y siguen consiguiendo que freír un huevo sea todo un arte. Lo difícil es encontrar una mesa en la que degustarlos, ya que su original manera de prepararlos (se hacen por las dos caras, vuelta y vuelta) ha centrado el interés de los comensales y hacen cola para poder probarlos, además, a un precio más económico que su padre. Los hay con muchas cosas: panceta, chistorra, jamón… aunque en mi modesta opinión, los mejores son los que no llevan ningún extra.

La Gabinoteca, un local cuya decoración es una mezcla de estilo campestre y vintage, en el barrio de Chamberí, es uno de los sitios que mejor ha reinterpretado el huevo. Su “Potito de huevo, patata y trufa”, cocinado al baño María dentro de un bote, libera al abrirlo todo el olor de la trufa. Se come metiendo la cuchara hasta el fondo para coger todos los ingredientes. La mezcla de sabores es increíble… está delicioso. 100% recomendable.

Otros huevos que me dejan sin sentido son los del brunch del fin de semana de Pipa & Co, en el barrio de Chamartín. Tienen dos modalidades de Benedict: la normal con espinacas y virutas de trufa, y la que han denominado “Pipa Eggs Benedict”, con base de arepa, aguacate y jamón ibérico (mi favorito). Da hambre sólo de pensarlo.

Yo sigo sin saber si fue antes el huevo o la gallina, pero a ambos les doy las gracias por existir. ¡Charro, espero que cumplas tu promesa y me invites a ese par de huevos! Mamá, no te pongas celosa por no mencionar tus huevos fritos… pero si lo hago, todo el mundo va a querer ir a tu casa a comerlos… ¡Prefiero que los tuyos los disfrutemos en familia!

Casa Lucio. Cava Baja 35, Madrid. Teléfono 91 365 82 17
El Landó. Plaza de Gabriel Miró 8, Madrid. Teléfono: 913 66 76 81
El Viejo Madrid. Cava Baja 32, Madrid. Teléfono 913 66 38 38
Los Huevos de Lucio. Cava Baja 30, Madrid. Teléfono: 913 66 29 84
La Gabinoteca. Fernández de la Hoz 53. Madrid. Teléfono 91 399 15 00
Pipa & Co. Paseo de la Habana 105, Madrid. Teléfono 911 439 849